por Suvendrini Kakuchi
Las vidas de Yoshihiro Watanabe y su esposa Mutsuko,
cultivadores de hongos y arroz en la localidad japonesa de Fukushima, cambiaron
drásticamente desde el colapso de la central nuclear de Dai Ichi, tras el
terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011.
“Peligrosos niveles de radiación de los deteriorados
reactores nucleares nos obligaron a dejar de cultivar hongos y redujeron casi
80 por ciento nuestros ingresos agrícolas”, dijo Watanabe a IPS.
Su familia también tiene extremo cuidado en proteger su salud,
eligiendo solo alimentos “seguros”, lo cual implica “un estilo de vida que
crispa los nervios”, agregó. Los alimentos expuestos a radiación aumentan los
riesgos de contraer cáncer.
Bajo los límites impuestos por el gobierno japonés, los
productos alimentarios que reportan una contaminación superior a 100
becquereles por kilogramo no se pueden vender.
El establecimiento de Watanabe, creado hace 200 años, está
en Dateshi Ryozenmachi, un pequeño poblado agrícola ubicado a 55 kilómetros de
donde funcionaba el reactor nuclear de la central de Fukushima.
Este año, la oficial Área de Evacuación Deliberada se redujo
a un radio de 40
kilómetros alrededor de los reactores dañados, aunque se
han constatado riesgos radiactivos en zonas que se encuentran incluso a 100 kilómetros de
distancia.
Watanabe entiende que su futuro es incierto. “El accidente
nuclear asestó un duro golpe a la agricultura en Fukushima, contaminando vastos
tramos de tierras y asustando a los consumidores japoneses que rechazan
nuestros productos”, explicó.
La prefectura de Fukushima contaba con la tercera mayor
cantidad de agricultores en Japón, que producen una amplia variedad de frutas,
verduras y alimentos procesados.
El mayor obstáculo que afrontan los agricultores es la falta
de un estándar claro en materia de riesgo de radiación que todos acepten, dijo
Watanabe.
La variedad de hongos que Watanabe cultiva en un terreno
montañoso de la zona continúa exhibiendo niveles de entre 700 y 1.000
becquereles por kilogramo. Esto es hasta 10 veces la cifra permitida.
Se han creado nuevas organizaciones integradas por
residentes y científicos comprometidos con la situación para promover los
controles de los alimentos, en un intento por hacer que vuelvan a la normalidad
las vidas de los agricultores afectados en Fukushima, que ahora dependen de
compensaciones del gobierno.
Manabu Kanno, quien lidera la organización Rehabilitando un
País Hermoso de la Radiación ,
dijo a IPS que la misma lanzó un servicio de inspección poco después del
accidente nuclear, a través de un fondo no gubernamental. El grupo aspira a
proteger la muy dañada agricultura local.
Actualmente apoya a más de 90.000 hogares agrícolas que
pagan una cuota nominal para que inspeccionen sus productos y declaren que son
seguros para los consumidores.
“Los productores ganaderos son los más afectados, dado que
la leche muestra altos niveles de radiación. Pero más de dos años después del
accidente hay algunos destellos de esperanza, porque la radiación está
bajando”, dijo Kanno.
Ahora los agricultores se dedican a nuevos cultivos, como
los pepinos, y optan por ventas directas a los clientes en vez de vender en
supermercados, donde los productos etiquetados como “de Fukushima” generan
rechazo. Algunos productores también reiniciaron el cultivo de arroz este año.
Hay mucho en juego. Más de 150.000 personas que residían
dentro de las zonas peligrosas cercanas al reactor de Fukushima continúan
viviendo como “refugiados nucleares” en otras ciudades para evitar la
radiación.
El Ministerio de Ambiente lleva a cabo un programa de
descontaminación que incluye la remoción de la capa superficial del suelo en
tierras afectadas. Se prevé que este plan insuma por lo menos cinco años más.
El escepticismo de los consumidores es alto, especialmente
entre las familias con hijos pequeños, los más vulnerables a la exposición
radiactiva.
Mizuho Nakayama, directora de la organización Protejan a los
Niños de la Radiación ,
dijo a IPS que “el accidente de Fukushima alteró drásticamente la noción de
seguridad alimentaria, particularmente para las madres que quieren proteger a
sus hijos de la agricultura contaminada”.
Nakayama, ella misma madre de un pequeño de cuatro años,
dijo que las actuales medidas de radiación divulgadas por el gobierno confunden
a los padres. Su entidad controla los datos oficiales en términos del riesgo
para niños y niñas.
“Nuestros patrones de compra de alimentos cambiaron. La
prioridad es la seguridad y nuestra propia evaluación”, lo que implica
distanciarse de modo importante de la actitud de confiar “en que el gobierno
nos protege”, sostuvo.
“Por primera vez nos dimos cuenta de que no podemos confiar
en los límites de radiación del gobierno”, añadió.
Los agricultores no son los únicos que todavía están
afectados. La semana pasada, pescadores de Fukushima elevaron una protesta a la Compañía de Energía
Eléctrica de Tokio (Tepco), dueña del reactor dañado, para que frene el agua
radiactiva que se filtra al océano Pacífico.
Fuente:
Suvendrini Kakuchi, Pesadilla radiactiva persiste para agricultores de Fukushima, 01/08/13, Inter Press Service. Consultado 02/08/13.
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