Sin solución. Campos inundados en Las Varillas, donde pasan los meses y el agua no cede. Foto: Asociación Productores de Las Varillas |
La situación ha sido calificada como “desesperante”. Y no hay visos de exageración. Hay campos que llevan tres años bajo el agua, y las inusuales lluvias de este invierno no hicieron más que agravar el cuadro, que ya había alcanzado un pico dramático durante el verano pasado.
Los productores
rurales del sudeste cordobés necesitan con urgencia que los
gobiernos de nuestra provincia y de Santa Fe, junto con la Nación,
definan un plan hídrico integral, así como un programa de
reparación de las inundaciones que afectan a la región. El trabajo
conjunto sería lo ideal, pero por una cuestión de jurisdicción,
quien primero debería llegar en su auxilio es el Gobierno de
Córdoba.
La situación ha
sido calificada como “desesperante”. Y no hay visos de
exageración. Hay campos que llevan tres años bajo el agua, y las
inusuales lluvias de este invierno no hicieron más que agravar el
cuadro, que ya había alcanzado un pico dramático durante el verano
pasado.
Estamos hablando
de unos tres millones de hectáreas anegadas en los departamentos San
Justo, Río Segundo, Unión, San Martín, Marcos Juárez y Tercero
Arriba. Cien hectáreas equivalen a un kilómetro cuadrado. La ciudad
de Córdoba tiene 576 kilómetros cuadrados. Lo inundado representa
unas 50 veces el tamaño de la ciudad capital.
En términos
económicos, se estima una pérdida de casi 7.000 millones de pesos.
Los productores aseguran que las obras necesarias para prevenir
inundaciones de esta magnitud cuestan alrededor del uno por ciento de
esa cifra. Por supuesto, el Estado les ha cobrado un porcentaje muy
superior al uno por ciento en impuestos. De hecho, la agricultura fue
la rama productiva que más enfrentó a la política económica del
kirchnerismo a partir de 2008, por los altos niveles de retenciones.
Lo que están pidiendo, entonces, es que una mínima parte de sus
impuestos vuelva en obras de infraestructura a la región, para que
ellos puedan recuperar sus campos, ponerlos a producir y transportar
sus productos a los correspondientes mercados.
Lo último no es
un tema menor. El sudeste tiene importantes rutas de comunicación
cortadas por el agua desde hace meses. Por ejemplo, la ruta 12, entre
Corral de Bustos y Cavanagh, y la ruta 3, entre Canals y Wenceslao
Escalante. En esos casos, como es lógico, no sólo se resiente la
actividad económica, sino la vida cotidiana de todos los habitantes.
No hay caminos alternativos o están igualmente inundados. ¿Cómo se
vive y se trabaja en esas condiciones? ¿Cómo se conservan la calma
y la esperanza si no se recibe una propuesta razonable, en tiempo y
forma, por parte de las autoridades?
A mediados del
siglo XIX, Domingo Sarmiento ya sabía que un factor indispensable
para estimular la agricultura y la ganadería era contar con buenas y
numerosas rutas para sacar “los frutos del país” y llevarlos de
manera segura a todas partes. Un siglo y medio después, el sudeste
cordobés se pregunta cuándo llegará la civilización hasta ellos.
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