En estas notas venimos mostrando como el Secretario de Minería de la provincia de Río Negro, geólogo Joaquín Aberastaín Oro, estuvo muy desafortunado al manifestar que la energía nuclear “es la más limpia que existe”. Vimos diversos casos de afectación del ambiente por esta energía. Seguiremos con multitud de casos que permiten desmitificar su afirmación.
Por Juan Vernieri
Aumentan las evidencias de una triste realidad: vivir en zonas contaminadas por la radiactividad durante varios años implica graves riesgos para la salud, en particular durante el embarazo.
Un reciente estudio muestra una mayor frecuencia de anomalías congénitas entre las personas que viven en la región rusa de Bryansk, contaminada por Chernóbil.
Tanto los gobiernos como varias empresas insisten en construir nuevas centrales nucleares, o mantener las más añejas operativas, y el lobby trata de acallar la realidad, dado que el mayor argumento popular contra la nuclear son los potenciales accidentes.
Se silencia que es imposible rehabilitar una zona contaminada. Por ejemplo, en Japón, donde el desastre de marzo de 2011 ha irradiado de manera potencialmente indefinida varias zonas. Ahora, se pretende obligar a los que se evacuaron a que regresen asegurando que no hay riesgos sobre la salud “discernibles”.
Instituciones estadounidenses que deberían proteger la salud de la población y regular la industria nuclear, como la Agencia de Protección Ambiental y la Comisión Reguladora Nuclear y, además, la Comisión Internacional de Protección Radiológica, están subiendo los límites de exposición pública recomendados, a fin de evitar la necesidad de evacuaciones ante las emisiones de radiactividad y animando a la gente a seguir viviendo, y comiendo de la tierra afectada.
Forzar a la gente a vivir y comer alimentos producidos en zonas contaminadas, es criminal, va en contra de la evidencia científica, que demuestra el peligro de proceder de esta manera, tanto para personas como animales, y en especial a largo plazo.
Cuando se descubren estos efectos sobre la salud, se circulan falsas narrativas acerca de las “dosis inocuas de radiactividad baja” y los “impactos no discernibles” que van solidificándose, escondiendo la triste realidad que debería ser el centro de todo debate sobre la energía nuclear.
El reciente estudio descubrió que varios defectos congénitos como la polidactilia (más de cinco dedos en una extremidad) y múltiples malformaciones congénitas, eran “mucho más frecuentes… en bebés recién nacidos en áreas con una radiactividad elevada”.
Un científico examinó áreas afectadas por la contaminación nuclear y también química. Las malformaciones congénitas múltiples (MCM) eran mucho más altas en zonas con contaminación combinada, lo cual indica un efecto aditivo y potencialmente sinérgico entre contaminantes que explicaría estos defectos congénitos.
Probablemente, las malformaciones congénitas (CM) se originen en el primer trimestre de embarazo y representan una gran causa de enfermedades a nivel global. Pueden afectar numerosos órganos (corazón, cerebro, pulmones, huesos, intestinos) con anormalidades físicas y desórdenes metabólicos. Entre estos se encuentran el pie zambo, hernias, defectos cardíacos y neuronales, labio leporino y síndrome Down. (Fuente: Cindy Folkers Beyond Nuclear International)
Si vivir en zonas contaminadas por la radiactividad durante varios años implica graves riesgos para la salud, no podemos decir que la energía nuclear sea limpia.
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