Éxodo de vecinos en un barrio donde las calles llevan nombres de ríos. Muchos de sus habitantes se instalaron con autos y alimentos sobre la ruta 158. No quieren alejarse por temor a los saqueos.
por Miguel Durán
- Maestro, yo vivo acá. Ando dando vueltas desde las 4 de la mañana. Me voy a bañar y vuelvo.
- No sé si va a poder pasar cuando vuelva.
Los dos hombres de Seguridad Ciudadana son inflexibles. Están apostados sobre la ruta 158, a la altura de la Casa de Nazareth, complejo totalmente inundado. “Dejen el auto allá y caminen. Es peligroso, hay máquinas grandes trabajando y se ha desplomado parte del puente Andino”. Ni los periodistas podían avanzar en auto. Unos 100 metros más adelante, dos policías de la provincia fueron aún más allá.
“No pasa nadie, ni a pie”. Fue necesaria una llamada al jefe de la Regional para poder superar el segundo obstáculo.
Unos 300 metros más adelante aparecen las primeras casas de Vista Verde. El agua ingresó a las casas residenciales provocando el éxodo de los habitantes a partir de las 4 de la madrugada de ayer, cuando la policía y bomberos voluntarios anunciaban la inundación y les pedían que abandonaran sus domicilios.
Históricamente, cuando hay inundaciones, cualquiera sea el pueblo, ciudad o provincia, las imágenes que recorren el país son de gente pobre que se quedó sin nada. Los políticos reparten colchones y la gente común participa de campañas solidarias convocadas por entidades de bien público.
Vista Verde es la contracara de la moneda. Los vecinos son de clase media, media alta para arriba. Hay casas imponentes. Por una ironía del destino, todas las calles del barrio llevan nombres de ríos. El torrente que corre por la Río Suquía, paralela a la ruta, mete miedo. Algunos se hicieron de alguna canoa o bote para poder retirar ropas y alimentos. Otros se atreven a caminar con el agua por encima de la cintura, ignorando las recomendaciones. Casi todos fueron evacuados o se autoevacuaron, pero ninguno concurrió a los centros de evacuación habilitados por la Municipalidad de Villa María. La mayoría estacionó los vehículos en ambas manos de la ruta para no alejarse de sus bienes. “La gente tiene miedo porque hay rumores de que hubo saqueos. Nadie se quiere ir”, admite Silvana Quintana, mientras recibe un mate que le ceba la madre. Si no fuera por los rostros angustiados podría pensarse que están de pícnic. La mujer permanecerá en su vehículo hasta que bajen las aguas. “Norberto, mi marido es empleado, tuvo que ir a trabajar, Esta noche se va a ir a dormir a la casa de la madre”.
Vivir en el techo
Sobre Suquía, a metros de Río Salado, una familia decidió quedarse hasta que bajen las aguas. Todos se fueron a vivir al techo de la casa. Alcanzaron a subir la cama matrimonial y gran cantidad de ropa. En un perchero de pie blanco colgaron varias mochilas. Se observan tres hombres y una mujer que caminan como si estuvieran tomando sol en una playa y hacen oídos sordos a las recomendaciones lanzadas de un bote que los bomberos con el agua hasta el cuello empujan para trasladar a dos mujeres.
El sol parte la cabeza al caminar por el pavimento. Los bomberos van y vienen. Personal de sanidad reparte botellas de agua. La ruta está poblada. “No vas a querer salir del barrio porque no te van a dejar entrar”, grita una abuela al viejito que encara para pasar.
A la derecha del camino el calor es insoportable. A lo largo de 300 metros hay sólo dos árboles y entre ambos resaltan las banderas y trapos rojos de un santuario popular del Gauchito Gil. Dos automovilistas están parados a la sombra. “¿Serán creyentes?”, pregunta un muchacho descalzo con las ojotas en la mano al amigo que camina a su lado con una Coca.
De repente, un gran tractor con un enorme acoplado repleto de gente emerge del torrente. La mayoría son mujeres y chicos. También dos perros. Bajan bolsos y mochilas y hasta alguna reposera. En el acoplado vacío alguien olvidó una botella helada de cerveza Iguana. Algunos hacen bromas, otros lloran. Entre los más preocupados está Josefina Zoia. “Estoy destruida”, confiesa mientras aferra a su nietita. “En la planta alta se ha quedado mi hija con su familia, hace dos meses se les quemó la casa y se vinieron a la mía. Yo me voy a dormir a la casa de una amiga porque en la mía hay un metro de agua”.
A lo largo de la caminata, muchos comentaron que se había partido el puente Andino. La versión fue lanzada por personal de Seguridad Ciudadana y confirmada por policías. Cuando aún restaban unos 600 metros para llegar al puente, la ruta estaba desolada. “No, el puente está intacto”, aclara un integrante de Seguridad Ciudadana. “Vino uno en moto gritando que se había caído, debe ser que lo quiere hacer infartar a Accastello (Eduardo, intendente de Villa María)”, le apuntó un compañero.
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Fuente:
Miguel Durán, Ironía del destino en el barrio Vista Verde de Villa María, 28/02/14, La Voz del Interior. Consultado 28/02/14.
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