El desastre que dejó el temporal del viernes 7 de marzo provoca discusiones donde se mezcla innecesariamente la política partidaria.
Por Maximiliano Allica
La ciudad de Bahía Blanca está arrasada. La inundación trágica de este 7 de marzo de 2025 tendrá consecuencias mucho peores que el temporal del 16 de diciembre de 2023.
Las pérdidas humanas y materiales son muy superiores. Cientos de casas y negocios perdieron todo, y gran parte de la infraestructura urbana construida durante décadas quedó destruida.
El intendente Federico Susbielles estimó en 400 mil millones de pesos la reconstrucción y dijo que más del 70% de los bahienses sufrieron daños graves. Son cifras preliminares, pero quienes vivimos acá sabemos que tienen sentido.
Las etapas emocionales desde el viernes hasta hoy fueron convirtiéndose paso a paso: angustia, miedo, dolor, incertidumbre, desolación, desesperanza, frustración, tristeza, bronca, enojo.
Enojo. Sólo los bahienses que padecieron las peores cosas tienen derecho a estar enojados. No importa si tienen razón o no. Tienen derecho a expresarse como quieran y canalizar su bronca contra quien quieran. Es incluso una descarga necesaria.
En cambio la dirigencia política que está tratando de sacar tajada con enojos impostados, sin distinción de colores partidarios, no entiende lo que está pasando en esta ciudad. Hay gente a la cual se le arruinó el esfuerzo de toda una vida, hay familias que todavía están buscando a sus seres queridos, hay personas con hambre y frío, demasiadas, a los cuales todavía es muy difícil acceder. Nadie estaba preparado para esto.
Se calcula que el viernes cayeron 400 milímetros en 7 u 8 horas, cuando el promedio ANUAL de la ciudad es de 650 mm. Es decir, dos tercios del agua que cae en un año se precipitó sobre Bahía en menos de medio día. No hay infraestructura que aguante.
Por supuesto, es probable que el impacto hubiese sido menor si se hubieran concretado obras clave, que los sucesivos gobiernos postergaron, como el dique en Puente Canessa para contener el desborde del arroyo Napostá. Los bahienses sabemos mejor que nadie las postergaciones que sufrimos en materia hídrica e hidráulica durante décadas. Entendemos perfectamente las obras que se necesitan y sabemos que nuestra ubicación en la Provincia nos desfavorece. Por eso, desde hace más de un siglo, venimos reclamando autonomía, para tener mayor capacidad de resolvernos los problemas nosotros mismos.
Pero hoy, ahora, el pueblo de Bahía Blanca necesita ayuda. Esta tragedia no puede perderse en el debate entre Estado presente o iniciativa privada. Algunas personas y familias van a necesitar más al Estado, otros requerirán de un empujón del sector privado para reacomodarse y salir adelante. De esta tragedia se sale con la voluntad y la inteligencia de todos.
Por eso, caranchos no. Poses para la foto, no. Caras de circunstancia, no. Avivadas, no. Lo peor de la política, no. Hay demasiado sufrimiento y todavía falta mucho dolor.
Fuente:
Maximiliano Allica, Caranchos, no, 11 marzo 2025, La Nueva.
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