A veces me pregunto ¿Qué es la bomba atómica? ¿Es la garantía para la paz? ¿O solo una carga fatídica infinitamente perdurable para la humanidad? Lo cierto es que se trata de una terrible arma de guerra que ya se usó y que en cualquier momento volverá a usarse.
Por Juan Vernieri
Hay quienes piensan que hasta ahora ha obstaculizado las guerras, pero desde la invasión de Ucrania, está en duda su capacidad de evitarlas.
Estados Unidos levantó una fábrica de plutonio, el mejor combustible de las bombas atómicas, en Hanford en el estado de Washington, con nueve reactores productores. Tanto plutonio se usó inicialmente para la bomba de Nagasaki y después en los más de mil ensayos atómicos, con un costo equivalente a más de 100 000 millones de dólares y un precio incalculable que siguen pagando los seres humanos y el medio ambiente, incluso 30 años después de la última prueba.
Pero no debemos reflexionar solo sobre el uso bélico de la energía nuclear. Esta energía es algo absolutamente negativo que nunca debiera haberse descubierto. Creo no se han hecho análisis objetivos para determinar si sus beneficios fueron mayores que los perjuicios ocasionados a la humanidad. Piénsese en la angustia que habrá que soportar por milenios.
Por supuesto, no es de lo único que se han arrepentido los científicos involucrados en la inventiva de esos “progresos” tecnológicos.
Aunque es evidente que la bomba atómica o el agente naranja solo podían ocasionar estragos, otros inventos enfocados a actividades humanas sin objetivos militares, han decepcionado a sus autores por el uso que se les dio. Es el caso de hitos trascendentales de la cultura como la televisión, las redes sociales, etc.
Antes y después, otros científicos tuvieron esa misma impresión, y actualmente surgen dudas similares alrededor de la inteligencia artificial.
Las herramientas que tienen una finalidad específica, un destornillador, una masa, pueden servir también como armas para matar, depende cómo se lo emplee.
Desde el momento en que se inventó la bomba atómica, se ha polemizado para entenderla. Es un arma de guerra, una defensora de la paz, un talismán de soberanía, una fuente de radiactividad imperecedera o una carga fatídica para los seres humanos permanente para el futuro.
Quienes si entendieron bien qué es la bomba atómica, fueron los habitantes de Hiroshima y Nagasaki, además de quienes se vieron afectados por las pruebas, empezando por la Trinity en territorio norteamericano.
Para comprender bien que es la bomba, nada mejor que los comentarios que víctimas le efectuaron al periodista Robert Del Tredici, autor del libro At Work in the Fields of the Bomb (Trabajando en los campos de la bomba):
Un sobreviviente de Hiroshima le dijo: “Si no estuviste allí cuando sucedió, no puedes tener idea de cómo fue”. Otro le dijo: “Las armas nucleares y los seres humanos no pueden coexistir”. (Fuente: Robert Del Tredici y Gordon Edwards)
La obra de arte que ilustra esta entrada es “L’Homme d’Hiroshima” (El hombre de Hiroshima), un tapiz de 4,37 × 2,92 metros, realizado en 1957 por el artista Jean-Lurçat, considerado el renovador de la tapicería francesa. La silueta del hombre en desintegración resalta sobre un fondo verde, adoptando la forma del “hongo atómico”. El hombre es destruido física y moralmente, como lo prueban las llamas que salen de su cráneo. A ambos lados de este cuerpo, se rompen, se pulverizan 4 objetos simbólicos. La cruz evoca la noción de creencia. La hoz remite tanto a la labor como a la ideología. Los guantes blancos serían un símbolo de los códigos educados de nuestra civilización occidental. Por último, el libro materializa la idea de saber. Lurçat muestra así que la bomba atómica puso en entredicho numerosos fundamentos de la sociedad occidental. Texto: Museo Jean-Lurçat de la tapicería contemporánea, Angers, Francia.
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