Las lluvias comenzaron el 20 de abril de 1980 sobre gran parte del
territorio de la provincia de Buenos Aires. Hubo evacuaciones en Las Flores,
Cacharí y Azul y unos 90.000
kilómetros cuadrados de campos quedaron bajo el agua, lo
que provocó una gran mortandad de animales.
por Juan José Flores
En un breve artículo publicado en la última página de Ecos
Diarios, el 27 de abril, se informaba que “el desborde de ríos, arroyos y
canales ha provocado la pérdida de un ochenta por ciento de los cultivos de
temporada”. La cifra de animales muertos no se había podido calcular. Según se
pudo establecer más tarde, en ocho días cayeron sobre el territorio bonaerense
unos 30.000 millones de toneladas de agua.
Pero ese mismo día la situación se complicó y la inundación
se transformó en tapa de la siguiente edición del diario. “Dos personas muertas
-una en Juárez y otra en Ramón Santamarina-, cuantiosos daños materiales y
campos anegados, fue el saldo del violento temporal de agua y lluvia que se
abatió sobre la ciudad y distritos provinciales. En Necochea hubo daños en
clubes ribereños, hay inquietud por la crecida del río Quequén y debió
clausurarse la ruta 86, como también desagotarse numerosas viviendas”, señalaba
la primera página de Ecos Diarios el 28 de abril de 1980.
La ciudad y los necochenses se encontraban ante uno de los
más grandes fenómenos meteorológicos de su historia.
Cien milímetros
Las intensas lluvias registradas en la región sobrecargaron
el cauce del Río Quequén y provocaron la más grande inundación de la que existe
registro. Según una crónica publicada el 28 de abril, el día anterior el
partido de Benito Juárez, donde comienzan muchos de los arroyos que desembocan
en el río, fue prácticamente arrasado por un alud de lluvia y lodo.
En Coronel Bunge, a unos 30 kilómetros al
Oeste de la ciudad de Benito Juárez, el agua caída superó los 350 milímetros y en Barker,
el temporal alcanzó inusitada violencia, con 150 milímetros de
agua caída en sólo 30 minutos.
En tanto, en nuestra ciudad ciudad se registraron 100 milímetros de
lluvia caída en sólo dos jornadas y el 27 de abril los Bomberos ya habían
tenido que desagotar distintas viviendas.
De acuerdo a la crónica, “se vivieron momentos de zozobra en
los muelles de los clubes Náutico y Rowing cuando la fuerte correntada del río,
que arrastraba elementos de todo tipo, como por ejemplo troncos, llevaron a su
paso embarcaciones amarradas”.
En Ramón Santamarina, un chico de 14 años cayó a una
profunda excavación y se ahogó.
Mientras tanto, la ruta 86, que comunica Necochea con
Juárez, quedó bajo las aguas y la empresa de ómnibus Pampa interrumpía los
servicios entre nuestra ciudad y Juárez, La Dulce , Juan N. Fernández y Barker.
Para el 28 de abril la situación en nuestra ciudad era
dramática. Las aguas seguían avanzando río abajo y se debió evacuar a 200
personas, la mayoría del sector ribereño. Mientras tanto, la Terminal de Ómnibus debió
ser desalojada ante la crecida.
Los primeros en ser evacuados fueron los pobladores del
sector de la ribera a la altura de la calle 26. También los residentes en la
zona del puente del ferrocarril hacia Las Cascadas. Mientras que las
instalaciones del Rowing y el Náutico no tardaron en quedar totalmente
anegadas.
Los evacuados fueron trasladados al Hospital Municipal, al
Hospital Irurzun y Hogar Raimondi, mientras que los bienes materiales fueron
retirados de las viviendas y puestos a resguardo en el Corralón y en galpones
municipales.
Bajo las aguas
Pero los momentos de mayor dramatismo se vivieron el 29 de
abril, cuando los puentes Ezcurra, Ferroviario y Negro cayeron ante el
arrollador paso de las aguas y el número de evacuados llegó a los 600 en
Necochea y Quequén. En la región, Lobería, Juan N. Fernández y Claraz habían
quedado aisladas y La Dulce
se encontraba parcialmente inundada.
La crónica publicada al día siguiente por Ecos Diarios, da
una ligera idea de los fenómenos producidos por la crecida. “El dramático
momento vivido, cuando la parte central del puente carretero Ignacio Ezcurra
cayó destrozada por el empuje avasallante de la corriente que generaba el paso
del río Quequén, fue prácticamente inenarrable”, señala la nota.
“No fue solamente el impacto de su caída, lo que generó la
tristeza y el desánimo entre todos los que presenciaron la tragedia que
sucediera a las las 16.30 aproximadamente, sino la terminación de un largo
sueño que comenzó el 20 de diciembre de 1969, cuando fuera habilitado el
tránsito”, agrega.
A las 21 de aquel 29 de abril, también cayó el viejo puente
del ferrocarril, que había sido construido entre 1893 y 1894, cuando se puso en
servicio la Estación
de Trenes de Necochea.
El viejo puente se encontraba clausurado desde 1966, pero se
había convertido en una de las postales de la ciudad.
“Estaba considerado como una de las construcciones más
sólidas en sus cimientos ya que su estructura había soportado la conocida
inundación de 1914, que afectó a nuestra ciudad y la zona y que en ese entonces
arrastró un puente que se construía frente al Club Náutico”, indica un artículo
periodístico.
Ante esta situación, la Municipalidad de
Necochea dispuso el estado de emergencia, se suspendieron las clases y se
tomaron todo tipo de precauciones. Sin embargo el agua siguió avanzando y
provocó destrucción en el puerto local.
La corriente, cargada de troncos, animales muertos, muebles
y otros elementos, arrastró muelles y embarcaciones. El Caribea, conocido como
el barco fantasma, fue arrastrado y quedó varado en cercanías de la Colonia Pinocho ,
en Quequén, el Pesquera III quedó frente a Bahía de los Vientos.
En el antepuerto quedaron varados y con serios daños el
Pesquera II, Santa Elena I, Santa Rosa, el buque costero San Cayetano II y el
factoría Knossos.
Sobre la mitad de la Escollera Sur , del
lado de Necochea, se apreciaba varado y anclado, al buque de bandera griega
Anna C, con toda su tripulación abordo.
Dragas y remolcadores, además de muelles y otros buques
también fueron sufrieron daños como consecuencia de la correntada.
Para el 1º de mayo, las aguas comenzaban a bajar y la
situación comenzaba a mejorar lentamente. Pero entonces los necochenses
empezaban a tomar consciencia de la magnitud del desastre. Una fotografía
publicada en Ecos Diarios muestra al buque Pesquera III encallado en la playa
de Quequén y sobre la arena infinidad de muebles arrastrados por la corriente
del río.
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