Por Emilio Godoy
MÉXICO – A pesar de que docenas de ciudades latinoamericanas han adoptado la meta de cero emisiones netas para 2050, sus avances son desiguales y existe poca evidencia de estos.
Grandes metrópolis como Ciudad de México, Buenos Aires o la brasileña São Paulo asumieron ese objetivo. Argentina y Brasil ya lo adoptaron hacia 2050, pero México aún no.
David Tsai, coordinador del Sistema de Cálculo de Emisiones y Remociones de Gases de Efecto Invernadero, una iniciativa del no gubernamental Observatorio del Clima, resaltó la importancia de la reducción de emisiones en todos los sectores y lugares, porque el cambio climático es global.
“Hay mucho que se genera en ciudades, principalmente en transporte y manejo de basura. Por eso, abordar emisiones en ciudades es importante. Pero aún no vemos una ciudad que sea ejemplar en Brasil en la reducción de emisiones y las acciones climáticas”, dijo a IPS desde ciudad brasileña de São Paulo, en el sureste de esa nación y la más poblada de América Latina.
La meta cero emisiones netas implica que la contaminación lanzada a la atmósfera equivale al mismo nivel que la polución neutralizada por varios medios para proyectos existentes y futuros.
Por concentrar actividades económicas importantes y población masiva, las ciudades generan grandes volúmenes de contaminación en consumo de energía, transporte y generación de basura. Por lo mismo, su aporte a la lucha climática resulta esencial.
Las urbes han asumido ese objetivo en políticas públicas, en compromisos climáticos y otras han propuesto la meta, sin concretar en ningún instrumento oficial.
Si bien las metrópolis tienen jurisdicción en asuntos como transporte público, desechos o agua, la situación es diferente en políticas energéticas, de índole federal, aunque hay margen para trabajar junto a los gobiernos centrales.
Ambiciosas, pero…
Las mayores ciudades poseen planes climáticos ambiciosos, dependientes de presupuesto y respaldo de los gobiernos centrales.
El estado de São Paulo, cuya capital es la ciudad homónima, tiene la meta de carbono neutral para 2050.
Es el quinto estado con mayor nivel de emisiones, detrás de Mato Grosso, Pará, Minas Gerais y Rondônia. A excepción de Minas Gerais, cuya fuente principal es la actividad agrícola, la deforestación es el generador de las emanaciones en los territorios citados. El municipio de Altamira, en el norteño estado de Pará, es el mayor emisor, con 39,55 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2).
Mientras, la contaminación en la ciudad de São Paulo proviene de la generación y el consumo energético.
En su plan de acción climática, este municipio, con 12,4 millones de habitantes y 14,05 millones de toneladas de CO2, aborda medidas de eficiencia energética, fomento a la producción de energía renovable, transporte público eléctrico y reforestación.
Si bien tiene una meta de electrificar todo el transporte público en 2038, mas no el privado, carece de objetivos de gestión de residuos.
Otra gran metrópoli latinoamericana, Ciudad de México, poblada por más de ocho millones de personas y unos 23 millones más si se agrega el área conurbada, emitió 18,96 millones de toneladas de CO2 en 2020 y 5,03 millones de emanaciones indirectas por el consumo de energía de la red eléctrica.
La Secretaría capitalina de Medio Ambiente asegura que ha evitado la emisión de 1,81 millones de toneladas de CO2 equivalente entre 2019 y 2022, que representa un avance del 82 % respecto de la meta propuesta de reducir en 10 % las emisiones para 2024, con respecto al nivel de 2016, gracias a la reforestación, la recuperación de ríos y el manejo de residuos. De esa cuenta, las emanaciones totalizarían 24 millones en 2024.
Pero el cero neto de la capital mexicana está condicionado al apoyo financiero y tecnológico internacionales. En 2030, la meta de acotamiento es de 24 % y para 2040, de 36 %.
Pero algunos problemas se acumulan, pues la ciudad sufre crisis hídrica y olas de calor, y acumula ocho contingencias en 2024 por mala calidad del aire, consecuencia del transporte y de las actividades industriales.
Por su parte, Buenos Aires, con más de tres millones de habitantes, lanzó a la atmósfera 11,09 millones de toneladas en 2021, más que el año anterior, aportadas por el uso de energía, transporte y basura, en ese orden.
El plan climático citadino incluye acciones como reforestación, restos orgánicos compostados, energía solar fotovoltaica en residencias, autos privados de bajas emisiones y transporte público limpio.
Para Gian Carlo Delgado, académico del Instituto de Geografía de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México, la capital mexicana ha logrado contener el crecimiento de la contaminación.
“Aún es muy pronto para dictaminar si está en camino de las cero emisiones. Hay avances pequeños en manejo de residuos y economía circular. La reducción de emisiones tiene que ver con el liderazgo político”, dijo a IPS.
Cuesta arriba
La transformación del transporte público ilustra el camino empinado para el alcance del cero neto.
São Paulo abraza la meta de transporte público totalmente eléctrico en 2038, pero muestra rezago en los alcances intermedios. En 2024, debía contar con 2000 unidades, pero apenas supera las 300. Es una muestra de las barreras financieras y de ejecución de políticas públicas urbanas que aquejan a la mayoría de los centros urbanos latinoamericanos.
A su vez, Ciudad de México cuenta al menos con 580 autobuses eléctricos, incluyendo una línea cuasi eléctrica del sistema Metrobús, un modelo de tránsito rápido por carril dedicado (BRT, en inglés).
En Buenos Aires, el transporte eléctrico camina con lentitud, con un puñado de autobuses eléctricos.
Para Camila Mercure, responsable de Política Climática de la no gubernamental Fundación Ambiente y Recursos Naturales, es necesario que la capital argentina garantice el derecho al acceso a la energía de una manera justa, adecuada y asequible, por lo que sugirió que las provincias adopten la ley Régimen de Fomento a la Generación Distribuida de Energía Renovable a la Red Eléctrica Pública, vigente desde 2017.
“En materia de transporte, resulta necesario desincentivar el uso de autos y vehículos particulares e incentivar el transporte público, con la finalidad de reducir las emisiones provenientes de dicho sector y la congestión de las vías de circulación”, dijo a IPS desde Buenos Aires.
Si bien la electrificación del transporte público desemboca en beneficios como reducción del consumo de combustibles y mejora de la calidad del aire, su fuente de energía aún necesita de fósiles.
Pero el problema de las ciudades pequeñas es la falta de presupuesto, de personal y de capacidades técnicas para enfrentar la problemática y diseñar soluciones.
Para el brasileño Tsai, las ciudades pueden tomar muchas medidas de mitigación de emisiones.
“Para una ciudad es un reto, porque, especialmente en Brasil, la mayoría de oportunidades para llegar al cero neto no ocurriría en los ambientes urbanos, porque no hay remoción de carbono. No hay suficientes sumideros de carbono en las ciudades
Las medidas que necesitan liderazgo de las ciudades.
La argentina Mercure subrayó las condiciones de altos índices de pobreza, inflación y deuda externa de su país, así como el aumento de tarifas de electricidad, gas y transporte público, como condicionantes de las políticas públicas.
“Si bien resulta que todas las ciudades cumplan con sus compromisos en materia de carbono neutralidad, se deben comprender las diferentes condiciones y circunstancias de cada ciudad en particular y la necesidad de articulación provincial y nacional”, planteó.
Fuente:
Emilio Godoy, Complicada ruta para ciudades sin emisiones, 16 mayo 2024, Inter Press Service.
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