viernes, 10 de agosto de 2012

¿El cuco transgénico?

Sería interesante que supieran que la información brindada por Monsanto para autorizar su paquete de soja RR y glifosato fue anulada en Estados Unidos porque se alteraron los resultados de los ensayos de bioseguridad...

por Medardo Ávila Vázquez

En la edición del pasado domingo, el periodista Sergio Carreras describe la biotecnología de transgenie, presenta a la multinacional Monsanto y expone los argumentos de quienes la cuestionamos de una manera que nos parece crítica hacia las posiciones ecologistas y ambientalistas.

Ello ocurre mientras en tribunales de la ciudad de Córdoba se despliega un juicio porque las fumigaciones con agrotóxicos de los cultivos transgénicos ponen en peligro la salud de un barrio al contaminar su ambiente, y mientras las áreas de bioética de las dos principales universidades locales (Nacional y Católica) se expidieron públicamente en reclamo de que se protejan derechos humanos primordiales que deben prevalecer sobre los intereses del agronegocio instalado en la Argentina.

Pretendo destacar algunas diferencias de opinión o información importantes con el citado artículo.

El autor asevera que “las compañías apuntan, en primer lugar, a conseguir beneficios para la producción agrícola”, tal vez queriendo poner en duda la historia de estas empresas cuya fama las antecede. Y que aumentaron la producción. Pero numerosas revisiones de más de 10 años de cultivos transgénicos en Estados Unidos demuestran que la bioingeniería con base en transgénicos y alto consumo de agrotóxicos no incrementó el rendimiento intrínseco, ni tampoco el operacional.

Nadie duda de que subiera el rendimiento de los cultivos en la Argentina y en todo el mundo, pero la mayor parte de los aumentos de rendimiento observados es atribuida a enfoques distintos a la ingeniería genética (http://bit.ly/OFnNO7).

Existe mucha manipulación de la información en este sentido; también se trata de ocultar que el consumo de agrotóxicos no deja de crecer a pesar de que los transgénicos se crearon para disminuir su utilización.

La contaminación con agrotóxicos es tan extensa que, en los estados de EE.UU. donde más se produce soja y maíz, GM, el Centro Nacional de Geología, detecta en forma permanente residuos de glifosato en el agua de lluvia, es decir: llueve glifosato (http://bit.ly/ODnsK9).

Es un error afirmar que la resistencia al glifosato en la soja termina elevando el rendimiento por hectárea.

Hay nueva información: científicos, no argentinos sino de las mismas agencias nacionales agrícolas de Estados Unidos, están denunciando la creciente toxicidad vegetal del glifosato (http://bit.ly/w2cwA1).

Resultados alterados. En la nota del diario, se cita al biólogo Pablo de Maio para decir que hemos manipulado la información sobre glifosato en Córdoba “y se generó una fantasía sobre supuestos efectos sobre la salud humana”. Sería interesante que supieran que la información brindada por Monsanto para autorizar su paquete de soja RR y glifosato fue anulada en Estados Unidos porque se alteraron los resultados de los ensayos de bioseguridad... pero el sistema ya estaba impuesto.

Respecto de las dudas sobre el impacto en la salud, invitamos al autor de la nota y a De Maio a pasar una temporada viviendo en la frontera urbano-agrícola para recibir las dosis crecientes de agrotóxicos que se les aplican a los 12 millones de personas que conviven dificultosamente con la agricultura toxica en el país.

Es interesante considerar el marco global en que se desempeña el negocio de los alimentos, porque se lo plantea como un problema de producción de alimentos.

El año pasado, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció que llegamos a 7.000 millones de habitantes; también dijo que tenemos mil millones de hambrientos; y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) informó que existen 1.500 millones de obesos, o sea, que comen mal, muy mal, estimulados por una propaganda que propicia comer y comer (consumir).

También la FAO anunció que se tiran 1.300 millones de toneladas de alimentos que podrían alimentar a 2.300 millones de personas.

Es decir, generamos alimentos para muchos más de los que somos, muchos pasan hambre, muchos comen de más y encima se tira muchísima comida, un mercado que aun perdiendo casi un tercio de su producto, genera enormes ganancias para algunos grupos. Pensemos qué estamos defendiendo.

Por último, rechazamos que tomamos posiciones ideológicas o políticas por sí. Tomamos posiciones desde lo ético, que devienen en cuestionamientos políticos a los intereses de las corporaciones del campo, de las empresas transnacionales y de los gobiernos provinciales y nacional, que ocultan información (sobre cómo se producen las últimas semillas autorizadas y sus estudios de impacto ambiental) y avanzan en políticas megaextractivistas que ponen en peligro la calidad de las condiciones ambientales de la Argentina y mal explotan y venden nuestros bienes comunes.

Medardo Ávila Vázquez pertenece a la Red de Médicos de Pueblos Fumigados
Fuente:
¿El cuco transgénico?, 10/08/12, La Voz del Interior.

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