Por Mario Mazzitelli
Los peligros presentes y futuros del “anarco capitalismo”.
En un país periférico, dependiente, dividido, derrotado y subordinado; me parece más correcto decir “anarco colonialismo” o, en su defecto, “anarco capitalismo, la etapa superior del despojo”.
Llegamos a este extremo porque quienes antecedieron al actual gobierno, después del golpe de Estado de 1976 y la derrota en Malvinas (con buenas y honrosas excepciones) no supieron, no pudieron o no quisieron poner fin a las humillantes condiciones del pillaje, la dominación y el empobrecimiento al que fue sometido nuestro pueblo.
El presente.
Con una nueva vuelta de tuerca, a los pocos días de haber asumido, quedó clara la necesidad y urgencia de la ultraderecha paleo-liberal: facilitar la piratería bajo el descontrol (desregulación) del Estado, superar los deseos de sumisión del propio FMI y hundir el poder adquisitivo popular hasta el límite de la supervivencia, con la consiguiente recesión en el mercado interno. Como contrapartida mejorar la tasa de ganancia del capital más concentrado, facilitar las exportaciones para contar con los dólares para el casino financiero, etc. Monopolios, oligopolios, grandes grupos económicos, corporaciones financieras… de fiesta.
Aunque el parasitismo del tributo colonial (mal llamado deuda externa), de los sectores financieros (vuelven a full con sus maniobras especulativas), de los tribunales extranjeros (en los que litigamos por la absurda prórroga de jurisdicción), de los estudios de abogados (a los que pagamos en el hemisferio norte para que nos defiendan de los “buitres” de ambos hemisferios), de los empresarios prebendarios (régimen de Tierra del Fuego y demás), etc. son infinitamente más costosos y dañinos que los de la casta política (en algunos casos incompetente y corrupta, pero en definitiva premiada y castigada por el voto popular); el gobierno los prefiere como aliados y se pone a su servicio.
Así castiga la producción sana (aumento de impuestos) y el consumo popular (ajuste sobre los ingresos) como señal incontrastable de su orientación política.
La justificación de un atropello.
La retórica “que ningún gobierno federal ha recibido una herencia institucional, económica y social peor” es una falacia para cualquiera que conozca nuestra historia. Pero les sirve para seguir el consejo de Mauricio Macri: “Si ganamos iremos en la misma dirección, pero lo más rápido posible”. Así llegamos a la desmesura de Federico Sturzenegger, con su DNU descomunal (deroga cientos de leyes, modifica otras, asume atribuciones propias del Congreso, no prueba la necesidad ni la urgencia… etc.) e inconstitucional (conforme la opinión unánime de todos los constitucionalistas) Ahora lo deberá tratar la Comisión Bicameral Permanente de Trámite Legislativo del Congreso. Su dictamen pasará a Diputados y Senadores. El DNU caerá solo en el caso de que ambas Cámaras lo rechacen. En el resto de las posibilidades el DNU quedará firme. En este trámite se pondrá a prueba la hidalguía de nuestros legisladores.
Un acercamiento al contenido.
Algunas leyes merecen un comentario. Dice el decreto: “…es imprescindible facilitar la operatoria económica eliminando los obstáculos que han introducido diversas leyes en el libre funcionamiento de los mercados mediante una indebida injerencia del Estado, correspondiendo así derogar las Leyes N.º 20.680 de Abastecimiento, N.º 18.875 de Compre Nacional, N.º 21.608 de Promoción Industrial, N° 27.437 de Compre Argentino, N.º 27.545 de Góndolas, Ley N.º 18.425 de Promoción Comercial… Ley N.º 19.227 —que limita la ubicación de mercados mayoristas—…” y sigue con cientos. La doctrina subyacente sería: el mercado es la ley. Lo que omite es que, por principio, las leyes son de carácter general y todos somos iguales ante la ley. El asunto es que en el mercado, somos muy distintos, siendo unos muy poderosos y otros muy débiles. De manera que, ante esta realidad, el poder político a través de las leyes intentó un mayor grado de equilibrio entre las partes, evitando los abusos de poder. A partir del DNU todo eso quedaría derrumbado.
El papel de las leyes.
Por otro lado se le atribuye a las leyes (que en general se violan y el Estado no las hace cumplir; lo pueden corroborar las ONG en defensa de los consumidores) más potencia de la que realmente tienen. Pensar que por efecto de las leyes está frenada la inversión y el crecimiento es, como mínimo, una explicación para el jardín de infantes. Esta postura supone que: si no hubiéramos tenido Congreso y no se hubieran sancionado esas y otras leyes; la economía funcionaría mejor. Así el órgano más representativo del gobierno del pueblo, es transformado en la fuente de nuestros males. Ahí, en el Congreso, está el chivo expiatorio: la casta. Por eso no se le habla, se le da la espalda y se la avasalla con un DNU nulo de nulidad absoluta demoledor de la institucionalidad.
El juego político.
Algunos quieren ver una jugada maestra. Si queda aprobado el DNU, JM se hace con la suma del poder público y consolida su autoridad. Si, en cambio, es rechazado; podrá culpar a la casta de no dejarlo gobernar. Habilitándolo para convocar a un plebiscito.
El hecho más probable es que sea rechazado por el Congreso. O, incluso, por el Poder Judicial, dado su carácter inconstitucional.
(Agreguemos que si se habilitara gobernar por DNU, en el futuro, cuando cambie el color político del poder ejecutivo; todo se podría revertir con una facilidad pasmosa, dando por tierra con la seguridad jurídica, fuente de tranquilidad para cualquier inversor, etc.)
El futuro.
Lo antedicho ya podría ser catalogado de peligroso, pero el tema es mucho más profundo.
Los “anarco capitalistas” no son todos iguales. Pero hay un punto en el que parecen coincidir: la fuente de todos los males es el Estado. El Estado es el problema. Por su carácter coercitivo (monopolio de la fuerza) por las múltiples interferencias al libre desenvolvimiento de la economía (leyes, regulaciones) por su propensión a la burocratización (la comodidad y seguridad del empleado público, frente a la incertidumbre de las personas de a pié) por la tentación de caer en los tentáculos de la corrupción (desde un inspector hasta el que orienta una licitación pública) por la imposibilidad del cálculo económico (a partir de la planificación centralizada) etcétera.
Incluso cuestionan al liberalismo clásico. Milei-Giacomini: “…el liberalismo clásico acepta la existencia del Estado. Tiene que haber Estado para que haya libre mercado. El Estado garantiza, mediante la seguridad y la justicia, la propiedad privada. Esto parece razonable, pero en realidad es contradictorio e inconsistente. ¿Cómo protege el Estado la propiedad privada? Mediante el cobro de impuestos, que por necesidad es violento. Para proteger tu propiedad privada te arrebato por la fuerza esa misma propiedad privada. Esta es la primera contradicción del liberalismo clásico.”
Más adelante Milei-Giacomini sostienen: “En definitiva, lo que hay que entender es que la verdadera grieta es entre los que trabajan en la creación de riqueza por un lado, y por el otro, los parásitos de la política que vía el uso de la fuerza se apropian de lo que no les corresponde.” Concluyen: “Por consiguiente, en una sociedad auténticamente libre en la cual se respeten todos los derechos individuales de la persona y de la propiedad, el Estado debería necesariamente dejar de existir”. ¿Dejar de existir?
Un parentesco lejano.
Marx, Engels y Lenin. Estos revolucionarios, participes de un tiempo muy remoto según Durán Barba, tenían opinión sobre este asunto del Estado. Escribe Lenin en 1915: “… de estos pensamientos…, expuestos… por Engels (1878), lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, “se extingue”, a diferencia de la doctrina anarquista de la “abolición” del Estado.” En aquel contexto histórico bien diferente (pasaron más de 100 años), abordando el tema desde la dialéctica (Hegel) puesta con los pies sobre la tierra (Marx) y vinculado al papel de la clase trabajadora (Lenin), la conclusión parece tener un parentesco con la expresión vigente hoy en Argentina por la ultra derecha: después de la “revolución”, el Estado debería dejar de existir. Si no es por la abolición a través de un DNU (no reír); que sea en un proceso de extinción.
Distintos puntos de vista del mismo observador.
Como ocurre a veces en nuestra psiquis, el arma que nos apunta representa lo peor de la tierra; en cambio, el arma con la que apuntamos, aunque sea la misma, nos representa el poder de la libertad. Es magnífica la relatividad de nuestra psicología. El miedo no es zonzo diría un tercero. Así el Estado despreciable en manos de otros, se transforma en un Estado interesante en las nuestras. Pasamos del odio al amor en menos de lo que canta un gallo. Esto parece que les está pasando a los detractores del Estado a cargo de las principales funciones del gobierno nacional. Aunque hablan pestes del Estado, llegado el momento, no le pueden decir que “no” al ofrecimiento de un ministerio, una embajada o ser vocero presidencial. Metamorfosis camaleónica. Ver para creer.
El monopolio de la violencia a cargo del Estado.
Este tema es central en el devenir del Estado. Personalmente soy más propenso a pensar que la violencia (método obsoleto que debería reemplazarse por el buen razonamiento, el diálogo o el arbitraje, o la postergación de la controversia para tiempos mejores) antes que la partera de la historia es su sepulturera. De todas formas no puedo ignorar que aquí se centra el quid de la cuestión. Sin Estado, en el anarco capitalismo fundado en el vector de optimizar la tasa de ganancia del capital ¿Quién, cómo y con qué finalidad ejercería la violencia como forma de disciplinamiento social?
¿Viviríamos bajo la dictadura de un sector?
En democracia el que gana no impone. (Aunque Milei - Bullrich ya dieron muestras de querer llevarnos a un régimen policial, donde la reunión de 3 personas debe tener el permiso de los libertarios) Insisto, en democracia se gestiona el cambio que respalda la sociedad en el marco respetuoso de las instituciones. Se disuade, no se atropella.
Soy contrario a las dictaduras y autoritarismos de todo tipo, por fuerte que sea el ideal con el que quieran justificarlo. Soy socialista porque veo la cuestión política atravesada por la disputa de Poder; emergiendo en cada etapa histórica una hegemonía. Por ejemplo, el sector de mayor poder en la sociedad esclavista eran los esclavistas; en la feudal los señores feudales; en las dictaduras los militares; en las estatistas los burócratas; en las capitalistas los capitalistas y en las socialistas la mayoría social. El rol del Estado fue, es y será distinto en cada caso.
El Estado deseable.
Considero que el socialismo es la extensión del impulso democrático desde el terreno político y el sufragio universal (una persona un voto) a los campos económico, social, cultural, biológico y ambiental. Ámbitos donde, entiendo, la participación y el protagonismo de muchas personas orientarían a la sociedad hacia la perpetuación de la vida, el cuidado de las personas, del ambiente, la flora y la fauna, el progreso material, la elevación espiritual y el embellecimiento de todo lo dado como destino infinito de la existencia humana. Todo hasta donde sea humanamente posible. Por eso creo en las reformas permanentes del Estado para la búsqueda del ideal en cada momento. Reformas democráticas y consensuadas.
¿Una utopía o una pesadilla?
¿Cuál es el imaginario de los anarco capitalistas? Dicen que su propuesta es una utopía a la que podríamos arribar dentro de 1000 (mil) años. ¿Será esto así? Creo que no.
La experiencia muestra que no puede ser un ideal deseable.
Lo más parecido al anarco capitalismo fue el derrumbe y desaparición de la Unión Soviética URSS (1991) y de la República Federativa de Yugoslavia (1996)
Sobre la experiencia de la URSS (del comunismo o del socialismos 3.0, según le guste al lector) hay mucho escrito. Destaco un trabajo del sociólogo catalán Manuel Castells. No corresponde en esta nota reflejar su extenso análisis en cientos de páginas. Cabe decir que durante algunas décadas, en varios terrenos, la URSS tuvo avances extraordinarios. Pero, llegó un momento del desarrollo de las fuerzas productivas que la anticuada organización estatista (chaleco de fuerza impuesto por la burocracia, haciendo de ideas viejas su fuente doctrinaria para mantener sus privilegios) no pudo superar los desafíos organizacionales y tecnológicos, derivando en su caída definitiva. Dice Castells que: “…las raíces de este proceso, que marca el fin de una época histórica, se encuentran en la incapacidad del estatismo para gestionar la transición a la era de la información.” En otro párrafo sostiene: “La reestructuración del capitalismo en los años setenta y ochenta demostró la versatilidad de las reglas de funcionamiento y su capacidad de utilizar con eficacia la lógica de las redes de la era de la información para inducir un salto espectacular en las fuerzas productivas y el crecimiento económico.” Este triunfo estratégico del capitalismo combinado con buena parte de la putrefacción que se había desarrollado en las entrañas del viejo aparato, devino en la extinción del Estado anterior. El anarco capitalismo se hizo presente. No como lejana ilusión utópica para dentro de mil años, sino ahí nomás, al alcance de la mano, en la última década del siglo XX. Aquí en la tierra.
La caída.
Dividida la URSS en los países que la integraban con posterioridad a la 2da guerra mundial Rusia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania, Uzbekistán y otros; más Alemania del Este, Bulgaria, Hungría, los componentes de la antigua Yugoslavia, etc. se combinó la demolición de los corroídos aparatos estatales con las ilusiones de la libertad y el consumismo. Se realizó el anarco capitalismo sin doctrina (esta vino a posteriori).
Globalización y anarco capitalismo.
Misha Glenny, corresponsal de The Guardian y de la BBC en Europa del Este, escribió un formidable libro McMafia, el crimen sin fronteras; lleno de historias de aquella época. Reproduzco un par de párrafos. “A principios de los años 1990 las grandes potencias mundiales comenzaron a pregonar con bombos y platillos la importancia revolucionaria de la globalización, pero pasaron como por sobre ascuas sus consecuencias negativas. Cuando los países abrieron los mercados con la esperanza de intensificar su cooperación con las poderosas economías mundiales, la Unión Europea, EEUU y Japón exigieron que estos mercados emergentes aceptaran la venta de productos europeos, estadounidenses y japoneses. Al mismo tiempo, insistieron en reducir los impuestos sobre la renta de las empresas a cambio de nuevas inversiones en un momento en que las corporaciones occidentales se apuntaban a la moda de la subcontratación del trabajo para rebajar los costos laborales. A los pocos meses de la caída… Snickers, Nike, Swatch, Heineken y Mercedes Benz habían iniciado su imparable desfile hacia el Este y, en cuestión de semanas, conquistaron partes de Europa en las que ni siquiera Napoleón o Hitler habían logrado penetrar. Hipnotizados por la novedad…”
Está probado que los “Estados fallidos” fue una política exitosa para quienes querían destruir aquella experiencia y ampliar los mercados hacia zonas extensas en territorio, repletas de bienes naturales y habitadas por millones de personas. Ocurrió que, frente al vacío del Estado (anarco capitalismo), se entronizaron las mafias de todo tipo.
Tráfico de armas, drogas, trata de personas, secuestros, crímenes, robo de automóviles, creación de empresas de seguros mafiosas, corrupción generalizada en las fuerzas de seguridad y defensa desprotegidas por la ausencia de Estado, etc. Aquella etapa significó una degradación de tal magnitud de la condición humana, que pronto los pueblos empezaron a empoderar de nuevo los Estados nacionales. Aprendieron de la vieja experiencia sacándose de encima el corsé. Pero volvieron a darle una misión al Estado. Tanto en el ordenamiento económico, como en la equidad social, como en el orgullo de su nacionalidad. Tenemos mucho para estudiar, nada para copiar y debemos saber escarmentar en cabeza ajena.
Un camino equivocado.
El peligro del anarco capitalismo va mucho más allá de las medidas transitorias que pueda ejecutar el gobierno actual. Marca un camino que a las fuerzas enemigas de la Patria, les pueden servir para partir y repartirse la Argentina. Poniendo punto final al proyecto colectivo que venimos tratando de diseñar desde principios del siglo XIX. Mal que le pese a JM, somos una comunidad.
El caos mercadófilo que nos proponen, no tiene mano invisible que lo ordene. Para las próximas décadas vamos a necesitar Estado. Queda claro que debe ser la expresión de la excelencia, que debe ser transparente sin lugar a la corrupción, que deben habitar en su seno los grandes valores de la humanidad, que tiene que saber planificar para las sociedades complejas de este tiempo, que en él tienen que participar los más calificados, que ser empleado estatal conlleva deberes y una actitud ética superior a la que se exige en la propia actividad privada, que cualquier empleo en el Estado debería ser un sello de calidad profesional y moral para sus portadores.
El desarrollo integral, equilibrado y armónico de la Nación, así como el de las familias y cada uno de sus habitantes, no será el fruto de la actividad del mercado. Sencillamente porque el mercado es un mecanismo que no tiene por objetivo tales fines. Y nada se le puede reclamar en ese sentido.
La libertad se manifiesta en los individuos y en el Estado. La idea que el Estado es el obstáculo para el desarrollo de la libertad es absurdo. Ni el individuo se hunde y desaparece en el colectivismo (el individuo es nada, porque el Estado es todo) ni la sociedad deja de contenernos a todos (porque los individuos se relacionan entre sí, sin mediaciones) La sociedad se realiza en cada uno de sus miembros y sus miembros en los de la sociedad. Son realizaciones distintas, pero complementarias. Desconocer una de las partes es condenarse a la frustración.
Mientras tanto.
Según Datos Macro, el país detrás del cual se alinean nuestros anarcos capitalistas, EEUU tiene un gasto público de 8,47 billones, contra 0.15 billones de Argentina. No todos los gastos parecen ser muy provechosos en el país del norte: más de 800 bases militares en el exterior, la central de inteligencia más grande del mundo (CIA), la carrera armamentista, la NASA, etc. A los norteamericanos no se les ocurre decir que la fuente de todos los problemas es el Estado. Supongo que ni se imaginan a sí mismos sin Estado. Aquí, en cambio, se nos vende el anarco capitalismo. Es decir el paraíso del saqueo, anarco colonialismo o la etapa superior del despojo. Con las migajas que se caigan de ese festín no vamos a poder vivir todos. Claramente nos invitan a transitar por un mal camino hacia un pésimo destino.
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