Este es un artículo de opinión de Isabel Ortiz, directora del centro Justicia Social Global.
KATMANDÚ – Entre el 15 y el 19 de febrero se celebró en Nepal la reunión anual 2024 del Foro Social Mundial (FSM). Participaron 50 000 representantes de 90 países para abordar las múltiples crisis globales, desde las catástrofes climáticas al capitalismo sin restricciones, la desigualdad, la injusticia social, los conflictos y las guerras.
El FSM fue creado en 2001 como contrapeso al elitismo del Foro Económico Mundial (FEM). El FEM, fundado y presidido por una fundación privada del sector financiero, fomenta la influencia del mundo corporativo entre los gobiernos, en el lujoso resort de esquí de Davos, en Suiza.
Por el contrario, el FSM se creó como un foro para el pensamiento alternativo, donde las comunidades y la vanguardia social podían ganar voz, desafiando la idea neoliberal de que “no hay alternativa”, y afirmando que “otro mundo es posible” construido sobre la paz, los derechos humanos, la democracia real, la equidad y la justicia.
Si bien Davos es la reunión de 1 % de las personas más ricas del planeta, Katmandú fue la reunión del resto de nosotros. El secretario general de la ONU, António Guterres, envió sus mejores deseos para el FSM 2024 por “restaurar la esperanza y encontrar soluciones innovadoras para las personas y el planeta”.
El FSM 2024 fue un hervidero de ideas, denuncias, experiencias alternativas y estrategias. No hay un resumen final ni una declaración anual porque los organizadores del FSM quieren mantener la pluralidad y diversidad de mensajes. Los siguientes puntos reflejan mi recuento personal de temas clave discutidos:
Denuncia del genocidio en Gaza, exigiendo un alto el fuego inmediato y la creación del Estado libre de Palestina.
Rechazo a la militarización y las guerras: recortando el gasto y el poder militar, impulsando la paz y la democracia. El gasto en defensa está aumentando mientras las políticas de austeridad recortan el gasto social; esta tendencia debe revertirse.
Organizarse contra el ascenso de la derecha radical: los gobiernos de derecha radical están erosionando la democracia, los derechos humanos y la sociedad civil. Se denunciaron casos de censura, represión, abuso de justicia, redadas y encarcelamiento injusto de ciudadanos progresistas por parte de los gobiernos de Nerendra Modi en India, Rodrigo Duterte en Filipinas, Viktor Orbán en Hungría, Andrzej Duda en Polonia, Abdelfatah al Sisi en Egipto, Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, entre otros. También hubo informes de litigios abusivos por parte de corporaciones y políticos contra periodistas, investigadores activistas y organizaciones de la sociedad civil, silenciando a las voces críticas.
Luchar contra la desigualdad para contrarrestar la excesiva concentración de poder y riqueza en manos de una pequeña élite. La desigualdad es el resultado de decisiones políticas y económicas deliberadas, y puede revertirse para construir un mundo justo, igualitario y sostenible.
Poner fin a la austeridad, la deuda ilegítima y las políticas económicas neoliberales que han fallado estrepitosamente a los ciudadanos. Estas políticas obsoletas, impuestas por las instituciones financieras internacionales (IFIs) como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a través de los Ministerios de Finanzas y el Grupo de los 20 (G20), benefician principalmente a las corporaciones e inversores en Estados Unidos y en algunos países del Norte, causando daños reales y duraderos a las vidas de la gente común. Existen políticas económicas alternativas, como la fiscalidad adecuada a millonarios y corporaciones, para financiar la prosperidad de las personas y el planeta.
Reparar las violaciones de los derechos humanos de las mujeres, los dalits (“intocables”) y las castas inferiores, LGBT, las personas con discapacidad y las diferentes etnias; exigiendo la promulgación e implementación de políticas y estrategias inclusivas para eliminar las disparidades de clase, casta, género y raza.
El Foro Feminista 2024 se centró en abordar las barreras sistémicas que impiden los derechos de las mujeres, desde el patriarcado hasta las políticas macroeconómicas, a través de acciones feministas transformadoras que conduzcan al cambio.
Garantizar los servicios públicos, la seguridad social o protección social universal, y los derechos laborales, incluidos los trabajadores informales y los migrantes, en lugar de las reformas de austeridad actuales que privatizan o corporativizan los servicios públicos, recortan las prestaciones sociales y desregulan el mercado laboral.
Protestas y movimientos campesinos: La Vía Campesina es el movimiento más grande hoy en día, con doscientos millones de miembros campesinos que luchan por la seguridad alimentaria, contra la agroindustria y los organismos genéticamente modificados. Es muy activo, tiene alianzas con sindicatos, movimientos de pueblos indígenas y es un buen modelo para otros movimientos.
Justicia climática: varias sesiones discutieron las catástrofes climáticas, el apoyo de las IFIs a los combustibles fósiles, la necesidad de una transición justa, el hábitat y el desarrollo sostenible.
La falta de voluntad de las élites políticas y económicas del mundo para resolver las múltiples crisis actuales alimenta el descontento entre los ciudadanos, y la desilusión con los partidos convencionales.
En todas partes la gente está perdiendo la fe en los gobiernos, las instituciones y los sistemas económicos y políticos. Los gobiernos y los líderes mundiales harían bien en escuchar y actuar en base a las ideas que surgen del Foro Social Mundial.
Isabel Ortiz es directora del centro Justicia Social Global, fue directora de la Organización Internacional del Trabajo y de Unicef, y alta funcionaria de las Naciones Unidas y del Banco Asiático de Desarrollo.
RV: EG
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Fuente:
Isabel Ortiz, El Foro Social Mundial: el contrapeso al Foro Económico Mundial, 23 febrero 2024, Inter Press Service.
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