Toxicidad. Se han convertido en elementos de uso cotidiano y la exposición a ellos es cada vez mayor. Muchas veces comparten espacio con productos de contacto con el cuerpo.
por Analía Reineri
No hace falta padecer fobia a los insectos para perseguir con obstinación una cucaracha hasta “ahogarla” con un plaguicida de venta libre que se expende en cualquier supermercado o almacén. Con el mismo empeño, intentamos controlar la pediculosis en los niños, evitar picaduras de mosquitos, ganar la guerra contra arañas, moscas o polillas entre otros visitantes con los que convivimos con desagrado y repulsión.
Curiosamente, pocas veces esa tenacidad se usa para leer con paciencia la letra pequeña en los envases de los insecticidas domésticos que informa sobre el modo de uso para evitar efectos no deseados.
Verónica Goldaracena, médica responsable del centro de Toxicología del hospital San Roque, advierte: “Todos los plaguicidas son tóxicos, desde los de uso agropecuarios hasta los de uso domésticos”. Y agrega: “Nos intoxicamos cuando hacemos un mal uso. Por eso es importante leer la etiqueta que brinda información sobre el uso, medidas de protección y qué hacer en caso de presentar síntomas”.
Agregó que comprar productos “sueltos” es peligroso y está prohibido. Es que, a pesar de las normas vigentes, en muchos casos estos compuestos se venden fraccionados sin las etiquetas ni los números de registros que exigen el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) cuando se trata de plaguicidas domiciliarios.
Utilizar mal los plaguicidas hogareños puede ocasionar síntomas como falta de aire, broncoespasmo, prurito, reacciones alérgicas en piel, vómito, diarrea, cefalea, irritación ocular, entre otros. “No todas las personas que se exponen van a tener síntomas, las más vulnerables son las que tienen alguna patología de base”, agregó.
Por eso, Goldaracena alerta: “Ante la presencia de alguno de esos síntomas y el antecedente de haber estado expuesto recientemente a estos productos, es necesario consultar al médico de cabecera, quien decidirá si es necesario consultar con un médico toxicólogo”.
Señala que es frecuente que los adultos consulten por síntomas que pueden estar vinculados a mal uso de plaguicidas. Pero cuando de accidentes se trata, los niños son los más expuestos.
Patricia Lucero, bioquímica especialista en Toxicología, afirma que no todas las personas sufren intoxicación por exposición a estos compuestos: depende de la biodisponibilidad y las vías de absorción. “Salvo un accidente con niños, es raro que un adulto ingiera plaguicidas”, apunta. Cuando se trata de problemas por inhalación o contacto con la piel, Lucero recomienda tener especial cuidado con los bebés, las embarazadas y los ancianos.
El ingeniero Agrónomo Matías Aparicio enfatiza que “las mismas drogas que se usan para el agro, con formulaciones especiales y diferentes dosis, se usan en el ámbito doméstico. A su vez, para los hogares, hay productos que son de uso libre y otros de uso profesional”.
Se llama “domisanitarios” a las preparaciones para el hogar y ambientes colectivos públicos y privados de uso libre. La mayoría tiene una porción mínima del ingrediente activo y excipientes de base acuosa, menos agresivos en contacto con la piel que los agroquímicos que tienen base oleosa.
“La mayor parte de los insecticidas de uso domiciliario contienen tetrametrina y permetrina”, indica. Esas sustancias pertenecen al grupo de piretroides, versiones sintéticas de las piretrinas, una mezcla de compuestos orgánicos que se encuentran de modo natural.
“Los piretroides son los de menor toxicidad pero no se degradan tan fácilmente. Pueden persistir en el ambiente y no hay estudios muy específicos sobre la toxicidad de esos productos mientras se van degradando: pueden ser días, meses o años. Depende de los compuestos. Sucede que el uso es permanente”, indicó Lucero.
Domésticos y agroquímicos
Los plaguicidas domésticos comparten con los agroquímicos la clasificación universal toxicológica determinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), igual para todos los productos que puedan generar intoxicación aguda. Esta clasificación determina la dosis letal media (DL50). Se usa para todas las sustancias, incluidos, por ejemplo, repelentes de mosquitos.
“Según el producto formulado y de cómo esté diluida la droga, la OMS los clasifica en rojo, amarillo, azul y verde en orden decreciente de toxicidad”, precisa Lucero. Estos colores, en general y por estandarización, coinciden con los utilizados en los envases e indican si un producto es muy tóxico, tóxico, nocivo o de cuidado. “No necesariamente los de uso doméstico son verdes”, aclara Aparicio. Y, aunque sean verdes, son igualmente tóxicos.
Hay otras medidas de clasificar: por su acción tópica, por la neurotoxicidad, genotoxicidad, cancirogénesis, entre otras. Además del número de registro en Senasa o Anmat, en los envases debe constar la clasificación toxicológica y el nombre y la concentración de los principios activos.
Igual que Goldaracena, Aparicio señala que todas las sustancias son potencialmente peligrosas y que su uso significa un riesgo para la salud humana y para el ambiente.
Por esa razón, en la Provincia, la Ley de Agroquímicos (9.164) dedica un apartado para plaguicidas hogareños, con recomendaciones para su comercialización. Indica, por caso, que los comercios que expendan los de venta libre deben exhibirlos en estanterías separadas y aisladas de cualquier alimento, bebida, medicamento y artículo de higiene de uso humano o animal, a una altura no inferior a un metro y medio para evitar que los menores tengan acceso. Los envases deben entregarse en bolsas separadas.
Además, los locales deben tener a disposición de los clientes las fichas técnicas de los productos comercializados y la información de los centros toxicológicos locales. Tanto Lucero como Aparicio advierten que esto no siempre se cumple.
“En la línea jardín, se venden muchos productos fraccionados ilegalmente -dice Aparicio-. Las personas deben saber que los viveros que venden plaguicidas para combatir alacranes, hormigas, pulgones, entre otros, deben estar habilitados por el Ministerio de Agricultura. “Los más tóxicos son los insecticidas para matar pulgones o moscas blancas. Muchos contienen dimetoato (pertenece al grupo de plaguicida organofosforados con acción de contacto e ingestión de alta toxicidad), que es muy persistente y tarda mucho tiempo en degradarse” subraya Aparicio. Y también destaca que se comercializan en concentraciones no aptas para el uso doméstico.
“Con el tiempo, los insecticidas más peligrosos se han ido retirando del mercado. Por ejemplo, los organofosforados y clorados”, indica Lucero. Aunque reconoció que hay casos en los que se ofrece dimetoato fraccionado ilegalmente para usar en el jardín. “Lamentablemente, se consigue de esa manera”, reconoce el especialista.
El grupo de los piretroides es de menor toxicidad. Pero según Lucero, eso ni significa que esos compuestos sean inocuos ni que sean tóxicos para todos, relativizan.
El Programa Nacional de Prevención y Control de las Intoxicaciones del Ministerio de Salud de la Nación arroja que los motivos de consulta por intoxicación con piretrinas y piretroides están vinculados con algunos de los siguientes síntomas: irritación de ojos y piel, dermatitis, conjuntivitis, daño corneal, lagrimeo, odinofagia (dolor de garganta al tragar) tos, laringitis, disnea, broncoespasmo, sibilancias, náuseas o cefalea.
Mascotas
Estos compuestos son altamente tóxicos para peces y también pueden afectar a otras mascotas, por lo que no hay que usarlos si están presentes en el hogar.
Por otra parte, el glifosato -conocido públicamente por su uso agropecuario- se vende para jardines en concentraciones más bajas. Este producto es muy irritante a nivel de la conjuntiva de los ojos. Por eso, además de considerar comprar en lugares habilitados y cuidar que no sea fraccionado ilegalmente, Aparicio insiste en que las personas deben saber que cada sustancia requiere un manejo y cuidados diferentes.
“A veces, es difícil evaluar la intoxicación y relacionarla con una causa específica, ya que estamos expuestos a muchos tóxicos. Además, estos productos tienen solventes, coadyuvantes. ¿Cuál es su nivel de toxicidad?”, se pregunta Lucero.
Niños, los más vulnerables
Accidentes o contaminación. Pueden ingerir productos tóxicos si confunden los envases, pero los elementos tóxicos también pueden emanar vapores que afecten la composición de los alimentos.
por Analía Reineri
Los niños son los más expuestos a accidentes con plaguicidas de uso doméstico o desinfectantes de amplio espectro. Por caso, existen raticidas formulados en geles -la mayoría de uso profesiona- que matan por ingesta y que nunca deben estar al alcance de los más pequeños. Tampoco se deben almacenar plaguicidas de ningún tipo en envases que no sean los originales, como botellas de gaseosas que pueden confundir a los chicos.
Cuidar a los niños también supone “no dejar actuar toda la noche un pediculicida que en sus instrucción de uso indica dos horas”, apuntó la bioquímica especialista en Toxicología Patricia Lucero.
Por su parte, Víctor Reviglio, jefe de Oftalmología del Hospital Córdoba señaló que en el país la mayoría de los repelentes de insectos para uso dermatológico -como los que se usan para prevenir picaduras de mosquitos- contienen un componente llamado Diethyl Toluamide o “Deet”. Los fabricantes recomiendan no aplicar este producto cuando la piel presente lesiones y heridas ya que al entrar en contacto con los ojos producirá un cuadro conocido como “queratitis” o “queratoconjuntivitis”, que se caracteriza por ardor o dolor, enrojecimiento, fotofobia, lagrimeo, picazón y edema de párpados. En estos casos, se aconseja lavar con abundante agua o solución fisiológica por varios minutos, evitar automedicarse, conservar la calma y consultar con un especialista o un oftalmólogo que tomará las medidas necesarias.
¿Qué hacer?
Patricia Lucero ofrece recomendaciones simples para evitar la exposición a estos insecticidas. “Hay que usarlos cuando ya no quede opción. Si uno es más exigente con la limpieza, se puede minimizar la aparición de insectos. Si eso no funciona, se puede acudir a un herbicida o un insecticida comprado en lugares habilitados y envasados legalmente. Es importante tener una etiqueta con la composición ya que si hay algún accidente, el médico puede saber de qué compuesto se trata”, dijo.
Además, enfatizó que no hay que dejarlos al alcance de los niños, deben ser usados como indican las etiquetas y no hay que limpiar pisos con agua combinada con insecticidas.
Por su parte, el ingeniero agrónomo Matías Aparicio señaló que, en lo posible, se trata de volver a medidas más saludables, como colocar un tul que rodee las cunas de los bebés o mosquiteros.
“Es necesario comprender que la convivencia con ratas y cucarachas, por ejemplo, es parte del modelo cultural de vivir en mega ciudades”, manifestó.
Agregó que cuando ya “no queda alternativa”, lo mejor es contratar los servicios profesionales de una empresa de control de plagas urbanas que debe tener un asesor técnico (ingeniero agrónomo o veterinario) y estar habilitada por el estado municipal.
Pero si la decisión es comprar un producto de venta libre, la recomendación del profesional es no almacenarlo junto con alimentos, bebidas, cosméticos. Aclaró asimismo que estos productos nunca se deben guardar en la alacena ya que pueden emanar vapores y contaminar a los alimentos.
Por otra parte, explicó que es necesario “considerar que mayor residualidad implica más tiempo en el ambiente”. “Hay productos que indican que ‘matan y sigue matando’ insectos. Eso implica más perdurabilidad. Pero esa no es una información que tenga el usuario, por eso creo que lo mejor es que los use un profesional”, añadió.
Otras sugerencias importantes para manipular estos productos son: tener la piel cubierta, protegerse los ojos; no fumar, beber o comer durante su aplicación, no aplicar en presencia de personas y animales. Más aún si se trata de niños o personas sensibles. Luego de usarlos, es necesario ventilar los ambientes y lavarse las manos con agua y jabón.
Por último, Verónica Goldaracena, médica responsable del centro de Toxicología del hospital San Roque enfatizó: “Ante la presencia de síntomas y antecedentes de haber estado expuesto a estos productos se debe acudir al médico”.
Síntomas y direcciones
Generales: debilidad.
Neurológicos: cefalea, mareos, confusión, contracciones musculares, temblores, depresión o excitación, convulsiones, coma.
Gastrointestinales: dolor abdominal, diarrea, náuseas, vómitos, excesiva producción de saliva.
Cardiovasculares: hipotensión, hipertensión, bradicardia, taquicardia.
Respiratorios: rinorrea, broncorrea, broncoespasmo, dificultad respiratoria.
Dermatológicos: dermatitis de contacto, lesiones ampollares, acné.
Hematológicos: hemorragia.
Otros: visión borrosa, miosis, midriasis, lagrimeo.
Dónde llamar
Hospital Municipal de Urgencias
Teléfonos: (0351) 427-6200/ 434-1201.
Hospital Infantil municipal
Teléfonos: 470-8800/ 433-5452 al 58. Conmutador: 5000 Int. 5010/11/12.
Centro referencial Provincial de Toxicología Hospital de Niños de la Santísima Trinidad de Córdoba
Guardia (0351) 458-6400 / 6406/ 6405/6500.
Centro de Toxicología Hospital San Roque
Tel: (0351) Conmutador 434 – 8914/8916.
Fuentes:
Analía Reineri, El mal uso de plaguicidas domésticos, un riesgo para la salud, 30/04/14, La Voz del Interior. Consultado 30/04/14.
Analía Reineri, Niños, los más vulnerables, 30/04/14, La Voz del Interior. Consultado 30/04/14.
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