En nota anterior comentamos la declarada intención del Organismo Internacional de la Energía Atómica, OIEA, de apoyar la creación y ampliación de servicios de radioterapia, y medicina nuclear para combatir el cáncer, en países que carecen por completo de instalaciones para el tratamiento con radiación y en los que las tienen y deben ampliarlas.
Por Juan Vernieri
Al tomar conocimiento de tal iniciativa, alguien, inadvertido, puede suponer que el OIEA es una organización benefactora de la humanidad, pero por algo la he catalogado como la organización internacional más hipócrita del mundo.
Apoya e impulsa el desarrollo de la energía nuclear a pesar de ser absolutamente consciente de los pesares que le ha traído a la humanidad, y de los problemas sin resolver que ha creado, que ya tienen más de 7 décadas sin que se vislumbre una solución. Aún no hay solución para los desechos nucleares que serán radiactivos por milenios.
El director general del OIEA conoce perfectamente los riesgos que está corriendo toda Europa (y el mundo) por la invasión de Rusia a Ucrania y los combates que se realizan en las cercanías de la Central Nuclear de Zaporiyia, sin embargo, sigue firme apoyando esta riesgosa energía.
La historia de la energía nuclear se inicia con el uranio sembrando cáncer por todo el mundo y, aún hoy, lo sigue haciendo. La exposición al radón por los trabajadores de las minas de uranio tiene una elevada incidencia de cáncer de pulmón.
Desde 1986, el radón se encuentra catalogado como agente cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a partir de 1988, por la International Agency for Research on Cancer (IARC).
Estudios epidemiológicos realizados en mineros subterráneos, realizados por la International Comission of Radiological Protection, (ICRP), indican que son muy altos los riesgos de cáncer de pulmón inducido por el radón.
Estudios más recientes han proporcionado datos sobre los riesgos de padecer este mal, incluso a partir de niveles bajos de exposición y en Estados Unidos se estima que la exposición a este agente radiactivo constituye el segundo motivo para desarrollar cáncer de pulmón que figura entre las principales causas de muerte del país.
No solo las minas de uranio en producción siguen ocasionando cáncer en el planeta, sino la infinidad de abandonadas, y los diferentes sitios donde se trabajó y se trabaja con uranio y otros elementos radiactivos.
En Estados Unidos hay unas 500.000 minas abandonadas que constituyen una grave amenaza para la salud humana, la seguridad y el medio ambiente. 15 mil de esas son de uranio. Están situadas en terrenos de propiedad federal y particular. Muchas se encuentran cerca de zonas de recreo y de pesca.
El conocido Gran Cañón del Colorado se ha transformado en campo de batalla de la lucha contra las tóxicas minas de uranio. Desde hace algunas décadas, la minería del uranio ha asediado estos territorios, ricos en el mineral y existe una fuerte presión de la industria minera por aprovechar este “recurso” en ambas orillas del cañón.
La empresa Energy Fuels Resources recibió una autorización federal para reabrir una mina ubicada a diez kilómetros de la concurrida entrada del extremo sur del Gran Cañón.
Una coalición de indígenas y grupos ambientalistas protestaron y afirman que las minas de uranio podrían agotar los escasos recursos hídricos y plantear graves problemas de salud. Las tierras de la tribu Diné, de la nación navajo, están plagadas de minas de uranio abandonadas.
Michellsey Benally gerente de defensa del agua del Grand Canyon Trust comenta: “Es realmente un lento genocidio, no solo de los indígenas de esta región; se estima que viven más de 10 millones de personas dentro de las 50 millas de las minas de uranio abandonadas”.
En muchos países se abandonan las minas de uranio dejando las denominadas colas, que comúnmente son importantes volúmenes de mineral catalogados como “inertes” sin serlo. En realidad, en esos volúmenes la radiactividad no era rentable, por eso quedaron abandonados, pero no son inocuos.
Frecuentemente, hay manifestaciones populares que se rebelan.
Las minas de uranio abandonadas representan una amenaza de exposición a la radiación. Agentes meteorológicos pueden provocar la dispersión y disolución de los minerales presentes en esas minas de uranio antiguas y transportarlos hasta los acuíferos y la transferencia de contaminantes a la cadena trófica.
Comúnmente cuando cesa la extracción de uranio, las compañías mineras abandonan las minas sin sellar las aberturas de los túneles, sin llenar las fosas, sin aislar los residuos, sin restaurar las condiciones naturales. Siguen exponiendo a desechos radiactivos a las familias residentes en las cercanías, lo que conduce a un aumento desmedido de índices de cáncer y otros problemas de salud.
Si el OIEA está verdaderamente y preocupado por el cáncer en el planeta, lo que debiera hacer es promover la inmediata remediación de las minas de uranio abandonadas y de todas las fuentes de radiación creadas por el hombre que continúan afectando la salud.
¿No es irónico que el Organismo Internacional de la Energía Atómica proponga usar la energía nuclear para combatir el cáncer, mientras las minas del uranio utilizado en la energía nuclear y tantos otros sitios, siguen produciendo cáncer?
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