Una investigación
científica volvió a demostrar lo que denuncian los pueblos
fumigados. La contaminación causada por los agrotóxicos, insumo
principal del agronegocio. En esta ocasión, un estudio publicado en
Environmental Monitoring and Assessment informa resultados
preocupantes: hay presencia de glifosato en todo el río Paraná. Es
decir, no es "biodegradable" como pretenden sus
fabricantes, sino que puede considerarse "pseudo-persistente".
Aún el caudaloso Paraná no alcanza a procesar la contaminación que
surge en los campos plantados con cultivos transgénicos.
por Eduardo Soler
El estudio fue
difundido por el periodista Patricio Eleisegui, quien accedió al
trabajo realizado por los investigadores del CONICET, Damían Marino
y Alicia Ronco, entre otros, que se desempeñan en el Centro de
Investigaciones de Medio Ambente de la Universidad Nacional de La
Plata. Allí se especializan en estudios de ecotoxicología y química
ambiental, un enfoque necesario para investigar los posibles daños
en el tiempo que genera la fumigación masiva con glifosato y otros
agroquímicos utilizados en Argentina. Estudios que escasean en
nuestro país, también por presiones políticas y económicas.
La investigación
se publicó recientemente, pero fue hecha con base a datos recabados
entre el 2011 y el 2012, por lo cual la situación podría ser más
grave. Se analizaron las muestras de 23 puntos de monitoreo del río
Paraná y sus afluentes, para lo cual recibieron la asistencia de la
Prefectura Naval Argentina. Se encontró que existe una concentración
preocupante de glifosato y su degradación, el llamado "AMPA",
sobre todo en los sedimentos de los ríos. Así se puede inferir que
el glifosato es difícilmente soluble en el agua, como afirmaba por
ejemplo su creador, Monsanto, y menos aún biodegradable. De hecho
llegó a los ríos a través del agua de las lluvias que cayeron en
los campos de la amplia cuenca del Paraná.
En efecto, entre
los resultados de la investigación se destaca que los niveles de
presencia de glifosato encontrados en los ríos fueron en algunos
casos incluso mayores que los detectados en los propios campos
fumigados. Otras investigaciones ya asociaron este proceso con la
técnica de "siembra directa" que utiliza la soja, pues la
maquinaria utilizada presiona el suelo y dificulta la infiltración
del agua. Por eso también existe una mayor incidencia de grandes
inundaciones, porque el agua no llega a absorberse por la tierra.
Ahora se sabe que estas lluvias también difunden la contaminación.
De hecho, una de
las áreas donde se encontró mayor concentración de glifosato es el
río Luján. Desde aquí, no se puede dejar de relacionar este dato
con las inundaciones que afectan esta cuenca, porque de hecho también
se conjetura que el avance de la sojización es causa de las inundaciones. Por lo tanto, esta investigación resulta una nueva
evidencia sobre la necesidad de contar con una Ley de Humedales, que
regule el avance del agronegocio en territorios vulnerables. Es
decir, en zonas donde el agua propia del ecosistema terminará
esparciendo el glifosato.
Se trata, en
definitiva, de la primera investigación científica que procesa
resultados de un espacio tan amplio como lo constituye la cuenca del
Paraná, la segunda más grande de América Latina después del
Amazonas. La investigación ya tuvio cierta repercusión en los medos
masivos, y sobre todo su difusión impactó en Santa Fe, donde los
resultados encontrados en el arroyo Saladillo son de "alta
toxicidad". Allí las autoridades se apresuraron a decir que los
valores presentados "no son alarmantes", aunque aún no
estaban al tanto de la publicación científica que dio origen a las
informaciones periodísticas.
La ciencia y el
glifosato
Con este caso se
confirma nuevamente lo expresado por Andrés Carrasco, el científico
de la UBA y el CONICET, reconocido por su publicación donde confirma
científicamente la toxicidad del glifosato. Él consideraba que su
trabajo sólo había expuesto, en términos legitimados por la
sociedad, aquello que los pueblos fumigados denunciaban hace años,
en base a su propia experiencia de sufrimiento. Por el contrario,
afirmaba Carrasco, esperar que la ciencia demuestre los daños del
glifosato sin darle crédito a las advertencias sanitarias, se
corresponde con la idea de un "experimento masivo" que se
desarrolla en Argentina en las últimas décadas.
Luego de la
muerte de Carrasco, la propia Organización Mundial de la Salud
evaluó en marzo de 2015 las últimas publicaciones científicas
realizadas sobre el glifosato, por lo cual decidieron recalificarlo
como "posiblemente cancerígeno". Aún así, sectores de la
ciencia siguen afirmando que se trata de un agroquímico inocuo,
aunque estos resultados se basen en estudios financiados por las
propias corporaciones del agronegocio. Esta "violencia cientificista" se ejerce en asociar ciencia con realidad, cuando
solo podemos tener conocimientos que se aproximen a lo que sucede
fuera de los laboratorios.
Sobre este punto
de incertidumbre, Página/12 consultó a Damián Marino sobre el
impacto de esta contaminación por glifosato en los ríos: "Es
difícil hacer una asociación causa-efecto porque hay un conjunto de
compuestos, distintos al glifosato, que pueden estar afectando a la
biodiversidad. Sin embargo, hay algunos estudios ecotoxiológicos que
indican que podría modificar estas poblaciones en términos de
número de individuos, alterar su normal desarrollo o generar efectos
crónicos, como cambios de talla o de ciclos reproductivos. En los
casos más agudos, la mortalidad".
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