Todos los reactores nucleares vierten agua radiactiva, dispersan partículas radiactivas y dispersan gases radiactivos como parte de su funcionamiento rutinario y diario. Así envenenan lentamente a las comunidades vecinas. No es necesario que se produzca un accidente.
Por Juan Vernieri
Lo que no se divulga
Algunos gases radiactivos de fisión, extraídos del agua de refrigeración del reactor, se almacenan en tanques de desintegración durante días antes de ser liberados a la atmósfera a través de respiraderos filtrados en los tejados.
Algunos gases se filtran en el interior de los edificios de la central eléctrica y se liberan durante las “purgas” y “ventilaciones” periódicas. Estos gases transportados por el aire contaminan no solo el aire, sino también el suelo y el agua.
Las emisiones radiactivas que se producen durante el funcionamiento normal de un reactor nuclear no suelen detectarse ni notificarse en su totalidad. Las emisiones accidentales pueden no verificarse ni documentarse por completo. Por lo tanto, los pobladores próximos desconocen esta situación
No existen tecnologías de filtrado y control precisas y económicamente viables para algunos de los principales subproductos de los reactores, como el tritio (hidrógeno radiactivo) y los gases nobles, como el criptón y el xenón.
Algunos líquidos y gases se retienen en tanques para que los materiales radiactivos de vida más corta puedan descomponerse antes de que el lote se libere al medio ambiente.
Las normas gubernamentales permiten que se libere al medio ambiente agua radiactiva que contenga niveles “permisibles” de contaminación. Pero permisible no significa seguro.
La Comisión Reguladora Nuclear estadounidense se basa en informes propios y modelos informáticos elaborados por los operadores de los reactores para hacer un seguimiento de las emisiones radiactivas y su dispersión prevista. Una parte importante de los datos de vigilancia ambiental son extrapolados, es decir, son virtuales, no reales.
Sencillamente, no se dispone de un registro preciso de todos los desechos radiactivos liberados al aire, al agua y al suelo desde todo el sistema nuclear.
Se incluye minas y molinos de uranio, plantas de conversión química, enriquecimiento y fabricación de combustible, reactores nucleares y piscinas de enfriamiento de combustibles gastados, contenedores y fosas de almacenamiento de desechos radiactivos.
La creciente presión económica para reducir los costos, podría reducir aún más el monitoreo y la notificación de emisiones radiactivas, que ya son poco confiables. El mantenimiento diferido puede aumentar la radiactividad liberada y los riesgos.
Muchos de los subproductos radiactivos del reactor continúan emitiendo partículas y rayos radiactivos durante períodos enormemente largos. Uno de los isótopos radiactivos del yodo (yodo-129) tiene una vida media de 16 millones de años; el tecnecio-99 = 211.000 años; y el plutonio-239 = 24.000 años. El xenón-135, un gas noble, se desintegra en cesio-135, un isótopo con una vida media de 2,3 millones de años.
Está científicamente comprobado que la radiación de bajo nivel daña los tejidos, las células, el ADN y otras moléculas vitales, causando muerte celular programada (apoptosis), mutaciones genéticas, cánceres, leucemia, defectos de nacimiento y trastornos del sistema reproductivo, inmunológico y endocrino.
(Fuente NIRS Servicio de Información y Recursos Nucleares).
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