Las calles anegadas ya rodeaban el Hospital Español, situado
en Barrio Norte. Entonces, Juan Antonio Gómez (47), empleado de seguridad e
higiene del nosocomio, salió a recorrer el subsuelo para corroborar si había
agua. De repente, una pared cedió y el líquido, que ingresó "como una
fuerte ola", lo sorprendió a sus espaldas. La mesada de la cocina y el
rescate de sus compañeros lo salvaron de morir ahogado.
En el predio vecino al hospital se lleva adelante la
ampliación del centro de salud. Cuando el temporal azotaba la ciudad, el pozo
de la obra se había anegado. "Como el subsuelo del hospital es lindero a
ese terreno, bajé a comprobar que no hubiera nadie, por las dudas que hubiera
agua", relató Gómez, un español que hace dos años se mudó a la Argentina por amor.
La recorrida se vio interrumpida en un instante. Un fuerte
estruendo le llamó la atención. "Cuando me di vuelta, vi que venía hacia
mí una ola. Empecé a correr. No me daban los pies para correr más rápido",
dice con inocultable acento ibérico.
Juan buscó refugio sobre la mesada de la cocina. Desde allí
veía como las heladeras de la cocina flotaban como barquitos de papel. Ese
"primer golpe del agua", como lo describió, alcanzó a mojarlo hasta
la cintura. "Había cacharros y sillas por todos lados", recuerda.
A través del handy, tranquilizaba a sus compañeros que, desde las escaleras lo llamaban, desesperados.El hombre no se atrevía a pasar caminando por temor a morir electrocutado.
A través del handy, tranquilizaba a sus compañeros que, desde las escaleras lo llamaban, desesperados.El hombre no se atrevía a pasar caminando por temor a morir electrocutado.
Para su alivio, a los 15 minutos pudo ser rescatado por dos
compañeros, que lo ayudaron a salir. De haber permanecido más tiempo podría
haberse ahogado; al otro día el agua había alcanzado el techo del subsuelo.
La inundación obligó a trasladar a cerca de 80 pacientes.
Juan, todavía con su vestimenta húmeda, se ocupaba de ir a buscar los tubos de
oxígeno para la asistencia.
Esa noche el hall de entrada del hospital se convirtió en
una improvisada habitación donde los allegados de los pacientes permanecieron a
salvo. Ayer, los médicos, enfermeros y el resto del personal, entre ellos Juan,
participaban de las tareas de limpieza. Vestidos con botas y barbijos se
ocupaban de la higiene de todo el subsuelo para, tal vez hoy, reanudar algún
tipo de atención en el centro sanitario.
Fuente:
Valeria Musse, Juan Gómez: "No me daban los pies para correr más rápido", 08/04/13, La Nación. Consultado 08/04/13.
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