Central Nuclear Diablo Canyon. Crédito: Steve Osman / Los Angeles Times / TNS. |
El cierre de la Central Nuclear Diablo Canyon estaba pactado para 2025, pero en un giro de último momento extendería su vida útil por otros cinco años. Presiones del lobby nuclear argumentando con poco fundamento la necesidad de energía para enfrentar previsibles olas de calor.
Por Juan Vernieri
La planta de energía nuclear Diablo Canyon se encuentra a mitad de camino entre Los Ángeles y San Francisco.
Construida prácticamente sobre el mar, Diablo Canyon es la última central nuclear activa de California. Y hasta agosto de 2022 parecía tener los días contados.
Protestas durante su construcción, en la década de 1960, dieron forma a un fuerte movimiento antinuclear en el estado. El hallazgo de una serie de fallas sísmicas sobre las que no se tenía conocimiento e informes sobre su seguridad, la mantuvieron siempre en el ojo del huracán.
Hasta que en 2016 la empresa que la gestiona, las autoridades estatales y grupos ambientalistas y sindicales llegaron a un acuerdo para cerrarla.
El cierre estaba pactado para 2025, pero un en giro de último momento, aparecieron presiones para hacer que su vida útil se extienda por otros cinco años.
En agosto de 2022, la Legislatura Estatal de California aprobó conceder a Pacific Gas and Electric Company (PG&E) un préstamo de 1400 millones de dólares con el objetivo de que la mantenga activa hasta 2030, en un plan impulsado por el gobernador del estado, Gavin Newsom.
No obstante estar frecuentemente desafiada por fenómenos climáticos extremos, California revocó su decisión de cerrar su última planta de energía nuclear.
Esta nueva postura perjudica a la tribu Yak Tityu Tityu Yak Tilhini Northern Chumash, dado que la planta de energía nuclear de Diablo Canyon se encuentra en un terreno que alguna vez perteneció a la tribu y que tenía la esperanzada pretensión de recuperar tras el cierre de la central.
La proilongaciónde la vida útil ha provocado la ira de quienes la consideran “una de las centrales nucleares más peligrosas de Estados Unidos”, por estar asentada en una zona proclive a los terremotos y cerca de grandes núcleos de población, algo que PG&E tajantemente niega.
Mientras, sus defensores aplauden una decisión que garantizaría el suministro eléctrico cuando las olas de calor hagan que el consumo se dispare. Dicen que sin Diablo Canyon, la energía necesaria no se alcanzará. La planta por sí sola es la mayor fuente de energía del estado: el año 2021 generó el 9% de la electricidad.
Medida antiapagones
En 2021, el gobernador Newson, en un sorpresivo cambio de rumbo, propuso retrasar el cierre de Diablo Canyon y empezó a promover la idea entre los legisladores. El plan concreto lo puso sobre la mesa en agosto 2022.
Y el último impulso se lo dio la operadora de la red eléctrica cuando instó a los ciudadanos a controlar el uso del aire acondicionado durante la ola de calor en la que estaba sumido el estado, para evitar los apagones continuos. “Esto es crítico para asegurar la confiabilidad energética en un futuro”, dijo Newsom en rueda de prensa.
La medida se enmarca en un paquete legislativo más amplio. Y es que los congresistas estatales aprobaron un gasto de US$ 54.000 millones en decenas de proyectos para que California alcance la neutralidad de carbono para 2045, sin advertir que la producción del combustible nuclear requiere también grandes consumes de combustibles fósiles.
En lo que se considera mayor triunfo legislativo, el presidente Biden anunció en agosto 2022 una ambiciosa ley mediante la cual se invertirán US$ 370.000 millones para impulsar tecnologías limpias y frenar las emisiones para 2050.
Friends of the Earth, una de las organizaciones ambientalistas involucradas en el acuerdo de cierre de la central de 2016, ha lamentado la decisión, que considera “apresurada e imprudente más allá del entendimiento”.
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