Por Matias Avramow
BUENOS AIRES – Entre 2022 y 2023, América Latina fue la segunda región que más energías renovables agregó a sus redes eléctricas después de China, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
De hecho, la AIE cree que el potencial sin explotar de la región en energía hidroeléctrica, solar y eólica significa que la ambición colectiva de triplicar la capacidad instalada de renovables para 2030, acordada en la 28 Conferencia de las Partes (COP28) del año pasado, podría ser mayor.
Esto es algo que los países tendrán ocasión de revisar en sus planes actualizados de lucha contra el cambio climático, que deberán presentar a las Naciones Unidas a principios del año que viene. Pero, ¿qué sabemos ya?
Si hablamos exclusivamente de electricidad, América Latina es y ha sido desde hace tiempo una de las zonas más “verdes” del mundo.
Tan solo el año pasado, se generó 64 % de la demanda con renovables. La energía hidroeléctrica por sí sola representa 45 % del suministro eléctrico de la región, y ha sido la base de la generación durante décadas en varios países.
Hay más de 8000 proyectos de energías renovables ―incluido el hidrógeno― en fase inicial de obras en la región con un gasto total previsto de 233 000 millones de dólares, y 703 proyectos en construcción por 20 900 millones de dólares.
Sin embargo, si a esto agregamos las otras partes de la matriz energética como el transporte y la industria, los números son distintos.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2021 América Latina dependía en 38 % del petróleo y 25 % del gas. Aun así, el aumento de renovables toma cada vez más protagonismo.
En conversación con Dialogue Earth, Andrés Rebolledo, secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), afirmó que hoy hay alrededor de 500 gigawats de capacidad instalada en toda la América Latina. También anticipa que para 2050 se contemplan 1000 gigawats más.
El protagonista histórico en esta matriz es la energía hidráulica, una fuente que lleva décadas instalada en varios países, especialmente concentrados en el Cono Sur. No obstante, Rebolledo destacó que la mayor parte de las “nuevas energías” instaladas, y las que se proyectan, provienen de un origen eólico y solar.
Este escenario supone un respiro para la región en materia de compromisos internacionales. Sin embargo, un análisis más nítido muestra dos desafíos. Fuentes consultadas por Dialogue Earth sostuvieron, primero, que existe una marcada disparidad entre los países latinoamericanos en cuanto a desarrollo de renovables, y segundo, que incrementar este tipo de fuentes no necesariamente implica dejar atrás a los combustibles fósiles.
América Latina, el mundo y China
Chile y Brasil lideran los esfuerzos de América Latina por impulsar las energías renovables, y ocupan el segundo y el cuarto lugar a nivel mundial en el recientemente publicado Tracker de Energías Renovables 2024 de Climate Action Network.
Allí se examinan los resultados de 62 países en siete categorías, como la inversión en energías renovables, los puestos de trabajo en el sector y las ampliaciones previstas. Otros países de la región les siguen por debajo en la clasificación, como Argentina (21º), México (23º) y Uruguay (27º).
La región no camina en sintonía, pero sí da pasos lentos y progresivos hacia algún tipo de transición. Según Rebolledo, las hojas de ruta cambian de forma dinámica y se ven moldeadas por distintos factores políticos, económicos y tecnológicos tanto en la esfera internacional como la nacional.
El sociólogo argentino y especialista en transición energética Esteban Serrani afirmó que el hecho de que la transición se haya vuelto un modelo de desarrollo “mainstream” tiene un peso importante en todo esto.
“Europa también está condicionando los créditos con una orientación ‘verde’. Hay un clima de negocios que, en general, se vuelve verde”, añade.
Según él, en especial después de la crisis del gas derivada de la guerra en Ucrania, Europa busca acelerar la transición, “no exclusivamente por una conciencia ecológica, sino por autonomía y seguridad”, razón por la que, explicó Serrani, incluyen el gas como “combustible puente” en su concepto de transición, una definición muy discutida.
Pero Europa no es la única potencia que está promoviendo estos cambios. China ―que alberga la mayor capacidad de energía renovable del mundo y la fuerza dominante en tecnología solar y eólica― aspira a ser el gran conductor de la transición energética en el mundo.
En América Latina, China se ha instalado como proveedor de tecnología manufacturada, importador y socio en la producción de materias primas necesarias para la transición energética e incluso de administrador de empresas eléctricas, como es el reciente caso de En el en Perú, que fue adquirida por parte de State Grid Corporation, y Pontoon de Brasil, que fue comprada por PowerChina.
El desarrollo solar y eólico
Con la importante caída de precios en el mercado de renovables, varios países latinoamericanos han podido acelerar su desarrollo en energía eólica y solar.
Fuentes consultadas por Dialogue Earth ven necesario poner el foco en cómo estas inversiones externas pueden beneficiar a la región y no convertirse en una dinámica de exportación de materia prima e importación de productos refinados.
Serrani afirmó que los países de América Latina deben de atender el “trilema de la energía”. Este es un concepto que tanto él como distintos científicos y expertos de la región definen en tres variables que moldean las decisiones sobre la transición: la seguridad, la equidad y la sostenibilidad de la energía.
Según un reporte reciente del Foro Económico Mundial que califica a 120 países bajo un análisis de estas tres variables, la región ha sido una de las que menos ha crecido en puntaje. Esto quiere decir que, a pesar de ser una de las zonas con una importante expansión de renovables, son pocos los países que se acercan a un desarrollo energético integral.
México, Argentina, Bolivia y Venezuela son países cuya transición ha dejado mucho que desear, sostuvo Manuel Pulgar-Vidal, líder global de Clima y Energía en WWF y exministro del Ambiente de Perú.
Esto se debe a que estos países siguen siendo fuertemente dependientes del petróleo, del gas e incluso del carbón tanto para su consumo, como para su exportación.
Al ser una región que aporta en su conjunto un 10% de las emisiones globales, Pulgar-Vidal considera que la ambición es más laxa y la transición se ve menguada. “Estos gobiernos también se enfrentan a sistemas de concesiones y de contratación bajo reglas de estabilidad que los limitan a la hora de asumir nuevos retos”, agregó.
En el caso de México, Omar Masera Cerutti, investigador en Recursos Bioenergéticos y Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México, sostuvo que el país pasó de ser uno de los más importantes exportadores de petróleo a ser un importador de alrededor de la mitad de los combustibles refinados y un exportador de 50 % de su crudo.
Sin embargo, el gobierno saliente apostó su política energética casi exclusivamente a la producción hidrocarburífera y detuvo las políticas para la transición energética.
“En especial cuando sufrimos 40 % de pobreza energética es más difícil para países petroleros como este hacer una transición”, sostuvo Masera. El experto plantea la dificultad de abrir las puertas a los distintos jugadores del nuevo mercado energético dentro del país y el temor de perder soberanía sin resolver los problemas nacionales.
A pesar de estos límites, Masera confía en que la nueva administración, encabezada por la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, pondrá foco en la transición energética.
“Para adelante no se plantea como centro el desarrollo hidrocarburífero, pero sí en la eficiencia energética primero y después en impulsar renovables, especialmente hacia el sector eléctrico”, agregó.
Fuentes cercanas al nuevo gobierno sostuvieron a Dialogue Earth que 80 % de los nuevos proyectos propuestos ante la Comisión Federal de Electricidad (CFE) serán renovables.
Colombia, uno de los países de la región con mayor ambición política en materia de transición energética, tampoco ha podido dejar la producción de carbón, sostuvo Giovanni Pabón Restrepo, director de Energía en la oenegé Transforma Global. “Es 50 % de las exportaciones y un generador de divisas”, agregó.
Algo similar sucede en Argentina, país en el que distintas administraciones han visto al megayacimiento de gas y petróleo Vaca Muerta como la respuesta a la crisis económica del país y una forma de reducir la importación de energía.
Pabón Restrepo coincide con Pulgar-Vidal sobre la dependencia regional a los hidrocarburos, y plantea que los países que han logrado distanciarse de este modelo, han pasado por una crisis energética en algún u otro momento de su historia. Tal es el caso de Brasil, Chile o Uruguay, que han impulsado importantes políticas de diversificación de sus matrices eléctricas incluyendo a la energía solar y eólica.
A diferencia de otros países productores de hidrocarburos, Brasil tiene una matriz eléctrica mayoritariamente abastecida de fuentes hidráulicas.
Aunque desde una sequía histórica que sufrió entre 2000 y 2002, desarrolló un programa de incentivos a fuentes alternativas que dio como resultado un desarrollo de los biocombustibles provenientes de la caña, y de renovables no convencionales.
Y recientemente, tanto este país como Colombia empezaron a preparar el terreno para el desarrollo de molinos eólicos offshore (costa afuera).
En el ranking elaborado por el World Economic Forum de transición energética, Brasil es el país que encabeza la lista de la región y el número 12 del mundo.
Según datos oficiales, en la matriz eléctrica siguen predominando las fuentes hidráulicas aunque hay una creciente presencia de la energía eólica seguida de la solar, en especial de 2010 en adelante.
“Ahora es mucho más caro hacer nuevas plantas hidroeléctricas que desarrollar parques eólicos o solares”, describió Ricardo Fujii, especialista de WWF Brasil.
Pero el mercado es solo una de las variables que influyeron tanto en Brasil como en otros países de la región en incrementar su potencia instalada de renovables. Para Andrés Rebolledo de Olade, una variable de éxito fue la visión de Estado de las políticas energéticas.
Él también fue ministro de Energía en Chile durante el gobierno de Michelle Bachelet y participó del proceso de transición energética que posiciona al país entre los más avanzados de la región.
“En Chile, estas políticas permitieron darle continuidad y coherencia a este proceso y que han traspasado distintos ciclos políticos de las más diversas posiciones”, opinó.
En 2025, todos los países de la región deberán presentar sus nuevos planes climáticos, también llamados Contribuciones Nacionales Determinadas, ante la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
Si bien se espera que las ambiciones sean mayores, aún es incierto cuál será la envergadura. La discusión en la región parece no solo centrarse en aumentar las renovables sino también en qué papel jugarán sus países y qué responsabilidad tendrán en esta ola productiva y comercial.
Fuente:
Matias Avramow, ¿Puede América Latina cumplir sus promesas de transición energética para 2030?, 14 octubre 2024, Inter Press Service.
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