114 activistas
ambientales han muerto violentamente en una década en el país
centroamericano.
por J. M. Ahrens
Honduras es un
campo de muerte para los ecologistas. A los cuatro meses del
asesinato de la líder ambientalista Berta Cáceres, otra dirigente
de su organización ha caído. Es Lesbia Yaneth Urquía Urquía, de
49 años, madre de tres hijos. Su cadáver fue hallado en Mata Mula,
cerca de un basurero de Marcala, a 100 kilómetros de Tegucigalpa. Un
machetazo en el cráneo, según las primeras versiones, puso fin a su
vida.
El crimen se suma
a una larga fila de cruces. En el país centroamericano, según la
organización Global Witness, han sido asesinados en poco más de una
década 114 activistas ambientales. En la mayoría de los casos los
homicidios quedaron impunes. Y las pocas veces que se llegó al final
del túnel, las conclusiones fueron abismales. Así ocurrió con el
caso de Berta Cáceres. La infatigable ecologista, premio Goldman Enviromental Prize (el Nobel verde), murió el pasado 2 de marzo de
dos tiros en su casa de La Esperanza. Desde un principio las
sospechas se dirigieron hacia la empresa DESA, responsable de la
gigantesca presa de Agua Zarca, a la que Cáceres y su organización
(COPINH) se oponían por vaciar el río Gualcarque, sagrado entre los
indios.
La existencia de un testigo y la presión internacional facilitaron la resolución del
crimen. En mayo pasado, fueron detenidos por el asesinato el gerente
de DESA, su jefe de seguridad, un mayor del Ejército y dos sicarios.
En el caso de
Lesbia la autoría es aún un misterio. La mujer fue secuestrada un
día antes del hallazgo del cadáver. Había salido en bicicleta a
hacer ejercicio y cuando fue descubierta, presentaba signos de un
ataque con machete. Al igual que Cáceres, se había enfrentado a los
proyectos hidráulicos que proliferan en Honduras. Entre ellos una
obra vinculada a la presidenta de Partido Nacional y vicepresidenta
del Congreso, Gladys Aurora López, y su esposo.
El Consejo Cívico
de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), al que
pertenecía la fallecida, responsabilizó de la muerte al Gobierno
hondureño y apuntó directamente a la presidenta de Partido Nacional
y su marido. “Ellos son fuente permanente de amenazas y conflictos
por los proyectos hidroeléctricos en el departamento de La Paz”,
señaló en un comunicado. Este periódico trató sin éxito de
recabar la versión de López.
Fuentes
policiales citadas por Reuters indicaron que el crimen de Urquía,
propietaria de dos hoteles y un mercadito, podría enmarcarse en una
disputa familiar o una extorsión. Los compañeros de la víctima
rechazaron esta hipótesis y recordaron que con Berta Cáceres la
policía también quiso atribuir el asesinato a la delincuencia
común. En un país donde el 90 % de los crímenes queda sin resolver,
otra ecologista ha muerto y aún no hay detenidos.
Fuente:
J. M. Ahrens, Asesinada en Honduras otra dirigente ecologista, compañera de Berta Cáceres, 08/07/16, El País.
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