viernes, 30 de septiembre de 2016

Las vacas de Fukushima, "conejillos de indias de la radiactividad"


por Ismael Arana

Cinco años después del tsunami de Japón y el accidente nuclear de Fukushima, el peor de la historia junto al de Chernóbil, en los alrededores de la central siniestrada no mora persona alguna debido a los riesgos que la radiación implica. Sin embargo, esas mismas tierras deshabitadas por humanos son hogar de decenas de vacas salvadas del sacrificio por sus dueños hace años. Animales que se han convertido en los protagonistas inesperados de un estudio científico que pretende conocer los efectos que tiene sobre los animales vivir un tiempo prolongado expuestos a bajos niveles de radiación.

Hace años, este área era un edén para la agricultura y la ganadería, con más de 3.500 reses y otros animales pastando en sus prados. Tras el fatídico 11 de marzo de 2011, día del accidente, los habitantes que residían en 20 kilómetros a la redonda de la central fueron forzados a evacuar sus hogares, momento en el que muchos liberaron a sus vacas para que pudieran sobrevivir por su cuenta en el área afectada.

Pasado un tiempo se estimó que unas 1.400 habían muerto de hambre, y posteriormente el Gobierno ordenó sacrificar a las que quedaban por temor a que causaran accidentes y porque su carne no podía ser consumida. Aunque otras 1.500 perecieron en esa campaña, varios de los ganaderos decidieron mantener con vida a sus animales por el cariño que les profesaban. Ahora, la investigación en la que participan los bóvidos supone un motivo extra para seguir cuidando de ellos.

Unos 200 ejemplares son a día de hoy alimentados y atendidos por los antiguos rancheros, según AP. Uno de ellos, Fumikazu Watanabe, va cada día hasta el pueblo fantasma de Namie, a 11 kilómetros al noroeste de la central, en donde mantiene y alimenta a entre 30 y 40 vacas en colaboración con otros siete granjeros.

"¿Cuál es el sentido de sacrificar las vacas?", declaró a la agencia en un granero. "Mantenerlas vivas con fines científicos significa que podremos pasar los frutos del estudio a la siguiente generación en vez de dejar simplemente un legado negativo", asegura. Ahora, los investigadores visitan cada tres meses a estos animales para tomar muestras de sangre, orina y comprobar que no tienen bultos o nódulos linfáticos inflamados, un proceso que requiere unos cinco minutos.

Este equipo científico está integrado por expertos veterinarios y en radiación de las universidades de Iwate, Tokai y Kitasato, y fue formado un año después de la catástrofe bajo el nombre de Sociedad para los Animales Refugiados y la Protección del Medio Ambiente tras el Desastre Nuclear.

Keiji Okada, profesor asociado de medicina veterinaria y agricultura de la Universidad Iwate, declaró a AP que el Gobierno nipón consideraba inútil el estudio de estos animales, ya que no podían determinar a cuánta radiación habían sido expuestos inmediatamente después del desastre. Pero él no está de acuerdo, y considera que los datos que extraigan pueden ayudar a los investigadores a saber si los agricultores pueden llegar a trabajar en el futuro en las zonas afectadas. "No hay estudios precedentes de animales expuestos a dosis bajas de radiación, y no tenemos ni idea de los resultados que vamos a conseguir. Por eso mismo este estudio es necesario", añadió. "Necesitamos saber qué niveles de radiación tienen un efecto peligroso en grandes mamíferos y qué niveles no lo hacen".

Por ahora, el científico reconoce que los órganos internos de las reses y las funciones reproductivas no han mostrado ninguna anomalía significativa en lo relacionado con la exposición a la radiación, pero que todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones sobre el cáncer o la leucemia bovina, que también puede ser producida por mosquitos infectados con un virus que causa esta enfermedad.

"Incluso si detectamos leucemia en las vacas, no sabemos si es causada por la radiación o si se trata de la producida por el virus", apuntó Okada. "El objetivo de este año es saber diferenciar entre las dos".

Desde que empezó el estudio, muchas vacas han muerto, aunque la escasez de alimentos ha jugado un papel importante y hace que sea más difícil determinar las causas de la muerte. A la pregunta de si la radiación está matando a las vacas o enfermándolas, Okada aclara que su equipo está trabajando para llegar a una conclusión antes de marzo.

Aunque teme que los resultados desaten el temor a que la zona no pueda volver a ser habitada o apta para la agricultura, Okada cree que el estudio mostrará en qué condiciones es seguro criar ganado expuesto a la radiación de bajo nivel y la mejor manera de hacer frente a una fuga de este tipo en caso de que se volviera a repetir. "Tenemos que saber qué niveles de radiación son seguros y cuáles peligrosos para los grandes mamíferos, y tener esos datos preparados para que la eutanasia de los animales (en caso de accidente) se pueda mantener al mínimo", agregó Okada.

Fuentes:
Ismael Arana, Las vacas de Fukushima, 'conejillos de indias de la radiactividad', 30/09/16, El Mundo. Consultado 30/09/16.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Fuku 1" del artista Michael Proepper.

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