sábado, 6 de julio de 2024

Fuentes de contaminación nuclear


El Organismo Internacional de la Energía Atómica, OIEA, ha declarado su intención de apoyar la creación y ampliación de servicios de radioterapia, y medicina nuclear para combatir el cáncer, mientras las minas de uranio en explotación, las abandonadas y otros sitios provocan cáncer en los mineros y en las poblaciones cercanas.

Por Juan Vernieri │ ilustración Ana Rosa Feldman y Suárez

Hay infinidad de minas de uranio y otros sitios abandonados en distintos países, incluido el nuestro, que continúan siendo fuentes del mal que el OIEA apoya combatir con medicina nuclear.

La minería de uranio es imprescindible para la energía nuclear, en ella se unen las radiaciones que emite a los grandes impactos ambientales y sociales de cualquier minería.

Al extraer el mineral, triturar y lavar la roca que contiene uranio se desprende radioactividad y esta perdura en relaves y colas (desechos). Esa radioactividad, así como otros elementos tóxicos, se filtran en el sistema hídrico, se expanden en el aire, y lo contaminan todo.

En Chubut la Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA, a fines de la década del 70, explotó los yacimientos de uranio de Los Adobes y Cerro Cóndor, y levantó una planta química de pretratamiento del mineral extraído en las proximidades de Paso de Indios. Se llevó el uranio, desmanteló la planta y dejó en los tres sitios colas de mineral que son fuentes de contaminación permanentes no remediados hasta hoy, más de 45 años después.

En Córdoba la empresa estatal Dioxitek S.A. creada para producir dióxido de uranio, insumo de los combustibles de las centrales nucleares, ha generado un pasivo ambiental que la población de la ciudad y la Municipalidad exigen se solucione. En 1985 la Municipalidad sancionó la ordenanza 8.133 de uso de suelo, que prohíbe este tipo de actividades dentro de la ciudad. En 2012 ya había 57.000 toneladas de residuos nucleares enterrados en el barrio Alta Córdoba.

Desde 1994, se viene prometiendo la relocalización. El último acuerdo CNEA/Municipalidad data de 2017. Aún no hay fecha cierta, no se sabe cuándo dejará de producir.

También en Córdoba, los vecinos de Villa Carlos Paz y Tanti hace años que reclaman garantías de que el ex yacimiento de uranio de Los Gigantes, a 30 kilómetros de las ciudades, no contamine la cuenca hídrica del lago San Roque. La mina operó hasta 1990, dejando toneladas de materiales radiactivos sin controlar.

La CNEA a través del Programa de Restitución Ambiental de la Minería de Uranio (Pramu) ―financiado por el Banco Mundial― prometió en 2015, o sea 25 años después, regularizar la situación en Los Gigantes, pero todo quedó en el cartel y nada más.

La entonces senadora Norma Morandini varias veces presentó pedidos de informes sobre la ejecución del Pramu en Los Gigantes: “Las respuestas fueron incompletas, difusas y hasta con contradicciones entre ellas”.

En España, Portugal, Estados Unidos, Niger, Australia, etc., hay minas de uranio abandonadas sin remediar, solo en Estados Unidos hay 15.000.

El aumento actual del precio internacional del uranio, impulsa la apertura de nuevas minas que, seguramente, se abrirán sin remediar las antiguas. Se espera que en los próximos cinco a diez años se abran nuevas minas de uranio, en Australia, Brasil, Canadá, Mauritania, Namibia y, tal vez, en Argentina.

En Chubut, la CNEA continúa sus exploraciones para determinar las existencias de uranio, sin haber hecho nada por remediar las fuentes de contaminación que dejó.

En España se cuenta con la amenaza de un proyecto de mina de uranio a cielo abierto por parte de la empresa Berkeley en Retortillo, Salamanca. Esta mina sería la única a cielo abierto de Europa. El gobierno propuso prohibir las minas de uranio, pero le renovó la autorización. La población local se opone.

Algunos países extraen el uranio que necesitan en su territorio, pero otros prefieren importarlo y evitarse así los efectos nocivos de la extracción. En muchos casos, los productores no cuentan con centrales nucleares, como es el caso de Níger, Namibia o Tanzania y Congo (RDC) (en estas tres últimas no se extrae en la actualidad). Por lo tanto, el país importador contrae una fuerte deuda ecológica, sanitaria, social, etc. que, por supuesto, no satisfará.

La deuda ecológica no es solo apropiarse de los recursos de otro país, pagando menos por ellos, sino que además se deja en el país de extracción todo un legado de contaminación y destrucción.

Estos efectos afectan tanto a trabajadores como a las comunidades próximas, con el agravante que la radioactividad se puede extender a grandes distancias, por lo que la contaminación puede ser muy extensa y difícil de contener.

En Niger, África, Francia se ha abastecido por años del uranio necesario para alimentar su mega-programa nuclear.

De la colonia belga de Zaire/Congo, actual República Democrática del Congo, se surtía Estados Unidos para su proyecto Manhattan, que culminó en las dos bombas atómicas arrojadas en Japón.

De Namibia, donde se sitúan tres de las mayores minas de uranio a cielo abierto del mundo, se provee China.

La empresa rusa Rosatom está explorando y desarrollando yacimientos en Rusia, Kazajistán, Tanzania y Namibia.

Los proyectos recientes que más preocupan son los de Groenlandia por tratarse de una zona de gran interés ambiental y muy vulnerable. Dinamarca ha concedido dos permisos de exploración al gigante nuclear francés Orano de 1.042 km² y 2.485 km². Sería la segunda mayor mina de uranio a cielo abierto del mundo.

Que el OIEA apoye la creación y ampliación de servicios de radioterapia y medicina nuclear para combatir el cáncer, está bien, pero mejor sería que, además, impulsara la remediación de los sitios contaminados con radiación que continúan sembrando cáncer y promueva el abandono del uso generalizado de la energía nuclear.

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