Infobae entrevistó a varios productores. Aseguran que el agua es de mala calidad y que sufren cortes de hasta 100 días al año. Está casi paralizada la producción de cebolla de Jáchal, que era una de las mejores del mundo.
por Juan Parrilla
El ingeniero
Jorge Millón es un personaje paradigmático a la hora de hablar de
megaminería en San Juan, porque estuvo de los dos lados del
mostrador: realizó trabajos para una consultora contratada por
Barrick Gold y hoy es el jefe del Departamento de Hidráulica
provincial. Fue el propio Millón el que alguna vez le dijo a los
vecinos de la localidad de Jáchal que se olviden de la agricultura y
la ganadería. "Son actividades obsoletas", sentenció,
según coinciden en el recuerdo sus interlocutores. Y así parece:
buena parte de la producción es parte de la historia, pese a que en
la zona se plantaba una cebolla con prestigio mundial. ¿El problema?
Por un lado, los afectados culpan a la cantidad y la calidad del
agua, que mermó desde que se instaló la mina Veladero, y que muchos
creen que se habría agravado el año pasado, luego del derrame de
millones de litros de solución cianurada al río Potrerillos. Por
otro, la mala fama de la zona, por la que desde el sector minero
culpan a los ambientalistas.
Pese a que los
pronósticos para este año son alentadores, San Juan vive desde hace
años en emergencia hidráulica. Pero mientras en Jáchal los
productores sufren cortes de más de 100 días al año, Barrick Gold
tiene autorización para usar en Veladero 110 litros de agua por
segundo. Esa cifra se traduce en más de 285 millones de litros por
mes, por los que la filial local de la minera canadiense paga unos
140 mil pesos, algo así como 50 centavos por cada mil litros. Aunque
la empresa alega que sólo usa el 63 % de lo que tiene autorizado -una
cifra de la que los ambientalistas desconfían debido a la absoluta
falta de control-, el efecto sobre la producción de cebolla fue
brutal: de las 2 mil hectáreas que se plantaban a principio de siglo
en el departamento de Jáchal, hoy quedan menos de 200.
Bernabé Gómez
tenía una finca de 5 hectáreas a menos de un kilómetro de la plaza
central de Jáchal, la cabecera departamental y la ciudad más grande
en los alrededores de Veladero, que queda en el vecino Iglesia. La
producción de Bernabé era prácticamente autosustentable. Recuerda
que heredó la técnica de su padre, que a su vez la aprendió de su
abuelo. Con una hectárea y media de maíz obtenía choclo en grano
para vender y maíz para alimentar a sus pollos, gallinas y cerdos.
También hacía embutidos y plantaba sus vegetales. Sólo compraba
papa y batata, imposibles de producir en la zona. Pero en 2012 tuvo
que vender sus tierras para que el Estado hiciera un barrio sobre
ellas. Hoy es empleado municipal.
Uno de los
argumentos más usados por el sector minero es que el agua de la zona
siempre fue mala. Bernabé lo rebate con su propia historia: una vida
cosechando maíz sin inconvenientes. "Los problemas empezaron en
2007, 2008, poco después de que entró la minera. Ellos hablan del
cambio climático, pero antes no tenía problemas. También dicen que
el agua está contaminada ancestralmente, porque el agua corre sobre
piedra mineralizada, pero una cosa es que el río barra la piedra
lentamente durante miles de años y otra es que el hombre ponga
dinamita y pulverice los minerales para que terminen en el agua",
planteó en una charla con Infobae.
La explicación
que dio sobre la pérdida de calidad del agua es la misma que se
repite entre todos los productores y ambientalistas, y es muy
sencilla. Por un lado, tiene que ver con el agua que se usa en
Veladero. La cuenca del Río Blanco, que viene del norte, registra
niveles elevados de boro y arsénico, que recoge –principalmente-
de una salina que atraviesa casi en el límite de La Rioja y San
Juan. Del otro lado, las cuencas del río Potrerillos (donde se
produjo el derrame) y del río Las Taguas (de donde Barrick Gold toma
el agua) son puras y más caudalosas. Esas cuencas se unen en un
lugar llamado, precisamente, "La Junta". Por ende, el uso
del agua pura en Veladero eleva la concentración de boro y arsénico
aguas debajo de "La Junta", que es donde nace el Río
Jáchal.
Sin embargo, no
son pocos los que creen que la calidad del agua cayó, sobre todo,
por la contaminación. "El tema de los niveles elevados de
'metales pesados' es consecuencia de la actividad minera y los
derrames, como el del 12 y 13 de setiembre pasado, y los derrames
'naturales' que provienen del exceso de nieve en el valle de
lixiviación y el escurrimiento de la escombrera y el túnel de
Pascua Lama, del que 'brota' mucha agua y la tienen que 'tratar'
antes de recargarla en el curso del río turbio", expuso a este
medio el abogado ambientalista Diego Seguí.
En efecto, muchos
productores están convencidos de que el problema se agravó después
del derrame de la solución cianurada. "Esta temporada ha sido
un caso muy emblemático de productores que han tenido que tirar la
mayor parte de su producción. Nosotros pedimos que se hagan estudios
serios sobre la agricultura y la ganadería, porque usan agua del río
Jáchal, donde se han detectado metales pesados por encima de los
valores históricos", advirtió el contador Saúl Zeballos, de
la Asamblea Jáchal No Se Toca.
Barrick Gold paga
50 centavos por cada mil litros de una de las aguas más puras del
mundo.
Su vecina Eliana
Mercado recordó que cuando era niña, su padre, Marcelo Mercado,
cosechaba la cebolla en febrero o marzo, y la vendía entre julio y
agosto, antes de que empiece la temporada de Santiago del Estero.
Rememoró esos "años felices" como algo "normal"
de su infancia. Históricamente en julio faltaba cebolla en el país
y como el río Jáchal tiene más sal que el San Juan, la cebolla
duraba más después de la cosecha.
Don Mercado tiene
su finca a unos 15 kilómetros de Jáchal, en la localidad de
Tamberías, una de las zonas en las que se detectó la presencia de
metales pesados en el agua por encima de los valores recomendados
para el consumo humano y la agricultura. Sus tierras reciben el agua
a través de un canal que llega desde el río Jáchal. Tiene 70 años
y una vida ligada a la producción de cebolla. Pero su experiencia no
bastó: este año tuvo que tirar cerca del 80% de su producción.
"Yo sigo
plantando, como siempre, entre 3 y 5 hectáreas, y saco más o menos
la misma cantidad de bolsas, pero la diferencia es que ahora la
cebolla no dura, se pudre. Tenemos que cosechar y vender. Antes
duraba todo el invierno y hasta venían de Brasil a comprarnos.
Cuando pienso que teníamos la mejor cebolla del mundo me da ganas de
llorar", se sinceró Don Mercado, visiblemente molesto. "Es
cierto que hay menos agua que antes, pero también hay menos
productores", aclaró.
Los productores
deben lidiar, además, con la mala reputación. "Nadie quiere un
producto que se planta cerca de una mina", lamentó Don Mercado.
Pero aquí no hay acuerdo sobre la culpa: desde el sector minero
culpan a los ambientalistas por denunciar que Veladero contamina el
agua. De hecho, muchos usan etiquetas de Mendoza para eludir el
desprestigio.
No todos están
de acuerdo con el panorama negro. "Estamos complicados por el
clima y los costos, pero no hay que echarle la culpa al agua",
rebatió a Infobae el productor Cristian Rueda, que tiene dos
empresas con varias fincas en la provincia, y en Jáchal planta
cebolla, ajo y zanahoria, entre otras cosas.
Su bisabuelo
-contó- hace casi un siglo empezó a plantar cebolla. Eso, dijo, le
da "chapa" para opinar. "Este año hemos vendido al
costo, pero tuve buen riego, buen rinde y buena cebolla. El problema
es que los químicos aumentaron con el cambio de Gobierno y producir
se volvió muy costoso. Acá hay que invertir 3 ó 4 mil pesos por
hectáreas y muchos productores no tienen los recursos, porque vienen
de varios años de mala producción", observó. "En Jáchal
hay muchos productores que ponen mal la semilla, no le ponen el abono
justo o no usan las piezas adecuadas. Yo hice lo que pude, pero perdí
algunas hectáreas porque no valió la pena hacer la inversión.
Encima llovió tanto que se nos complicó todavía más",
añadió.
Eduardo Espejo,
que se dedica a comprar cebolla como intermediario y está a favor de
la megaminería, tiene una visión distinta. Admite que "la
cebolla no dura tanto como antes y rinde menos", pero reconoce
que "antes también se pudría". Para él buena parte del
problema está en el descrédito que provocó el derrame en Veladero.
"Mucha gente que nos compraba de Tucumán o de Jujuy al escuchar
que el agua tiene cianuro dejaron de venir, porque le temen a la
contaminación, que no sabemos si es verdad o no", apreció. Y
confesó que su futuro como productor es incierto. "Yo no sé si
voy a seguir, porque el problema no es sembrar, sino a quién
venderle", cerró.
El caso de Carlos
Ibarbe es distinto al de sus vecinos. Aunque nació en Jáchal, se
fue al sur durante casi 40 años y recién el año pasado decidió
volver e instalarse en una finca que compró en Tamberías. "Yo
fui vecino de (el ex gobernador José Luis) Gioja. Por eso esperaba
encontrarme con un paraíso al que llegaba por una ruta impecable, un
parque industrial, un hospital de última tecnología, pero nada que
ver, Jáchal está peor, las rutas están rotas, hay campos
abandonados, el hospital está destrozado, el colectivo que va a
Tamberías tiene todos los asientos rotos, es todo un desastre. No
encontré progreso, y encima el agua está contaminada", evaluó.
Un mes después
de su llegada a su Jáchal natal ocurrió el derrame en Veladero. Y
se vio ante la disyuntiva de quedarse o volver a emigrar. Optó por
la primera, no sin antes tomar una muestra de agua de la canilla y
otra de una acequia, y mandarlas a analizar al laboratorio privado
Raña SRL, de Neuquén. "Los de Naciones Unidas nos decían que
el agua estaba bien, pero los análisis arrojaron que es
'químicamente no potable'. Había cinco elementos que dieron más
que lo permitido", reveló.
Eduardo Garcés
es el titular de la Federación de Viñateros de San Juan y
presidente de la Junta de Riego del departamento de Chimbas. Su
historia es similar a la del resto: su abuelo llegó a la Argentina
el 3 de agosto de 1910, poco después del centenario de la Revolución
de Mayo. Su familia se dedica a la viticultura desde esa época, hace
más de un siglo. Calcula que la producción total en Jáchal no
llega ni al 50 % de la que había hace una década y confiesa que no
entiende por qué les viven cortando el agua mientras Veladero tiene
acceso durante las 24 horas del día. "Creo que tenemos algún
derecho más que un emprendimiento que se instaló hace 10 años",
comentó con un desliz de ironía. Y puso la lupa en la cuestión
legal. "La Constitución es clara: el agua es principalmente
para consumo humano, después para la producción agrícola y por
último está la minería", alegó.
La referencia
tiene que ver con el artículo 119 de la Carta Magna de San Juan, que
establece que las concesiones de agua para usos industriales se
podrán otorgar "siempre que no impliquen consumo de agua sino
en mínima proporción" y "no perjudiquen los cultivos".
Por eso Garcés consideró que en las épocas de sequía también
debería haber cortes para las mineras.
En el sector
minero creen que la crisis de la cebolla de Jáchal es anterior a
Veladero. Y que la discusión acerca de la cantidad de agua no tiene
asidero. "Las concesiones de agua obtenidas del Estado
provincial equivalen al consumo de un campo de 110 hectáreas
destinadas a actividades agrícolas en la provincia de San Juan",
aseguraron a Infobae desde Barrick Gold. "Veladero cuenta con
cinco plantas de tratamiento que permiten, por ejemplo, reutilizar el
agua del sistema cloacal en el proceso de producción que se realiza
en el valle de lixiviación", agregaron en la empresa, que suele
ayudar a algunas cooperativas de la zona con la entrega de maquinaria
y la promoción del sistema de riego por goteo.
En cambio, en el
sector ambientalista piensan que esa comparación que desde hace
tiempo se viene haciendo es "una gran mentira", como opinó
el abogado Enrique Viale, que representa a la Asamblea Jáchal No Se
Toca en territorio porteño. "Además de que esos datos no son
ciertos, el agua que usa el campo es de lluvia y vuelve al ciclo
hidrológico, mientras que el agua que usa Veladero es pura y se
inutiliza para siempre. Es comparar peras con manzanas",
graficó.
Un círculo
perverso
En enero del año
pasado un grupo de operadores turísticos del departamento vecino de
Iglesia bajaron una compuerta del embalse Cuesta del Viento para
impedir que el agua llegue a los productores, ya que el caudal del
dique es un factor clave para el turismo de la zona.
Este año sumaron
otro reclamo: la mala fama. Tal como ocurre con la producción, los
operadores señalan que las denuncias por contaminación perjudican
el turismo, lo cual cierra un círculo casi perverso, ya que los
vecinos se ven en la disyuntiva de exigir información veraz sobre el
derrame de solución cianurada o callar para no seguir arruinando la
economía regional, que ya está seriamente afectada por la presencia
de Veladero.
Hay un pasado
común que cuentan casi todos los vecinos de Jáchal. En las primeras
décadas del siglo XX, dicen, el departamento era una potencia
agrícola-ganadera. Había casi una decena de molinos en los que se
trituraba el trigo, que era llevado a Buenos Aires. Casi no había
empleados públicos, con excepción de los maestros, y los efectivos
de la Gendarmería y la Policía. La amplia mayoría de los vecinos
trabajaba en el campo. Cerca del 20 % de la población de San Juan
vivía allí.
Hoy hay dos
grandes empleadores: las mineras y el Estado. Las empresas dan muy
buenos sueldos a pocos vecinos, mientras que el municipio tiene
muchos contratos que en algunos casos no llegan a los cuatro mil
pesos. Pero la desocupación es del 25 %. Uno de cada cuatro vecinos
en condiciones de trabajar no tiene de qué vivir. Son datos
oficiales.
En la Asamblea
Jáchal No Se Toca creen que hubo una estrategia deliberada para que
la única salida sea trabajar en Veladero. Hay una afirmación que se
repite una y otra vez en los alrededores de los yacimientos: "La
megaminería ahoga las economías regionales". Reflexiona al
respecto Saúl Zeballos: "Cerró la fábrica que teníamos con
conservas y dulces, y no se abrió otra. Se nos prometió que se iban
a duplicar las hectáreas cultivables con una nueva red de canales y
tampoco pasó. En 1997 se nombró a Jáchal como 'zona franca' y no
se puso en práctica. Nunca se nos dio una alternativa de empleo de
calidad. ¿Para qué? Para que únicamente estemos condicionados a
trabajar en la megaminería".
Fuente:
Juan Parrilla, Acusan a Barrick Gold de arruinar la actividad agrícola en los alrededores de la mina del derrame de cianuro, 12/08/16, Infobae. Consultado 12/08/16.
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