sábado, 22 de octubre de 2011

España: dos turistas mueren por un alud de agua


Dos turistas ingleses de 70 y 72 años fallecieron ayer tras ser arrastrados por una riada que arrasó el mercadillo de La Cala de Finestrat, ubicado en el lecho de la desembocadura de un barranco asfaltado que sirve de aparcamiento en los meses de mayor concentración turística. Dos usos expresamente prohibidos por el Gobierno central, que el pasado año sancionó por ello al Ayuntamiento de Finestrat, gobernado por el PP.

Al filo del mediodía, la inesperada crecida del barranco tras una aparente débil lluvia anegó la desembocadura del río seco que recoge el agua de toda la sierra Cortina, llevándose hasta el mar casi todos los puestos del mercado. La tromba de agua, que alcanzó un metro de altura, también arrastró vehículos y personas. Algunas pudieron salvar la vida auxiliadas por vendedores del mercado que se subieron a sus camiones tras abandonar a su suerte los puestos de venta.

En la ladera del cauce del barranco se suceden los carteles con el aviso Riadas en días de lluvia. A la entrada, otro advierte: "No aparcar en días de lluvia". Ayer era uno de ellos, pero el consejero de Gobernación, Serafín Castellano, dijo que "no había preemergencia ni alerta por riesgo de lluvias o inundaciones", concluyendo que había "llovido en algún punto de manera concentrada", porque otros "barrancos de la zona están prácticamente secos".

El subdelegado del Gobierno, José Pérez Grau, aseguró que en 25 minutos solo habían caído 7,2 litros por metro cuadrado y "no había motivo para la prealerta".

Sin embargo, Víctor, un vendedor de ropa, afirmó que llamó hasta cuatro veces al 112 porque el agua empezaba a crecer, pero pasó más de una hora hasta que recibieron auxilio. Tras perder todo el género, fue una de las personas que localizó los cuerpos del matrimonio inglés fallecido después de no conseguir mantenerse asido a una furgoneta-bar del mercadillo. Ambos acabaron atrapados bajo el agua entre el amasijo de hierros y plásticos de un puesto de frutas. Al parecer, murieron ahogados.

Carlos, vendedor de fruta y verdura, tuvo más suerte. Tenía el camión de transporte detrás del puesto y pudo subirse antes de que la avenida de agua se lo llevara. Ya arriba, ayudó a subir al camión a otras dos personas vencidas por la fuerza del agua.

El resultado final fue una visión dantesca. El mercadillo quedó totalmente arrasado, todo el material de los puestos, inservible y esparcido hasta el mar. Los vendedores lo perdieron todo. Vicente, uno de ellos, ya de camino a casa con su camión, enfiló la salida diciendo: "Aquí no debería haber un mercadillo". Blanca María, vendedora de ropa, se lamentó: "Casi todos somos autónomos y nos han dejado tirados como perros".

Las quejas por la gestión del desastre se sucedieron, aunque el alcalde de Finestrat, Honorato Algado, del PP, afirmó que el Ayuntamiento dispone de un seguro que cubrirá los daños, ya que hace tres años el Gobierno local decidió rescatar la concesión para gestionarlo directamente.

Sin embargo, la ministra de Medio Ambiente, Elena Espinosa, firmó el 4 de octubre de 2010 un expediente sancionador contra el Ayuntamiento de Finestrat por "ocupación indebida de un barranco y pavimentado". Según fuentes de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), la multa impuesta al Consistorio fue de 83.163 euros, sanción que está pendiente de un recurso de reposición presentado por el Gobierno local que todavía no se ha resuelto.

El expediente sancionador recuerda al Ayuntamiento su "obligación de restaurar" la situación primitiva de la zona y le insta directamente a que "se abstenga de ocupar del dominio público con un mercadillo si no cuenta antes con la correspondiente autorización del organismo de cuenca". Fuentes de la CHJ lamentaron la "insensatez" de los responsables municipales que han permitido este mercadillo en esa ubicación. El expediente se inició a raíz de una inspección de los técnicos de la CHJ, que comprobaron los riesgos de inundación existentes en caso de fuertes precipitaciones.

El agua reclama las escrituras

por Juanjo García del Moral

El agua, una vez más, ha reclamado sus escrituras y, como en tantas ocasiones antes, se ha cobrado un alto precio. En este caso ha sido la vida de dos ciudadanos británicos que habían acudido a un mercadillo en la localidad alicantina de Finestrat. Allí, mientras compraban y paseaban plácidamente entre los populares puestos, se vieron sorprendidos por una repentina riada que arrasó la improvisada superficie comercial. Y es que el mercadillo estaba instalado en la desembocadura de un barranco, el de La Cala, en una zona que está asfaltada y que, además de albergar cada semana los puestos de venta, en los meses de mayor concentración turística, sobre todo en verano, se aprovecha como aparcamiento.

El suceso no representaría novedad alguna si no fuera porque en este caso, a la natural querencia del agua a discurrir por su curso, labrado durante milenios, se ha unido la negligencia del Ayuntamiento de la localidad. Y es que hace ahora un año el Ministerio de Medio Ambiente abrió un expediente sancionador, que conllevó una multa de 83.163 euros, por "ocupación indebida de un barranco y pavimentado". La Administración central le recordaba a la autoridad municipal su "obligación de restaurar" la zona para devolverla a su estado natural, y además instaba al Ayuntamiento a abstenerse de "ocupar el dominio público con mercadillos si no cuentan antes con la correspondiente autorización del organismo de cuenca", en este caso la Confederación Hidrográfica del Júcar. El Ayuntamiento recurrió y, obviamente, no ha atendido los requerimientos, con las graves consecuencias que tal postura tuvo ayer para los dos turistas.

No será porque en la comarca de La Marina no se sepa de qué va el asunto. Las hemerotecas dan cuenta de cuántas veces los numerosos barrancos de la zona -por los que el agua caída en las cercanas montañas busca su salida al mar- han provocado sucesos así y han causado daños a las infraestructuras y propiedades, públicas y privadas. Y en ocasiones, como ayer, cobrándose vidas humanas.

Y es que las aguas reclaman siempre lo que es suyo y cuando, como en el caso de Finestrat, se dificulta su salida natural, arrasan lo que encuentran a su paso. Y esas dificultades están relacionadas casi siempre con la voracidad de los depredadores del territorio -privados y públicos-, que no paran en mientes y construyen en barrancos, playas y en zonas inundables... Con la aquiescencia de las Administraciones, que unas veces no se enteran y otras, las más, no se quieren enterar.

Como demostró ayer, todavía con el suceso reciente, el titular de la Consejería de Gobernación, Serafín Castellano, al eludir cualquier responsabilidad en el suceso -suya y, de paso, del Ayuntamiento gobernado por el PP, como el Gobierno al que pertenece el consejero- al señalar que "no había preemergencia ni alerta por riesgo de lluvias o inundaciones". Como si fuera la primera vez que una tromba inesperada desborda un barranco en La Marina.

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