domingo, 21 de julio de 2013

La inserción de la tecnología nuclear en el entorno simbólico de la cultura humana


Un poco de historia
En la antigua Grecia los saberes propios de los artesanos estaban relegados a un nivel inferior en la ciencia dominada por la filosofía. Pero a medida que los conocimientos de los artesanos en la construcción de máquinas de guerra, sirvieron para la conservación del poder por parte de las clases dirigentes, ocurrió una inversión en la escala valorativa. Así se dio una mejora de las ciencias, surgiendo la distinción entre niveles de conocimiento. Los tecnócratas pasaron a ser los más calificados para tomar las decisiones, por ser quienes manejan los fundamentos de las teorías de la física. De este modo, las innovaciones tecnológicas se impusieron por sí mismas de una forma imparable, al encontrarse sujetas al descubrimiento de las leyes inexorables de la naturaleza. La ciencia y la tecnología se mistifican y se convierten en la garantía del desarrollo racional (1).

La tecnología nuclear como arma de guerra
Las innovaciones en energía nuclear comienzan a fines del siglo XIX con el descubrimiento de Becquerel de la radiactividad del uranio, y por parte de Thomson de la existencia del electrón. Hacia 1939 se concluye que al bombardear un átomo con un neutrón se lo podía fisionar, en un proceso que liberaba una gran cantidad de energía y nuevos neutrones. Ante tal revolución, los científicos estaban consternados, porque la nueva tecnología podía ser usada con fines bélicos. Albert Einstein escribió al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt, una carta señalando “que en el futuro inmediato, el elemento uranio puede ser convertido en una nueva e importante fuente de energía”, advirtiendo además de la posibilidad de fabricar armas y que Alemania estuviera desarrollando una. La administración norteamericana creó entonces el Comité Consultivo del Uranio, cuyo primer informe confirmó la factibilidad de obtener la bomba atómica. A resultas de todo ello, se concibió el Proyecto Manhattan, en el cual Estados Unidos implicó a sus industrias en la fabricación de elementos para el enriquecimiento de uranio, con grandes laboratorios secretos (Oak Ridge, Hanford Site y Los Álamos). Todo este proyecto de gran envergadura, implicó unos 150.000 empleados, 2.000 millones de dólares (20 mil millones de dólares actuales), y culminó con la detonación de 3 bombas atómicas, 2 de ellas sobre población civil, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Las Unión Soviética consiguió desarrollar la bomba atómica en 1949. A partir de ese momento comenzó a disputarle la hegemonía mundial a Estados Unidos, en un conflicto conocido como la Guerra Fría, donde las tecnologías nucleares jugaban un papel preponderante.

La Chicago Pile-1 y los primeros residuos nucleares
En el marco del Proyecto Manhattan se construyó el primer reactor artificial del mundo. En 1942 un grupo de científicos liderados por el físico Enrico Fermi, armaron debajo de las gradas de un estadio de la Universidad de Chicago, el reactor conocido como Chicago Pile-1 (CP-1). Se traba de una pila de bloques de uranio y grafito junto con barras de metal para controlar la reacción. Poco después del éxito inicial, el reactor fue trasladado a Red Gate, para continuar los experimentos en un lugar más retirado que el poblado campus universitario. El CP-1 es considerado un hito de la ciencia, y a su vez fue el comienzo de la difícil relación entre el material fisible y la seguridad de las personas a su alrededor. Los residuos de estos experimentos permanecen enterrados en Red Gate, en los que es hoy un parque arbolado en las afueras de Chicago. Un monolito marca el lugar y recuerda que ignorar el problema no hace que desaparezca. El mismo Fermi expresó que "al producir energía con la fisión nuclear estamos creando radiactividad a una escala sin precedentes y de la que no tenemos experiencia alguna, por lo que veremos si la sociedad aceptará una tecnología que produce tanta radiactividad".

La propaganda nuclear de la postguerra
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se encontró con un panorama que exigía nuevas medidas para asegurar la supervivencia del complejo industrial nuclear, dada la importancia política y geoestratégica que había alcanzado. Los altos costos del programa de armas nucleares ejercían presión para desarrollar una industria de energía nuclear civil, que podría ayudar a justificar los considerables gastos del gobierno. Además, muchas de las tecnologías y los materiales relacionados con esta última, podían ser usados para hacer armas nucleares. La administración norteamericana, consciente de la necesidad de propaganda que precisaba la nuclear, vio en los usos pacíficos de estas tecnologías la posición interpretativa y valorativa que necesitaban. El presidente Dwight Eisenhower, pronunció ante la ONU su discurso “Átomos para la paz”, que hacía hincapié en presentar los beneficios, oportunidades y posibilidades que esta aplicación suponía.

Esta política de estado, influyó en toda la cultura estadounidense de las décadas de 1950 y 1960, durante las cuales el tema nuclear estuvo de moda en juguetes, historietas, nombres comerciales, y otros. Los juguetes populares suelen reflejar las nuevas tecnologías de su tiempo, de esta manera los niños aprenden a reconocer las formas, el vocabulario específico y los rudimentos de funcionamiento. Sin duda que algunos de estos juguetes inspiraron a los jóvenes a seguir carreras en la tecnología nuclear. Tomemos por caso la central nuclear de juguete Wilesco, fabricada en Alemania Occidental en 1965, en su folleto de instrucciones se podía leer el siguiente texto: "Mi querido amigo, una nueva era técnica ha hecho su aparición- la era atómica... Sin duda, usted verá todos estos asuntos con una mente capacitada técnicamente, más desapasionada, en contra de la generación más vieja y quizás también de sus propios padres. Ellos pueden tener una sensación amarga cuando escuchan la palabra átomo. Para ellos esto es, junto con la idea de la bomba atómica, muerte y destrucción... No es de extrañar que pierdan de vista, en tales circunstancias, el valor real de esta fuente casi inagotable de energía..." La construcción social entorno a la energía nuclear, la pensaba como la panacea universal que venía a resolver todos los problemas de la humanidad.

Los desastres ambientales del desarrollo de armas nucleares
Simultáneamente al programa “Átomos para la paz”, se producía una escalada de ensayos de armas nucleares. Se estima que en total se realizaron unas dos mil explosiones nucleares. Una treintena con fines pacíficos, para cavar pozos, construir canales o puertos artificiales. En Estados Unidos, la prueba Trinity fue la primera detonación de una bomba nuclear en la historia, tuvo lugar en Alamogordo, al sudeste del país, en julio de 1945. El hongo atómico se convertiría en una imagen icónica de la energía nuclear. Robert Oppenheimer, director científico del Proyecto Manhattan, comentó que la prueba le recordó una línea del texto sagrado hinduista Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en La Muerte, destructora de Mundos”. A Trinity le siguieron dos detonaciones sobre blancos civiles, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. De esta manera, la energía nuclear se presentaba a nivel mundial. Einstein comentaría: "debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a Roosevelt".

El Nevada Test Site fue el emplazamiento establecido por el gobierno norteamericano para el ensayo de armas nucleares, que también se realizaron en el Pacífico. Recordemos por ejemplo el ensayo de Castle Bravo, en las Islas Marshall en 1954, que provocó una lluvia radiactiva, contaminando miles de kilómetros de océano y numerosas islas. Un tripulante de un pesquero japonés, Aikichi Kuboyama, murió siete meses después y dejó estas palabras: "Ruego ser la última víctima de una bomba atómica o de hidrógeno".

De los numerosos desastres ambientales del programa de armas nucleares norteamericano, citaremos a Hanford Site, en el estado de Washington, que actualmente forma parte del mayor proyecto de restitución ambiental del mundo.

Por su parte, el programa de armas nucleares soviético se desarrolló en una treintena de ciudades secretas, las pruebas se concentraron en los polígonos de Semipalatinsk, en el desierto de Kazajistán, y Nueva Zembla, sobre el Océano Ártico. En Semipalatinsk se detonó en 1955 la bomba termonuclear RDS-37, que provocó 2 muertes y afectó a la ciudad de Kurchatov. Entre los numerosos desastres ambientales del programa soviético mencionaremos la planta Mayak, construida en la década de 1940 para trabajar el plutonio empleado en armas. La planta liberó cantidades enormes de agua contaminada en los ríos cercanos, y utilizó como deposito de desperdicios nucleares al lago Karachai, que es considerado uno de los sitios más contaminados de la Tierra y fue llenado con bloques de cemento. El 6 de abril de 1993 explotó un contenedor de sales de uranio en la planta de Tomsk-7, el principal peligro del accidente, además de los trabajadores, era la ciudad de Tomsk, una de las más pobladas de Siberia, con más de medio millón de habitantes. Más de un millón de kilómetros cuadrados habían resultado contaminados.

El marco legal y la limitación de responsabilidades
En 1954 el Congreso de los Estados Unidos aprobó la ley de promoción de la utilización de la energía nuclear. Esta ley aludía a conceptos como bienestar general, promoción de la paz mundial, de la libre competencia y mejora del nivel de vida. Pero no cumplió sus objetivos de fondos suficientes para invertir en la innovación necesaria que adaptara los diseños militares al uso civil. Así que se decidió la subvención de las centrales nucleares con la aprobación del Acta Price-Anderson de 1957, que limitaba la responsabilidad civil de las empresas explotadoras de las centrales ante un eventual accidente. Bajo este dispositivo legal, todos los posibles costos futuros que excedieran el límite de responsabilidad se externalizan a otros. Nadie podría invertir en centrales nucleares en ausencia de esta distorsión del mercado.

El ingeniero nuclear Dave Lochbaum, de la Unión de Científicos Preocupados, opinó que el Acta Price-Anderson lo que ha hecho básicamente es inhibir el desarrollo de características de seguridad, porque aquel vendedor de reactores que desarrolla una nueva aplicación que hace a sus centrales mucho más seguras, no recibe ningún descuento en el precio del seguro por accidente (2).

Otra consecuencia del Acta Price-Anderson es que no hay ningún incentivo para evitar la ubicación cerca de centros poblados, ya que cualquier operador paga por igual. Al respecto, el economista y especialista en historia ecológica, Antonio Elio Brailovsky, critica que la localización de las actividades nucleares no suele tener en cuenta estos riesgos. Se supone que no puede ocurrir nada grave, por lo cual se ubican las instalaciones nucleares en los sitios económicamente más convenientes. Es decir, en lugares próximos a las grandes ciudades que van a usar la electricidad, ya que el transporte de la energía tiene un costo alto (3). Esto explica la ubicación de centrales nucleares en lugares inundables, como Fort Calhoun y Cooper, en la planicie de inundación del río Missouri; o Indian Point y Oyster Creek, sobre la costa este vulnerable a las crecidas provocadas por los huracanes. En 2012, los especialistas Larry Criscione y Richard Perkins, acusaron públicamente a la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos de minimizar los riesgos de inundación para las centrales nucleares que están situadas aguas abajo de grandes embalses y presas. Tal es el caso de la central Oconee, vulnerable a una falla de la presa Jocassee (4). Como el modelo de limitación de la responsabilidades fue exportado al resto de los países que desarrollaron esta tecnología, también encontramos centrales nucleares en lugares inundables en Francia, tal es el caso de Blayais, a orillas del estuario de Gironda, que sufrió una inundación catastrófica en diciembre de 1999.

Los primeros modelos comerciales
Estados Unidos desarrolló el reactor de agua a presión (PWR) para uso naval, que usa combustible de óxido de uranio enriquecido, moderado y refrigerado por agua liviana. Con base en este modelo se construyó en 1957 la central nuclear de Shippingport, en Pennsylvania. Westinghouse diseñó el primer PWR plenamente comercial, Yankee Rowe, de 250 MW, que inició sus operaciones en 1960. También se desarrolló el reactor de agua en ebullición (BWR), siendo esta vez General Electric la que diseñó el primero, Dresden-1, de 250 MW. A finales de la década de 1960, aparecieron las unidades BWR y PWR de más de 1000 MW.

El desarrollo británico tomó un rumbo diferente y dio lugar a una serie de reactores alimentados por uranio natural, moderado por grafito y refrigerado por gas. La primera de estas centrales tipo Magnox, Calder Hall-1, se puso en marcha en 1956. Los canadienses desarrollaron a inicios de la década de 1960 el modelo CANDU, con combustible de uranio natural y agua pesada como moderador y refrigerante. Francia comenzó con un diseño de gas-grafito y después se inclinó de manera definitiva por la tecnología PWR.

El esfuerzo dio como resultado el boom de construcción de centrales nucleares que tuvo lugar a comienzos de la década de 1960. Y así como alguna vez las fábricas y el humo se incorporaron al paisaje en las obras de arte. Medio siglo después lo hicieron las torres de enfriamiento de las centrales nucleares. Posteriormente, la demanda de centrales tuvo períodos de auge y de cancelación de proyectos. En los cuales influyeron el mercado financiero, el costo de los combustibles fósiles y los accidentes nucleares.

La Ley de Política Energética de 2005, promulgada por el presidente George Bush, fue el último esfuerzo por salvar la industria nuclear. En primer lugar se extendió la vigencia del Acta Price-Andreson hasta el 2025. Además, el gobierno cubriría los sobrecostos regulatorios y otorgaba un crédito fiscal por kilovatio, que ponía en igualdad de condiciones a la energía nuclear con respecto a las demás fuentes libres de emisiones. El momento era perfecto, "Una generación más joven había olvidado o no habían vivido Three Mile Island y Chernóbil", opinó  Edwin Lyman, científico especialista en la materia.

Las centrales nucleares soviéticas
A pesar de su sistema político y económico bien distinto al norteamericano, la Unión Soviética impulsó un ambicioso programa nuclear, por las mismas razones geoestratégicas que su rival. A su vez, el país disponía de abundantes recursos naturales para la generación eléctrica, formados por combustibles orgánicos y reservas hidráulicas, suficientes para satisfacer la demanda. Sin embargo, los principales recursos se encontraban en las regiones orientales de la Unión Soviética, alejadas de la parte europea y los Urales, regiones sumamente industrializadas y con la densidad de población más elevada. De ahí otra de las conveniencias que vieron las autoridades soviéticas de construir centrales nucleares.

Para el materialismo dialéctico soviético, las ideas tienen un origen físico, lo primero es la materia y la conciencia lo derivado. Esta filosofía se apoya en datos, resultados y avances de las ciencias. Hacia 1954 en el instituto de Física de la ciudad de Obninsk, se puso en marcha la primera central nuclear para generación de electricidad del mundo. El AM 1 (Atom Mirny, “Átomo pacífico”) era un reactor enfriado por agua y moderado por grafito. Que sirvió como prototipo para los difundidos diseños de tipo RBMK, Reaktor Bolshoi Moshchnosty Kanalny (reactor de canales de alta potencia).

Las centrales nucleares se construían en zonas rurales situadas entre 50 y 100 kilómetros de grandes urbes, se buscaba que no estuvieran demasiado alejadas de los centros fabriles tradicionales. A unos 5 kilómetros de la central, se levantaba un núcleo urbano para que el personal pudiera ir andando si lo deseaba o rápidamente en los medios de transporte urbano. Se trababa de pequeñas ciudades que albergaban en su mayoría jóvenes obreros, ingenieros y profesionales que trabajaban en la central nuclear y en las industriales de nuevas tecnologías que se construían en las cercanías. Eran ciudades planificadas, con un nuevo trazado urbano, grandes calles y jardines. Los edificios se diseñaban de forma modular, lo que aceleraba su construcción y les permitía una flexibilidad en la disposición de los pisos para familias numerosas o para personas solteras.

El riesgo de las centrales nucleares
La proliferación de centrales nucleares a mediados del siglo pasado tuvo más que ver con decisiones políticas que con una tecnología que se halla ganado su lugar. La seguridad en torno a las mismas fue una construcción cultural y valorativa que no respondió a la prueba del tiempo. Desenmascarando el hecho de que la fisión nuclear no es un proceso que esté completamente controlado por la industria que lo maneja. Los tecnócratas nucleares realizaron complicados cálculos que daban como resultado probabilidades extremadamente pequeñas de ocurrencia de un accidente nuclear catastrófico. No obstante un cálculo mucho más sencillo nos muestra que en cinco décadas de industria nuclear se fundieron cinco núcleos.

Three Mile Island. La central nuclear de Three Mile Island había sido construida en 1974, sobre un banco de arena en el río Susquehanna, Pennsylvania, a sólo 10 kilómetros aguas abajo de la capital del estado, Harrisburg. A las 4 de la mañana del 28 de marzo de 1979, con la falla de una válvula de presión del reactor 2, comenzaba el peor accidente en la historia de la industria nuclear de Estados Unidos. Más de la mitad de la base del núcleo del reactor resultó fundida y se liberaron gases radiactivos a la atmósfera. Unas 100.000 personas huyeron de las ciudades circundantes. El 1 de abril, el presidente Jimmy Carter llegó a Three Mile Island para inspeccionar la planta. Carter era ingeniero nuclear, y había ayudado a desmantelar un reactor canadiense accidentado, durante su servicio en la Marina de los EE.UU. Su visita logró el objetivo de calmar a los residentes locales y a la nación. La comisión presidencial designada para estudiar el accidente emitió un informe que citó como causas a un mal funcionamiento mecánico, complicado por error del operador y la mala gestión. Three Mile Island redujo notablemente la confianza de la población en las centrales nucleares, fue para muchos un presagio de los peores temores asociados a esta tecnología y dio inicio a una moratoria en la construcción de centrales nucleares.

El acontecimiento ocurrió doce días después del estreno de la película “El síndrome de China”, que trataba sobre un incidente ficticio pero con grandes similitudes. El profesor de sociología, Charles Perrow, se inspiró en Three Mile Island para escribir el libro “Accidentes normales: Vivir con tecnologías de alto riesgo”, que ofrece un análisis de los sistemas complejos desde un punto de vista de las ciencias sociales. Concluyó que el hecho fue una consecuencia de la inmensa complejidad del sistema. Estos sistemas de alto riesgo modernos son propensos a fallas por muy bien que se manejen. Perrow definió a Three Mile Island como un accidente normal, ya que fue "inesperado e incomprensible, incontrolable e inevitable".

Chernóbil. Una nueva ciudad se había levantado junto a la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, para albergar a los trabajadores, Prípiat era llamada la ciudad del futuro, sin embargo la de 1986 iba a ser su última primavera. Eran tiempos de la guerra fría y se acercaban los festejos del primero de mayo. Las autoridades temían un posible ataque o atentado en sus centrales nucleares. De manera que ordenaron realizar pruebas de seguridad. En Chernóbil, una secuencia de errores humanos y fallas tecnológicas desencadenaron la súbita elevación de la potencia del reactor 4, el sobrecalentamiento y la posterior explosión del hidrógeno acumulado en su interior. La nube con partículas radiactivas alcanzó miles de metros de altura y contaminó a Europa. El gobierno intentó ocultar el accidente, pero la magnitud del mismo lo hizo imposible. Se evacuaron cientos de miles de personas y se dispusieron todos los recursos del Estado en un proceso de estabilización y confinamiento del reactor accidentado, además de la mitigación en las zonas circundantes. Donde se desempeñaron medio millón de personas, conocidos como "liquidadores". Los gastos generados por el accidente fueron claves en la caída de la Unión Soviética. Si bien el número de muertos y enfermos es objeto de controversias, el efecto deletéreo en la salud de miles de personas está fuera de discusión. Otra secuela del accidente son los sitios que permanecerán inhabitables durante cientos de años, tal es el caso de Prípiat que actualmente es un lugar abandonado. Para albergar sus habitantes, se fundó a unos 50 kilómetros la ciudad de Slavutych.

Fukushima. El 11 de marzo de 2011, un terremoto de categoría 9 bajo el mar frente a la costa nororiental de Japón, generó un tsunami que causó más de 19.000 muertos. Como así también dejó sin suministro eléctrico e inhabilitó los generadores de emergencia de la central nuclear de Fukushima 1, unos 240 kilómetros al noreste de Tokio. La falta del sistema de refrigeración provocó la fusión en sus reactores y explosiones de hidrógeno, forzando la evacuación de unas 160 mil personas para evitar la radiactividad. Después del accidente, la empresa operadora de la central Tokio Electric Power Company (Tepco) no pudo pagar los costos del desastre y fue nacionalizada, trasladando la mayor parte de los gastos al gobierno. Los 50 reactores que le quedaban al país fueron desconectados, de los cuales al 2013 se reiniciaron solo 2.

La contaminación radiactiva se extendió más allá de la zona inicial de evacuación, llegando inclusive a Tokio. Se detectó contaminación en arroz, carne, frutas, verduras y leche, lo que causó el pánico en las personas y estragos en la economía. En enero de 2013 se midió cesio radiactivo en capturas de pescado en la costa de Fukushima, 2.540 veces por encima del límite legal para el consumo humano. Casas, escuelas y municipios enteros deben ser descontaminados incluyendo la tierra. Solo de la prefectura de Fukushima tendrán que ser retirados alrededor del 29 millones de metros cúbicos de suelo radiactivo (5).

A pesar del anuncio de las autoridades de la estabilización de los reactores en diciembre de 2011. Esta se logró instalando un precario circuito de refrigeración con agua, que pretende ser un circuito cerrado y sufrió reiterados cortes de energía debido a que las ratas dañaron el cableado eléctrico. Los reactores están al lado de unas colinas, en el tramo final de un acuífero que desemboca en el mar. Lo que está ocurriendo es el ingreso de agua proveniente del acuífero subterráneo, a través de grietas en la parte baja de los edificios. Entonces se mezcla con el agua del circuito cerrado de manera que el volumen se incrementa. Como hay una prohibición tácita de verter agua al mar, el agua se deposita en tambores que se acumulan en el predio.

La falacia narrativa
Cuando los accidentes fueron sucediendo con una frecuencia mucho mayor a la esperada, la industria nuclear buscó explicaciones tendientes a estabilizar la opinión pública. En lo que el filósofo Nicholas Taleb denominó falacia narrativa, una interpretación retrospectiva que reduce las incertidumbres futuras (6). Luego de Three Mile Island la industria nuclear aseguró haber aprendido la lección y que no volvería a suceder. Chernóbil fue adjudicado a la tecnología soviética anticuada, sumada a un sistema político y económico fallido. Sin embargo Fukushima sucedió en centrales diseñadas, construidas y operadas por la flor y nata de la industria nuclear. Al respecto, Pablo Gavirati, becario de doctorado de la UBA, señaló que resulta totalmente criticable, hablar de una particularidad japonesa y que esto sólo ocurrió por un gran terremoto y un gran tsunami. No dicen, que estos acontecimientos eran esperados por Japón, y que ningún informe serio planteó el alto riesgo que un país ubicado en el llamado "cinturón de fuego" posea más de 50 centrales nucleares (7).

La posición actual de la industria nuclear, se puede deducir de las inquietantes declaraciones del director de la división del ciclo de combustible nuclear y de tecnología de residuos de la Organización Internacional de Energía Atómica, Juan Carlos Lentijo, habiendo pasado dos años del accidente dijo que la situación “No es normal, aún está muy lejos de serlo” y sobre el agua acumulada explicó que: “Lo lógico es descontaminar el agua y una vez asegurados los límites de vertido hacer lo que se hace en las centrales normales: verterla. Lo que pasa es que aquí, por un lado se acumula el tritio y por otro, tienen el problema de la sensibilidad social… Por eso no queremos decir que se debe verter el agua… Lo que tiene que entender todo el mundo es que el desmantelamiento de Fukushima no es un proyecto de Tepco, o del Ministerio de Industria”, reflexionó Lentijo (8).

La industria nuclear ganó miles de millones con la construcción y operación de Fukushima, pero es el gobierno japonés y sus ciudadanos quienes deben enfrentar las costosas consecuencias del accidente, estimadas entre los 130 y los 650 mil millones de dólares. Muchas de las empresas que construyeron y operaron Fukushima, están ganando dinero a partir del desastre, al participar en las operaciones de descontaminación y desmantelamiento.

Los residuos de las centrales nucleares
El ingeniero y escritor Marcel Cordech, señaló que la tecnología nuclear es intrínsecamente peligrosa porque supone la generación de enormes cantidades de elementos radiactivos que la naturaleza se había encargado de ir desintegrando a lo largo de centenares de millones de años. Cuando surgió la especie humana ya solo quedaban en el planeta unos pocos elementos radiactivos de larga vida, como el uranio 235, que siguen calentando el subsuelo y cuyas radiaciones llegan a la superficie en forma de una pequeña radiactividad ambiental inevitable. Con el desarrollo de la energía nuclear, sin embargo, lo que hacemos es concentrar en un reactor este remanente de radiactividad de forma que, además de energía, generamos todo tipo de elementos altamente radiactivos que ya no existían en la naturaleza y que se mantendrán radiotóxicos durante decenas de miles de años. Si todo va bien, son lo que denominamos "residuos nucleares", a los que todavía no hemos encontrado acomodo (9).

Un ejemplo argentino
La Central Nuclear Embalse (CNE) está emplazada en el Valle de Calamuchita, provincia de Córdoba, en las márgenes meridionales del embalse del río Tercero, unos 5 kilómetros el sur de la ciudad de Embalse. Se trata de un modelo canadiense CANDU 6, que comenzó a construirse en 1974 e inició sus operaciones comerciales en 1984.

Una de las características más criticadas de este tipo de reactores es el coeficiente de vacío positivo, ante un problema del refrigerante puede experimentar una excursión violenta de potencia desafiando la integridad de la estructura de contención (10). En el caso del máximo accidente nuclear posible en Embalse, pondría en peligro a más de 4 millones de personas en un radio de 300 kilómetros a la redonda.

Sobre la vulnerabilidad de la CNE a los eventos naturales, cabe señalar que durante la gran inundación de Embalse del 24 de noviembre de 2009, la central (ubicada en una cuenca vecina), salió de servicio a causa de la suciedad del agua del lago que le impedía una adecuada toma para su sistema de refrigeración (11). La Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) reconoció que un temporal de lluvia intensa y viento sur puso de manifiesto una debilidad de la planta, y que el impacto se vio influenciado por otros factores tales como al uso de la tierra por el hombre, recomendando tomar medidas para prohibir sembrar y pastorear ganado en terrenos adyacentes de CNE. No desmalezar ni desmontar en esos terrenos (12).

Otro aspecto a considerar, es que el conocimiento sobre la geología del sitio, indicó que la sismicidad de la región era más alta que la asumida durante el diseño y la construcción de la planta (13). La CNE está localizada sobre la falla de Santa Rosa, en una región donde ya se han registrado movimientos sísmicos importantes: magnitud 5,5 e intensidad VII en 1947 y magnitud 6,0 e intensidad VIII en 1934. La "falla del frente occidental de la Sierra Chica" se extiende desde Carlos Paz hasta Berrotarán y Elena. Su potencial para generar sismos es desconocido. En la región también se encuentra la falla de Las Lagunas, cercana a Sampacho -localidad destruida por un sismo en 1934- que llega hasta Río Cuarto. Curiosamente, después del desastre de Fukushima el gerente de Relaciones Institucionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Gabriel Barceló, declaró que en nuestro país no podría pasar por una situación similar "porque se usa diferente tecnología y además no estamos en zona sísmica" (14).

Los numerosos incidentes de la CNE durante sus 28 años de funcionamiento, fueron primero difundidos por la Fundación para la Defensa del Ambiente (Funam) o por Greenpeace, y posteriormente admitidos por las autoridades, en comunicados de prensa que hablaban de "fallas menores", "anomalías previsibles" o "incrementos mínimos de los valores de tritio". En marzo de 2012 la CNE llegó al final de su vida útil de diseño, se venció la licencia original de 210.240 horas efectivas de plena potencia (HEPP), esta situación no sólo no fue objetada por la ARN, sino que mediante Resolución 98/2012 el organismo regulatorio modificó la licencia original a fin de extender la vida útil del reactor hasta las 225.000 HEPP. Se pretende realizar el recambio de los componentes críticos, en un proceso conocido como extensión de vida, luego del cual la central funcionaría durante 30 años más.

Shawn Patrick Stensil, experto canadiense en tecnología nuclear, sostiene que extender la vida útil de la central en forma segura cuesta tres veces más de lo que asegura la Nación. “En mi país se decidió cerrar la central Gentilly 2, con un reactor gemelo a Embalse, porque extender su vida útil iba a costar 4 mil millones de dólares. Mientras tanto aquí dicen que realizar el mismo procedimiento con Embalse costará 1,3 mil millones de dólares. O están mintiendo sobre lo que realmente cuesta o están avalando una extensión de su vida útil con estándares de seguridad más bajos para reducir costos”. Stensil entiende que la única forma para que se logre un proceso transparente a la hora de informar la conveniencia y riesgos de extender la vida útil de Embalse es que la gente participe y demande información para que las autoridades regulatorias se vean obligadas a actuar (15).

El impacto ambiental de la Central Nuclear Embalse. Los reactores CANDU producen tritio durante su funcionamiento normal. El agua pesada -usada como refrigerante y moderador- no es radioactiva, pero se convierte en radioactiva al someterla al bombardeo de neutrones ya que algunos núcleos de deuterio transmutan en tritio. Entonces las descargas de efluentes líquidos de la CNE contaminan con tritio al lago de Embalse y al río Tercero. La ARN en su vigilancia radiológica ambiental, detecta valores de concentración de tritio, que si bien en Argentina no hay valores límites para el tritio, superan a muchas normativas existentes a nivel mundial. Tomemos por caso el valor promedio de concentración de tritio en el agua de red, para consumo humano, de la ciudad de Embalse, que en 2010 fue de 219 Becquerelios por litro (16). La Directiva Europea 98/83, fijó un límite máximo para el agua potable de 100 Becquerelios por litro.

Desde la difusión de los criterios BEIR VII en 2005 se reconfirmó que cualquier dosis de radiación ionizante implica riesgos para las células y tejidos expuestos. Raúl Montenegro, biólogo presidente de Funam, expresó que "Hasta hace unas pocas décadas se creía que solo representaban riesgo las dosis altas. Esto es pasado... Incluso las pequeñas dosis pueden provocar cáncer y otros daños biológicos importantes. Para ello se combinan el llamado efecto Petkau, y otro recientemente descubierto, el efecto Espectador. Este último deriva de la comunicación entre células dañadas por la radiación y células sanas, que adquieren la patología. Todo esto torna aún más riesgosas las bajas dosis".

La empresa operadora de la CNE, Nucleoeléctrica Argentina S.A. no ha dado a conocer el Estudio de Impacto Ambiental de la extensión de vida de la CNE, como exigen la Ley General del Ambiente Nº 25.675 y la Ley provincial Nº 7.343. Tal estudio debe ser sometido a la opinión pública. En su lugar, la operadora de la central, Nucleoeléctrica Argentina S.A. realiza campañas publicitarias como “Ponele energía al verano” o “Energía en marcha”, al mejor estilo de las campañas pro nucleares de la década de 1950.

Los límites aceptables de los radionucleidos artificiales se establecen con un criterio técnico- político, representan el grado de contaminación que está dispuesta a aceptar una sociedad. Para ello, los vecinos de Embalse deberían disponer de un estudio epidemiológico, que indique la incidencia de enfermedades oncológicas y otras. Se podría discutir la provisión de agua segura para beber y cocinar, dejando el agua de red para aseo y limpieza. Pero este debate está ausente, Nucleoeléctria solo le propone a los embalseños “ponerle onda” a la extensión de vida de la CNE.

Referencias
  1. Guillermo Velasco Figueras, Filosofía constructiva, tecnografía y política de la tecnociencia. Tecnologías nucleares. El caso de la crisis nuclear de Fukushima. Filosofía de Ciencia II, Universitat de Barcelona, 2011.
  2. Kyle Rabin, Our Hero: David Lochbaum of the Union of Concerned Scientistis, 30 de junio de 2011, ecocéntrico.
  3. Antonio Elio Brailovsky, Los sueños del ratón atómico, Esta es nuestra única tierra, Editorial Mapuche.
  4. Tom Zeller Jr, Nuclear power whistleblowers charge Federal Regulators with favoring secrecy over safety, 12 de abril de 2012, Huff Post Green.
  5. Raquel Montón, Una película de terror sin fin, ¡Fukushima!, 25 de febrero de 2013, Greenpeace España.
  6. Nicholas Taleb, El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable, Paidós, 2008.
  7. Pablo Gavirati, Día de la Tierra: La crisis nuclear japonesa y el proyecto atómico de Gioja, 22 de abril de 2011, ComAmbiental.
  8. Javier Salas, “La situación en Fukushima está muy lejos de ser normal”, 3 de junio de 2013, Materia.
  9. Marcel Cordech, El cisne negro nuclear, 14 de abril de 2013, El País.
  10. Gordon R. Thompson, Riesgos de operar reactores CANDU 6, edición español junio 2013.
  11. Parada por "lago sucio", 25 de noviembre de 2009, La Voz del Interior.
  12. Informe de Evaluación de Resistencia Realizada a las Centrales Nucleares Argentinas 2012, Autoridad Reguladora Nuclear, pg. 105.
  13. Ibídem, pg. 65.
  14. En las centrales nucleares de Argentina no podrían pasar lo de Japón, 14 de marzo de 2011, La Voz del Interior.
  15. Greenpeace sospecha del costo de refuncionalizar Embalse, 12 de junio de 2013, La Voz del Interior.
  16. Central Nuclear Embalse, Vigilancia Radiológica Ambiental, Autoridad Reguladora Nuclear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario