miércoles, 12 de junio de 2013

Las inundaciones en Navarra en junio de 2013: naturaleza y urbanismo de cara al siglo XXI

Inundaciones en el barrio de la Rochapea, Pamplona, tras el desbordamiento del río Arga el 9 de junio de 2013

Las recientes inundaciones ocurridas en Navarra, en especial en la Cuenca de Pamplona, responden a la conjunción de una serie de circunstancias naturales y provocadas por el ser humano.

por Antonio Aretxabala

No parece que en Pamplona se haya cultivado ni desarrollado aún la idea geotécnica de que determinados elementos del medio humano, pueden ofrecer resistencia a los efectos negativos de una catástrofe.

Ahora lo más importante es analizar, detectar, y sobre todo corregir, con una mirada crítica qué es lo que nos ha llevado a una situación así; sólo de esta manera podremos evitar en lo posible el volver a repetir los mismos errores.

La ciudadanía se pregunta y con razón, cómo es que con valores de precipitaciones ya vividos en otras ocasiones, el efecto ha sido esta vez tan desastroso que se ha calificado de "histórico".


Introducción: el saber geológico, clave para adelantarse a las catástrofes
Al menos en Navarra y Euskadi vamos consiguiendo que al geólogo se le vea y arrope como un bien necesario querido y valorado entre la comunidad, parece que las estadísticas profesionales así nos lo muestran. Se percibe en el geólogo una destreza especial con una visión amplia, holística y congruente en relación a las actuaciones que los seres humanos llevamos a cabo sobre el medio que habitamos, parece un profesional capaz de suministrar herramientas efectivas, útiles e inteligentes para mejorar la vida del ser humano de acuerdo al entorno que hemos decidido habitar.

Al geólogo se le ve como un científico cualificado y avezado para dotar a la sociedad de armas eficientes para resistir los embates de la Naturaleza sobre la ciudad (vista ésta como unidad estructural de la sociedad del siglo XXI) y viceversa, adelantando propuestas efectivas para que ambas no lleguen a destruirse mutuamente; adelantándose también a los acontecimientos desde la idea de que determinados elementos del medio humano, pueden ofrecer resistencia a los efectos negativos de una catástrofe.

No obstante, dicha visión a veces se percibe en clara contraposición y enfrentada a intereses particulares temporales o pasajeros, algunos tristemente institucionales si han perdido la capacidad de servir a la comunidad que los creó, o con la arrogancia, insolencia y soberbia de según qué técnicos que representan individualidades, tentaciones lucrativas hoy tristemente de actualidad, o actúan en provecho de objetivos que no son los puramente científicos, o beneficiosos para la comunidad.

Puede que el profesional de las Ciencias de la Tierra, con amplia y desinteresada mirada, que dice la verdad sobre aspectos concretos de nuestra relación con el medio, no tenga una calurosa acogida por algunos sectores poderosos, vemos a veces que ésta es más bien fría, ya que procuramos no practicar (como sí hemos visto últimamente en algunos técnicos vinculados a estamentos oficiales cuando se les brinda a que cada palo aguante su vela...) el matar a los mensajeros o practicando el "si no estás conmigo estás contra mí...",  de eso sí podríamos hablar largo y tendido...

Puesto que nada tenemos que perder y sí mucho que ganar, al hacer públicas y compartir con la comunidad nuestras reflexiones, procuraremos seguir haciéndolo. Entre esas ideas, brillantes o no, prácticas o denostadas por intereses especulativos, está el valioso objetivo de no acabar con el medio que nos sustenta, o que éste no acabe con nosotros..., y reafirmarnos en la infalibe certeza de que ciertas disposiciones inteligentemente articuladas (y por lo tanto previamente investigadas) desde el medio humano, pueden ofrecer resistencia a los efectos negativos de cualquier tipo de catástrofe.

La vulnerabilidad es la expresión de los efectos que un evento determinado tendrá sobre una comunidad o sociedad afectada, pero no debe caerse en la tentación de identificarla plenamente con las pérdidas. Hacerlo introduciría la idea de que valorarla es una labor a efectuar con posterioridad a la catástrofe, y además tiende a reducir su alcance al de las pérdidas económicas, ofreciendo una visión totalmente economicista y deshumanizada, algo que pregonamos en este blog, es antirresiliente.

En la Cuenca de Pamplona en lo que va de año se han producido tres inundaciones, una docena de impactos sísmicos en el área metropolitana desde varios enjambres, y una infinidad de deslizamientos y laderas que aún permanecen en movimiento; avisos no nos faltan: a buen entendedor sobran las palabras.

Los factores desencadenantes de las inundaciones en Navarra en junio de 2013
El mapa muestra las zonas inundables del área metropolitana de Pamplona (cerca de 350.000 habitantes). Las áreas en rojo corresponden a superficie declarada urbanizable y ya construida a finales del siglo XX y principios del XXI. Entre enero y junio de 2013 se han producido tres episodios de inundación, varios enjambres sísmicos e infinidad de deslizamientos. La recurrencia de dichos episodios va siendo cada vez más frecuente.

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Las precipitaciones, el deshielo y la no regulación del río Ultzama
En primer lugar se ha producido un episodio de precipitaciones importantes con valores cercanos a 100 y 150 litros por metro cuadrado en 24 horas en algunas zonas del norte de la región, valores altos, es verdad, pero ya vistos en otras ocasiones. A ello hay que añadir que la distribución horizontal ha sido muy extensa, prácticamente regional y una subida de temperaturas que añadió la fusión de nieve y hielo abundantes en las cumbres. También debemos recordar que el río Ultzama está sin regular y que en un intervalo de tiempo breve, el día 9 de junio de 2013, aportó la mayor parte del flujo de agua.

La saturación hídrica (no es sólo anímica) de la región
Un factor geológico con el que no se ha contado, y que ya se advirtió desde los medios durante las primeras horas en que se detectaron tan fuertes lluvias, es el hecho de que los terrenos, suelos, rocas, acuíferos, embalses, etc., de toda la Comunidad Foral se encuentran prácticamente saturados, llenos, e incluso rebosantes desde hace meses.

Este factor es transcendental para comprender por qué unas lluvias fuertes, pero tampoco extraordinarias, han sido capaces de desencadenar tanto daño. Y es que "llueve sobre mojado", cualquier aporte nuevo ya no puede ser absorbido por el suelo, no hay infiltración, cada gota de agua pasará directamente a la escorrentía, por lo que los cauces naturales de drenaje se verán saturados con aportes que no tienen por qué ser históricos.

Hay que destacar que tales observaciones de carácter geológico deben computar a la hora de valorar el riesgo por parte de las entidades que velan por la seguridad de los ciudadanos, por lo que es necesario que dichas instituciones comiencen ya a nutrirse de un saber geológico, del cual como se ha visto carecen; a la hora de adelantarse a acontecimientos relacionados con los riesgos naturales es vital su presencia.

Zona inundada de los Corralillos, Pamplona, tras el desbordamiento del río Arga, el 9 de junio de 2013

La voracidad urbanística de finales del siglo XX y principios del XXI y la desconsideración cultural tanto del agua como del territorio
Se pregunta la ciudadanía el porqué si en Pamplona a las 16 horas se alcanzó un máximo de 600 metros cúbicos por segundo y en Etxauri por ejemplo el máximo a las 19 horas del domingo 9 de junio de 2013, fue cercano a 1000 ¿cómo es que el resultado en la capital de Navarra ha sido tan catastrófico y en Etxauri no?

Aquí es donde la respuesta incluye las actividades del ser humano. Tradicionalmente algunas zonas ya urbanizadas en Pamplona, como la Rochapea, ciertas zonas de Villaba y Burlada, etc., han venido siendo zonas de huerta en las sucesivas distribuciones históricas de la ciudad de Pamplona, pero a finales del siglo XX y principios del XXI se urbanizaron como zonas residenciales; en Etxauri, por ejemplo, este fenómeno urbanístico no se dio en las vegas de los ríos.

Es así por lo tanto que se explica el daño generado en algunos barrios de Pamplona, cuyas cotas topográficas, estratigrafía y geomorfología, están ligadas a unidades de valle fluvial o llanura de inundación, por lo que han repetido este fenómeno de daño por inundación muy a menudo en los últimos años, por ejemplo hasta tres veces en lo que llevamos de año.

El Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Navarra publicó en 2005 el libro titulado “Agua y ciudad. Aprovechamientos hidráulicos urbanos en Navarra (siglos XII-XIV)”, su autor es David Alegría Suescun (izquierda).

En esta obra se examina la relación del agua con el urbanismo y la tecnología en localidades como Estella, Sangüesa, Puente la Reina, Pamplona, Olite, Tudela y San Juan de Pie de Puerto. Nuestra relación con el agua debería abarcarse como una interacción no sólo física o de aprovechamiento del recurso, sino como lo presenta el autor en ese libro: una relación cultural.

En la localidad de Villava hoy a punto de ser declarada zona catastrófica, hay datado en 1254 un estatuto de los trabajadores textiles del batán que acaso sea el más antiguo de los que se conocen en la Península Ibérica.

David Alegría Suescun calcula que el concurso del agua podía representar aproximadamente un 20 % de la fiscalidad urbana y el sector a un 15 % de los trabajadores, por lo que ocupaba una escala socioeconómica intermedia.

Aunque su uso fue un elemento clave en los cambios registrados en la estructura económica de la sociedad y en el esculpido urbano, el agua recibía un trato especial, era un bien regulable desde muchos puntos de vista: todos los necesarios para vivir en paz y de manera próspera. Han pasado ocho siglos, la falta de aderezo cultural de nuestras actuales instituciones ha hecho que se haya perdido esa valiosa visión, los perjuicios derivados de semejante ceguera no son otra cosa, sino su herencia.

Este es otro más de los ejemplos que no nos cansamos de sacar a la luz una y otra vez: geógrafos e historiadores, pioneros en el siglo XIX y XX de la investigación sobre catástrofes y configuraciones urbanas han ido abandonando, o han sido apartados, también en Navarra hasta ahora, del estudio específico de los terremotos, inundaciones como las inundaciones de Sangüesa, avalanchas, como el evento de Azagra que al final gracias a los historiadores se descubrió que fueron cuatro, y muchas otras recurrencias de fenómenos naturales.

Se ha producido una invasión en materias geográficas e históricas por parte de otros científicos ajenos a ese tipo de investigación, expertos en sus disciplinas pero sin buena metodología histórica, somos técnicos de la Física, Geología, Arquitectura, Ingeniería..., el desenlace: grandes confusiones con muy bajo nivel en los resultados, unas pobres bases para hacer normativa urbana y un coste económico y social que aún estaría por determinar.

Unos patos navegan en las crecidas aguas del río Arga, en la zona de la Magdalena, Pamplona 9 de junio de 2013

Las lecciones aprendidas y no aprendidas, las "soluciones grandilocuentes" y el urbanismo del siglo XXI
La ley del suelo de 2008 aún sigue sin desarrollarse en muchas comunidades y ayuntamientos, recordemos que en su artículo 15 obliga a cotejar los mapas de riesgo, entre ellos los de inundabilidad, antes de urbanizar o distribuir el territorio.

Todo lo anterior vuelve a poner encima de la mesa el hecho de que, cada vez que se produce una catástrofe de origen natural como pueda ser un terremoto, unas inundaciones, un tornado, etc., los estudios posteriores que identifican configuraciones urbanas y dinámicas geológicas no tenidas en cuenta, como es el caso de las inundaciones de Pamplona de junio de 2013, apuntan a que una y otra vez los informes de análisis posteriores señalan siempre las mismas deficiencias relacionadas con el conocimiento del medio y la adecuación de nuestras ciudades a dicho medio evolutivo y cambiante.

Una y otra vez ven la luz los mismos fallos denunciados en las experiencias anteriores. Por otro lado las medidas que se toman siempre son correctoras después de las desgracias y casi nulas las preventivas, las cuales se ven aún como algo carente de valor próspero.

La implantación de políticas preventivas y optimizadoras, acordes con los rasgos ambientales, geológicos, climáticos, y de distribución del territorio, todavía se advierten por parte de nuestros dirigentes, como algo difuso y limitativo de desarrollo económico. Las actuaciones post-catástrofe se orientan mucho más hacia una exigencia de recuperación de la situación igual a la anterior que hacia la posibilidad de impulsar nuevas políticas para garantizar la resistencia futura y la resiliencia.

La extraordinaria complejidad del entramado jurídico español sobre la gestión del agua y la confusión derivada de su frecuente uso en el ámbito de los enfrentamientos políticos son responsables en buena medida también de nuestras catástrofes, a veces mucho más que su desequilibrado reparto e incomprendida dinámica.

Sin lugar a dudas en Navarra hay un exceso de discurso vertical: si nuestros dirigentes insisten en sus grandilocuentes "soluciones definitivas" mucha gente (que no es especialista en estos temas) acaba adoptando esa visión como la única posible, una muestra más de la deficiencia pedagógica de nuestras instituciones y medios de comunicación de masas en los que se apoyan; en vez de divulgar soluciones resistentes y resilientes a medio y largo plazo presentan los siempre mediática y ostentosamente exhibidos "parches", y a ser posible rodeados de pompa, con mucho bombo y platillo.

Y lo mismo vale para el agua que para los terremotos, los incendios, los tornados... a la región de Murcia en dos años y unos meses le han tocado todos, las pérdidas en vidas humanas, patrimonio, infraestructuras, sectores económicos arrasados, algunos por años, por décadas, otros para siempre, en la ciudad de Lorca después de terremotos, inundaciones, especulación..., el desolador cuadro de un paisaje urbano irrecuperable ni siquiera nos hace reflexionar sobre la importancia del medio y nuestra interacción. ¿En Navarra tampoco?

¿Cuántos urbanistas de los ayuntamientos navarros fueron a aprender algo sobre distribución del territorio, y la manera de frenar el impacto de seísmos y agua en la ciudad del Sol: Lorca? ¿Cuántos profesionales y profesores del ámbito del urbanismo de Navarra escudriñaron las ruinas de La Viña o de San Fernando? ¿Dónde está el foro multidisciplinar de reflexión sobre lo sucedido en Navarra en junio de 2013? ¿Por qué tanto daño evitable? ¿Quién paga un coste tan alto?

Fuente:
Las inundaciones en Navarra en junio de 2013: naturaleza y urbanismo de cara al siglo XI, 12/06/13, Antonio Aretxabala Díez.

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