lunes, 24 de septiembre de 2012

Dos libros de Historia Ecológica


Quiero compartir con ustedes la publicación de dos libros míos sobre temas de historia ecológica.

por Antonio Elio Brailovsky

Ellos son:
La reedición del primer tomo de mi "Historia Ecológica de Iberoamérica, de los Mayas al Quijote", una obra que está siendo utilizada como material de estudio en muchas instituciones académicas de América Latina y que estaba absolutamente agotada, y
El lanzamiento de mi "Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires", en el que desarrollo la relación naturaleza-sociedad durante los varios siglos de vida de esta ciudad. La perspectiva es transdisciplinaria y la otorga un peso importante a las manifestaciones culturales vinculadas con el ambiente urbano.
Los que conocimos el enorme esfuerzo de Boris Spivacow en EUDEBA y el Centro Editor de América Latina por ofrecer libros a precios extremadamente bajos, nos sentimos incómodos ante los precios actuales de los libros. Y a diferencia de otros países de América Latina, Argentina no tiene una editorial pública que ofrezca libros a precios accesibles y el tema no parece figurar en ninguna propuesta política. Por eso el editor ha tratado de amortiguar ese impacto, realizando un descuento especial para aquellos libros que se compren por internet. No es lo que quisiéramos, pero es lo posible en la actual situación económica.

En esta entrega, ustedes reciben:
  • La información de la Editorial Kaicron sobre el lanzamiento de mis libros: "Historia Ecológica de Iberoamérica, de los Mayas al Quijote", en reedición, e: "Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires", en primera edición.
  • Un texto de esta última obra, referido a la forma contradictoria en que la cultura porteña percibe su relación con la pampa húmeda.
  • El recordatorio de nuestro curso virtual de "Naturaleza y Ecología en la Historia del Arte", que desarrollaremos por Internet entre el 17 de septiembre y el 15 de octubre.
  • La obra de arte que acompaña esta entrega es un grabado de la costa de Buenos Aires, realizado por un viajero inglés a mediados del siglo XIX. Puede verse uno de los temas más desarrollados en mi nuevo libro, que es el complejo vínculo existente entre la Ciudad de Buenos Aires y el Río de la Plata.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky


Antonio Elio Brailovsky: “Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires”, Editorial Kaicron, Buenos Aires, 2012.

La llanura en la cultura
Con frecuencia, los españoles utilizaron palabras indígenas para designar aquello que no conocían. En este caso se utilizó el término quechua “pampa”, que significa “espacio sin límite”, y el tamaño de la región pampeana tuvo un peso importante en la creación de los imaginarios sobre el país. La idea de que el medio natural influye sobre las características de un pueblo ha tenido un peso importante en nuestra evolución. Desarrollada por Montesquieu, fue el soporte ideológico de distintas miradas sobre Buenos Aires y los porteños.

Para Alcides D´Orbigny, la complejidad de un paisaje genera mitologías complejas. “En Buenos Aires, los habitantes aprecian poco las bellas artes. La naturaleza del país es grandiosa, pero nada tiene de pintoresco, ni exalta el pensamiento. Nada de bosques para las dríadas y los faunos, sólo hay aguas estancadas salobres y fétidas para las náyades. Nada de imperio para Flora. ¿Qué divinidad habrían colocado los griegos en el vasto desierto de las pampas? Su fecunda imaginación habría, sin duda, sentado al genio de la Soledad, como Camoëns puso en el Cabo de Buena Esperanza al de las Tempestades; pero los pobladores no ven más que pastos y cardos y los indios su gualichu o genio del mal”1.

Por supuesto que se trata de un prejuicio. Los vastos desiertos (incluyendo la pampa) generan mitologías tan complejas como la griega. Recíprocamente, el mito helenístico de la náyade Aretusa, convertida en fuente por un conflicto amoroso con un río, remite a un insignificante accidente geográfico de Sicilia, mucho menos atractivo paisajísticamente que cualquier laguna pampeana. Y la cueva en la que Ulises pasó largas temporadas de amor en brazos de la ninfa Calypso es un simple agujero en el duro suelo de Gozo, una islita del archipiélago Maltés, sin ningún atractivo2. Los mitos se crean en la mente de los hombres, no en los accidentes geográficos.

Sin embargo, nos interesa esta concepción, porque nos ayuda a comprender por qué, cuando varias décadas más tarde la Generación del 80 se proponga europeizar el país, no se conformará con cambiar la arquitectura y el urbanismo. Además, tratará de europeizar nuestro medio natural, introduciendo especies animales y vegetales. No se trataba de mejorar estéticamente el paisaje sino de modificar el medio natural local por su influencia sobre el alma de los hombres.

Garibaldi contrastó los espacios pampeanos con los paisajes domesticados de Italia y se identificó con esa llanura sin límites. “Ante la naturaleza feroz de la pampa, símbolo de libertad e independencia (Giuseppe) Garibaldi se sintió sobrecogido por una emoción intensa”3. Destacamos que para D´Orbigny los porteños son habitantes de la pampa. Un poco después, Sarmiento sacará a los porteños de la pampa para decir que la ciudad genera una realidad propia, la civilización, que se opone a la barbarie pampeana, que viene determinada por la naturaleza. “Buenos Aires –dice Sarmiento- está llamada a ser un día la ciudad más gigantesca de ambas Américas. Bajo un clima benigno, señora de la navegación de cien ríos que fluyen a sus pies, reclinada muellemente sobre un inmenso territorio, y con trece provincias interiores que no conocen otra salida para sus productos, fuera ya la Babilonia Americana, si el espíritu de la Pampa no hubiese soplado sobre ella, y si no ahogase en sus fuentes el tributo de riqueza que los ríos y las provincias tienen que llevarla siempre. (...) La barbarie del interior ha llegado a penetrar hasta las calles de Buenos Aires. (…) Los progresos de la civilización se acumulan en Buenos Aires solo: la Pampa es un malísimo conductor para llevarla y distribuirla en las provincias4.

Y agrega Sarmiento, con una visión exactamente opuesta a la de Garibaldi: “Muchos filósofos han creído también que las llanuras preparaban las vías al despotismo, del mismo modo que las montañas prestaban asidero a las resistencias de la libertad”.

De este modo, Sarmiento inaugura la concepción que separa culturalmente a Buenos Aires de la pampa. A partir de allí, será más sencillo negar que Buenos Aires se apoya sobre un medio natural y que ese medio natural la condiciona.

Desde otro punto de vista, quizás haya sido el primer paso para sacar imaginariamente a Buenos Aires de la pampa y poder ubicarla en París.

La invisibilización de la pampa no significa que haya desaparecido. Como sucede siempre con los humanos, no vemos lo que no queremos ver.

Florencio Escardó nos muestra cómo encontrar la pampa en la ciudad en 1945, cuando casi todos la creían un lejano recuerdo:

“Esa proximidad tremenda de la ciudad con la pampa es significativa y aleccionadora, y tal vez el rasgo más típico de Buenos Aires, ciudad de la llanura. Para alcanzarla le basta al habitante de Buenos Aires seguir la avenida Sáenz y antes de llegar al viejo puente Alsina, hoy el teatral y barroco puente Uriburu, doblar a su derecha, tomando la avenida Coronel Roca; a las diez cuadras de recorrerla el fenómeno es impresionante: van quedando atrás las casas modestas del arrabal neopompeyano y se viene sobre los ojos la pampa misma, típica, inmensa e intensa, virgen; sin sembrados, sin huellas; con bañados, con lagunas, con espadañas, con pasto y con horizontes; a la derecha se levanta el macizo de árboles del Cementerio de Flores y a lo lejos el perfil de la ciudad brumoso y humoso, y entre él y el observador los bañados de Pereyra, libres de toda mácula civilizadora, salvo alguno que otro horno de ladrillos, con ranchos y casas de adobe, con el Puesto del Carro, la Pulpería de la Banderita y una aguda sensación de orilla sin orillas, con pastos olorosos y viento libre, patos que vuelan bajo y una presencia de lejanía que cuesta asociar con la idea de que se está a media hora de la Plaza de Mayo. Si se sigue la avenida Roca hasta el fin, se cae en Villa Lugano: sobre un alto un pueblito de la pampa, con chicas que tomadas del brazo Pasean por la avenida de la Riestra los domingos de tarde, como en Chivilcoy.

Los porteños no van nunca por allí, los turistas no se llegan jamás; sin embargo ese sitio, si se le aborda por la avenida Roca, dice más del significado geológico de Buenos Aires que todo el resto de la ciudad” 5.
  1. D´Orbigny, Alcides: “Viaje a la América Meridional”. Buenos Aires. Editorial Futuro. 4 tomos. 1945.
  2. Visitas de campo del autor, 1994.
  3. Bernard, Carmen: “Historia de Buenos Aires”, op. cit.
  4. Sarmiento, Domingo Faustino: “Facundo o Civilización y Barbarie en las Pampas Argentinas”, Buenos Aires, Eudeba, 1962.
  5. Escardó, Florencio: “Geografía de Buenos Aires”, Buenos Aires, Eudeba, 1966.
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Dos libros de Historia Ecológica, Ambiente Académico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario