Inundaciones en el barrio de la Rochapea, Pamplona, tras el desbordamiento del río Arga el 9 de junio de 2013 |
Las recientes inundaciones ocurridas en Navarra, en especial
en la Cuenca
de Pamplona, responden a la conjunción de una serie de circunstancias naturales
y provocadas por el ser humano.
por Antonio Aretxabala
No parece que en Pamplona se haya cultivado ni desarrollado aún la idea geotécnica de que determinados elementos del medio humano, pueden ofrecer resistencia a los efectos negativos de una catástrofe.
Ahora lo más importante es analizar, detectar, y sobre todo
corregir, con una mirada crítica qué es lo que nos ha llevado a una situación
así; sólo de esta manera podremos evitar en lo posible el volver a repetir los
mismos errores.
La ciudadanía se pregunta y con razón, cómo es que con
valores de precipitaciones ya vividos en otras ocasiones, el efecto ha sido
esta vez tan desastroso que se ha calificado de "histórico".
Introducción: el saber geológico, clave para adelantarse a las catástrofes
Al menos en Navarra y Euskadi vamos consiguiendo que al
geólogo se le vea y arrope como un bien necesario querido y valorado entre la
comunidad, parece que las estadísticas profesionales así nos lo muestran. Se
percibe en el geólogo una destreza especial con una visión amplia, holística y
congruente en relación a las actuaciones que los seres humanos llevamos a cabo
sobre el medio que habitamos, parece un profesional capaz de suministrar
herramientas efectivas, útiles e inteligentes para mejorar la vida del ser
humano de acuerdo al entorno que hemos decidido habitar.
Al geólogo se le ve como un científico cualificado y avezado
para dotar a la sociedad de armas eficientes para resistir los embates de la Naturaleza sobre la
ciudad (vista ésta como unidad estructural de la sociedad del siglo XXI) y
viceversa, adelantando propuestas efectivas para que ambas no lleguen a
destruirse mutuamente; adelantándose también a los acontecimientos desde la
idea de que determinados elementos del medio humano, pueden ofrecer resistencia
a los efectos negativos de una catástrofe.
No obstante, dicha visión a veces se percibe en clara
contraposición y enfrentada a intereses particulares temporales o pasajeros,
algunos tristemente institucionales si han perdido la capacidad de servir a la
comunidad que los creó, o con la arrogancia, insolencia y soberbia de según qué
técnicos que representan individualidades, tentaciones lucrativas hoy
tristemente de actualidad, o actúan en provecho de objetivos que no son los
puramente científicos, o beneficiosos para la comunidad.
Puede que el profesional de las Ciencias de la Tierra , con amplia y
desinteresada mirada, que dice la verdad sobre aspectos concretos de nuestra
relación con el medio, no tenga una calurosa acogida por algunos sectores
poderosos, vemos a veces que ésta es más bien fría, ya que procuramos no
practicar (como sí hemos visto últimamente en algunos técnicos vinculados a
estamentos oficiales cuando se les brinda a que cada palo aguante su vela...)
el matar a los mensajeros o practicando el "si no estás conmigo estás
contra mí...", de eso sí podríamos
hablar largo y tendido...
Puesto que nada tenemos que perder y sí mucho que ganar, al
hacer públicas y compartir con la comunidad nuestras reflexiones, procuraremos
seguir haciéndolo. Entre esas ideas, brillantes o no, prácticas o denostadas
por intereses especulativos, está el valioso objetivo de no acabar con el medio
que nos sustenta, o que éste no acabe con nosotros..., y reafirmarnos en la
infalibe certeza de que ciertas disposiciones inteligentemente articuladas (y
por lo tanto previamente investigadas) desde el medio humano, pueden ofrecer
resistencia a los efectos negativos de cualquier tipo de catástrofe.
La vulnerabilidad es la expresión de los efectos que un
evento determinado tendrá sobre una comunidad o sociedad afectada, pero no debe
caerse en la tentación de identificarla plenamente con las pérdidas. Hacerlo
introduciría la idea de que valorarla es una labor a efectuar con posterioridad
a la catástrofe, y además tiende a reducir su alcance al de las pérdidas
económicas, ofreciendo una visión totalmente economicista y deshumanizada, algo
que pregonamos en este blog, es antirresiliente.
En la Cuenca
de Pamplona en lo que va de año se han producido tres inundaciones, una docena
de impactos sísmicos en el área metropolitana desde varios enjambres, y una
infinidad de deslizamientos y laderas que aún permanecen en movimiento; avisos
no nos faltan: a buen entendedor sobran las palabras.
Los factores desencadenantes de las inundaciones en Navarra en junio de 2013
El mapa muestra las zonas inundables del área metropolitana de Pamplona (cerca
de 350.000 habitantes). Las áreas en rojo corresponden a superficie declarada
urbanizable y ya construida a finales del siglo XX y principios del XXI. Entre
enero y junio de 2013 se han producido tres episodios de inundación, varios
enjambres sísmicos e infinidad de deslizamientos. La recurrencia de dichos
episodios va siendo cada vez más frecuente.
Clic sobre la imagen para ampliarla |
Las precipitaciones, el deshielo y la no regulación del río Ultzama
En primer lugar se ha producido un episodio de
precipitaciones importantes con valores cercanos a 100 y 150 litros por metro
cuadrado en 24 horas en algunas zonas del norte de la región, valores altos, es
verdad, pero ya vistos en otras ocasiones. A ello hay que añadir que la
distribución horizontal ha sido muy extensa, prácticamente regional y una
subida de temperaturas que añadió la fusión de nieve y hielo abundantes en las
cumbres. También debemos recordar que el río Ultzama está sin regular y que en
un intervalo de tiempo breve, el día 9 de junio de 2013, aportó la mayor parte
del flujo de agua.
La saturación hídrica (no es sólo anímica) de la región
Un factor geológico con el que no se ha contado, y que ya se
advirtió desde los medios durante las primeras horas en que se detectaron tan
fuertes lluvias, es el hecho de que los terrenos, suelos, rocas, acuíferos,
embalses, etc., de toda la
Comunidad Foral se encuentran prácticamente saturados,
llenos, e incluso rebosantes desde hace meses.
Este factor es transcendental para comprender por qué unas
lluvias fuertes, pero tampoco extraordinarias, han sido capaces de desencadenar tanto daño. Y es que "llueve sobre mojado", cualquier aporte nuevo ya
no puede ser absorbido por el suelo, no hay infiltración, cada gota de agua
pasará directamente a la escorrentía, por lo que los cauces naturales de
drenaje se verán saturados con aportes que no tienen por qué ser históricos.
Hay que destacar que tales observaciones de carácter
geológico deben computar a la hora de valorar el riesgo por parte de las
entidades que velan por la seguridad de los ciudadanos, por lo que es necesario
que dichas instituciones comiencen ya a nutrirse de un saber geológico, del
cual como se ha visto carecen; a la hora de adelantarse a acontecimientos
relacionados con los riesgos naturales es vital su presencia.
Zona inundada de los Corralillos, Pamplona, tras el desbordamiento del río Arga, el 9 de junio de 2013 |
Se pregunta la ciudadanía el porqué si en Pamplona a las 16
horas se alcanzó un máximo de 600 metros cúbicos
por segundo y en Etxauri por ejemplo el máximo a las 19 horas del domingo 9 de
junio de 2013, fue cercano a 1000 ¿cómo es que el resultado en la capital de
Navarra ha sido tan catastrófico y en Etxauri no?
Aquí es donde la respuesta incluye las actividades del ser
humano. Tradicionalmente algunas zonas ya urbanizadas en Pamplona, como la Rochapea , ciertas zonas
de Villaba y Burlada, etc., han venido siendo zonas de huerta en las sucesivas distribuciones
históricas de la ciudad de Pamplona, pero a finales del siglo XX y principios
del XXI se urbanizaron como zonas residenciales; en Etxauri, por ejemplo, este
fenómeno urbanístico no se dio en las vegas de los ríos.
Es así por lo tanto que se explica el daño generado en
algunos barrios de Pamplona, cuyas cotas topográficas, estratigrafía y
geomorfología, están ligadas a unidades de valle fluvial o llanura de
inundación, por lo que han repetido este fenómeno de daño por inundación muy a
menudo en los últimos años, por ejemplo hasta tres veces en lo que llevamos de
año.
El Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Navarra
publicó en 2005 el libro titulado “Agua y ciudad. Aprovechamientos hidráulicos
urbanos en Navarra (siglos XII-XIV)”, su autor es David Alegría Suescun
(izquierda).
En esta obra se examina la relación del agua con el
urbanismo y la tecnología en localidades como Estella, Sangüesa, Puente la Reina , Pamplona, Olite,
Tudela y San Juan de Pie de Puerto. Nuestra relación con el agua debería
abarcarse como una interacción no sólo física o de aprovechamiento del recurso,
sino como lo presenta el autor en ese libro: una relación cultural.
En la localidad de Villava hoy a punto de ser declarada zona
catastrófica, hay datado en 1254 un estatuto de los trabajadores textiles del batán
que acaso sea el más antiguo de los que se conocen en la Península Ibérica.
David Alegría Suescun calcula que el concurso del agua podía
representar aproximadamente un 20 % de la fiscalidad urbana y el sector a un 15 %
de los trabajadores, por lo que ocupaba una escala socioeconómica intermedia.
Aunque su uso fue un elemento clave en los cambios
registrados en la estructura económica de la sociedad y en el esculpido urbano,
el agua recibía un trato especial, era un bien regulable desde muchos puntos de
vista: todos los necesarios para vivir en paz y de manera próspera. Han pasado
ocho siglos, la falta de aderezo cultural de nuestras actuales instituciones ha
hecho que se haya perdido esa valiosa visión, los perjuicios derivados de
semejante ceguera no son otra cosa, sino su herencia.
Este es otro más de los ejemplos que no nos cansamos de
sacar a la luz una y otra vez: geógrafos e historiadores, pioneros en el siglo
XIX y XX de la investigación sobre catástrofes y configuraciones urbanas han
ido abandonando, o han sido apartados, también en Navarra hasta ahora, del
estudio específico de los terremotos, inundaciones como las inundaciones de
Sangüesa, avalanchas, como el evento de Azagra que al final gracias a los
historiadores se descubrió que fueron cuatro, y muchas otras recurrencias de
fenómenos naturales.
Se ha producido una invasión en materias geográficas e
históricas por parte de otros científicos ajenos a ese tipo de investigación,
expertos en sus disciplinas pero sin buena metodología histórica, somos
técnicos de la Física ,
Geología, Arquitectura, Ingeniería..., el desenlace: grandes confusiones con
muy bajo nivel en los resultados, unas pobres bases para hacer normativa urbana
y un coste económico y social que aún estaría por determinar.
Unos patos navegan en las crecidas aguas del río Arga, en la zona de la Magdalena, Pamplona 9 de junio de 2013 |
Las lecciones aprendidas y no aprendidas, las "soluciones grandilocuentes" y el urbanismo del siglo XXI
La ley del suelo de 2008 aún sigue sin desarrollarse en
muchas comunidades y ayuntamientos, recordemos que en su artículo 15 obliga a
cotejar los mapas de riesgo, entre ellos los de inundabilidad, antes de
urbanizar o distribuir el territorio.
Todo lo anterior vuelve a poner encima de la mesa el hecho
de que, cada vez que se produce una catástrofe de origen natural como pueda ser
un terremoto, unas inundaciones, un tornado, etc., los estudios posteriores que
identifican configuraciones urbanas y dinámicas geológicas no tenidas en
cuenta, como es el caso de las inundaciones de Pamplona de junio de 2013,
apuntan a que una y otra vez los informes de análisis posteriores señalan
siempre las mismas deficiencias relacionadas con el conocimiento del medio y la
adecuación de nuestras ciudades a dicho medio evolutivo y cambiante.
Una y otra vez ven la luz los mismos fallos denunciados en
las experiencias anteriores. Por otro lado las medidas que se toman siempre son
correctoras después de las desgracias y casi nulas las preventivas, las cuales
se ven aún como algo carente de valor próspero.
La implantación de políticas preventivas y optimizadoras,
acordes con los rasgos ambientales, geológicos, climáticos, y de distribución
del territorio, todavía se advierten por parte de nuestros dirigentes, como
algo difuso y limitativo de desarrollo económico. Las actuaciones
post-catástrofe se orientan mucho más hacia una exigencia de recuperación de la
situación igual a la anterior que hacia la posibilidad de impulsar nuevas
políticas para garantizar la resistencia futura y la resiliencia.
La extraordinaria complejidad del entramado jurídico español
sobre la gestión del agua y la confusión derivada de su frecuente uso en el
ámbito de los enfrentamientos políticos son responsables en buena medida
también de nuestras catástrofes, a veces mucho más que su desequilibrado
reparto e incomprendida dinámica.
Sin lugar a dudas en Navarra hay un exceso de discurso
vertical: si nuestros dirigentes insisten en sus grandilocuentes
"soluciones definitivas" mucha gente (que no es especialista en estos
temas) acaba adoptando esa visión como la única posible, una muestra más de la
deficiencia pedagógica de nuestras instituciones y medios de comunicación de
masas en los que se apoyan; en vez de divulgar soluciones resistentes y
resilientes a medio y largo plazo presentan los siempre mediática y
ostentosamente exhibidos "parches", y a ser posible rodeados de
pompa, con mucho bombo y platillo.
Y lo mismo vale para el agua que para los terremotos, los
incendios, los tornados... a la región de Murcia en dos años y unos meses le
han tocado todos, las pérdidas en vidas humanas, patrimonio, infraestructuras,
sectores económicos arrasados, algunos por años, por décadas, otros para
siempre, en la ciudad de Lorca después de terremotos, inundaciones,
especulación..., el desolador cuadro de un paisaje urbano irrecuperable ni
siquiera nos hace reflexionar sobre la importancia del medio y nuestra
interacción. ¿En Navarra tampoco?
¿Cuántos urbanistas de los ayuntamientos navarros fueron a
aprender algo sobre distribución del territorio, y la manera de frenar el
impacto de seísmos y agua en la ciudad del Sol: Lorca? ¿Cuántos profesionales y
profesores del ámbito del urbanismo de Navarra escudriñaron las ruinas de La Viña o de San Fernando?
¿Dónde está el foro multidisciplinar de reflexión sobre lo sucedido en Navarra
en junio de 2013? ¿Por qué tanto daño evitable? ¿Quién paga un coste tan alto?
Fuente:
Las inundaciones en Navarra en junio de 2013: naturaleza y urbanismo de cara al siglo XI, 12/06/13, Antonio Aretxabala Díez.
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