por Stephen Thomas
Si los costes de las modificaciones son relativamente bajos, la prolongación de la vida operativa de las centrales nucleares puede ser muy rentable para sus propietarios. Esto es debido a que el coste del capital de la central (que constituye la mayor parte del coste de una unidad de electricidad de origen nuclear) ya habría sido pagado, y solo quedaría pagar el coste de las operaciones y el mantenimiento. Otras ventajas para el propietario incluyen el hecho de que tiene un conocimiento económico completo de su instalación.
Los riesgos económicos dependen de factores técnicos, regulatorios y políticos. En la práctica, las centrales nucleares no se han cerrado en función de su vida de diseño, lo han hecho de acuerdo con estos otros factores.
En los Estados Unidos, el cierre de los reactores ha sido, en su mayoría, debido a razones económicas (incluyendo el prohibitivo coste de la reparación), aunque alguno ha sido motivado por razones de diseño. En Alemania, la mayoría de los cierres se han originado a partir de las decisiones políticas, aunque algunos están relacionados con el diseño. En otros lugares, las razones han sido principalmente económicas (Francia) o técnicas y económicas (Canadá, España, el Reino Unido), políticas (Italia, Suecia) o políticas y relacionadas con el diseño (Japón, en gran parte como consecuencia de la catástrofe de Fukushima).
Los reguladores nacionales están constantemente aumentando los requisitos de seguridad pero nunca podrán situar a los reactores que envejecen en el nivel de la mejor tecnología disponible. Por ejemplo, las lecciones de diseño derivadas del accidente en 1975 de Browns Ferry se aplicaron a la mayoría de los diseños desarrollados después, pero los del accidente en 1979 de Three Mile Island, de Chernóbil en 1986 y de Fukushima en 2011 solo pueden tenerse en cuenta de manera limitada.
La ampliación de la vida útil se convierte en un problema en diferentes momentos en la vida operativa de un reactor, en función del país. En Francia, donde las licencias son indefinidas, el momento decisivo es la Revisión Periódica de Seguridad (RPS) del regulador que se realiza cada diez años. La más reciente RPS y las Pruebas de Resistencia posteriores a Fukushima de la UE prescriben mejoras que representan una inversión total prevista de la flota operacional de los reactores de EdF de aproximadamente 50.000 millones de euros en los próximos 30 años. Sin embargo, no hay concreción aún sobre si los reactores franceses recibirán una prolongación del ciclo de vida de 20 años, como ha solicitado EdF.
En los Estados Unidos, los reactores nucleares operan bajo una licencia de 40 años. Mucho antes de que expire la licencia, si se desea la ampliación de la vida útil, se debe realizar una petición de prórroga de 20 años a la Comisión de Regulación Nuclear (NRC). Mientras que la primeras de esas evaluaciones se realizaron en unos meses, las que se están realizando en la actualidad están durando varios años. Hasta el momento, todos los reactores para los que se ha completado esta evaluación han obtenido la prórroga de 20 años. Sin embargo, tres centrales nucleares (Vermont Yankee, Kewaunee y Crystal River) han sido cerradas recientemente antes de obtener la ampliación de vida debido a los excesivos costes en el contexto de los bajos precios de la electricidad. San Onofre, en California, ha cerrado incluso antes de la ampliación, debido al coste de las reparaciones.
Muy pocos reactores nucleares se han cerrado debido a que hayan llegado al final de su permiso de explotación o de su vida útil de diseño. Es mucho más probable que los factores que determinan la vida sean: la economía de la central nuclear; las políticas nacionales para el abandono nuclear; los fallos graves e inesperados en los equipos, y, respecto a la antigüedad de los diseños en particular, la existencia de problemas de diseño que hacen inaceptable la continuidad de la operación de la central. Sin embargo, en los 15 años desde que las ampliaciones de la vida útil comenzaron a producirse, la percepción del riesgo ante la concesión a un reactor de una vida significativamente más larga se ha incrementado. El permiso para que un reactor continúe funcionando durante 60 años parece estar lejos de ser una garantía para realmente alcanzar una vida operativa de 60 años. El permiso de ampliación de la vida útil ha dado
a las compañías eléctricas una razón para justificar las mejoras destinadas a ampliar las mejoras económicas de una central como son, por ejemplo, los aumentos de potencia. Sin embargo, como los riesgos y los costes de la ampliación de la vida útil se han vuelto más claros, se ha debilitado esta inversión discrecional adicional.
Stephen Thomas es profesor de la Universidad de Greenwich
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