domingo, 26 de noviembre de 2023

Hablemos de cementerios nucleares | 3.° parte

La Planta Piloto para el Aislamiento de Residuos, Nuevo México, Estados Unidos. Crédito: wipp.energy.gov


Los países nucleares tienen que ocuparse de encontrar la forma de aislar sus desechos para que no afecten el ambiente.

Por Juan Vernieri

Los intentos similares al proyecto francés de Bure que se han hecho hasta ahora están lejos de ser convincentes, asegura Colline una activista ecológica francesa: “explosiones del WIPP (un almacén de Nuevo México, Estados Unidos, en 2014), hundimientos en Asse (Alemania, proyecto de almacenaje en antiguas minas de sal, cerrado en 1995)”, enumera, y ya se teme la “contaminación de los ríos y mantos freáticos en Rusia”, que acaba de abrir otro túnel semejante en Novouralsk, del lado asiático de los Urales.

La activista se refiere a dos hechos que en su momento fueron muy significativos:

1) Cuando un bidón que contenía desechos radiactivos explotó en el vertedero nuclear subterráneo WIPP en Nuevo México, el 14 de febrero de 2014, el Departamento de Energía no creyó que pondría en peligro su credibilidad para abordar el complicado problema de los residuos radiactivos. Pero la explosión significó uno de los accidentes nucleares más costosos en la historia de Estados Unidos, según un análisis del Times. Obligó a retrasos en el traslado del equivalente a 24.000 barriles de desechos nucleares desde el sitio de Hanford al WIPP. Reanudar parcialmente sus operaciones habituales le llevó años.

2) La mina de sal cerrada en Asse Alemania, en 1965 fue comprada por el gobierno federal, y utilizada por más de una década como depósito de basura nuclear. Allí se almacenaron 126.000 tambores con residuos de baja o mediana intensidad radiactiva, en cámaras cavadas antiguamente para extraer la sal. A fines de la década del 70 cesó allí el almacenamiento porque se inundó y ya no cumplía con las condiciones legales para ese fin. Quedaron miles de tambores con material radiactivo que no se sabe a ciencia cierta en qué estado se encuentran, constituyendo todavía un enorme problema de difícil e incierta solución.

Colline, la activista francesa, admitió el dilema casi filosófico de que, aunque luchamos para que en Bure no haya un Cementerio nuclear “¡ni aquí, ni en ningún sitio!” la necesidad de dar un destino definitivo no contaminante, si se pudiera, a los residuos radiactivos ya existentes y en producción, es ineludible.

La solución de enterrar los desechos es mala, pero el Estado y la industria nuclear no parecen buscar otra, y eso da miedo si se piensa en el futuro”, concluyó Colline. “Haría falta que ese pequeño número de personas que decide en solitario por el resto del planeta... ¡hiciera un poquito más de filosofía!”.

Próximo al lugar de emplazamiento del cementerio de Bure, se levantó una “Casa de la Resistencia”, donde residen manifestantes antinucleares. Actualmente ya hay otras viviendas levantadas con igual propósito.

Para oponerse a la destrucción de un bosque bajo el cual se instalaría el cementerio, los militantes han obstaculizado el comienzo de las obras. Barricadas, trincheras, sabotaje de un remolque, incendio de un vehículo, sabotaje a la empresa que está construyendo el ascensor de residuos, etc.

Numerosos militantes han venido en refuerzo, desde Nancy y otros lados, después del envío de un comunicado de movilización la noche anterior.

El viernes 10 de junio de 2016, 30 personas volvieron para jugar al gato y al ratón con las máquinas y los vigilantes. El sábado 11, un nuevo paseo ha acabado con las vallas de las obras en el suelo. El vigor de los opositores confirma que, desde hace algunos años, la lucha se refuerza en múltiples frentes. La resistencia popular es tan intensa, potente y violenta, que está obligando al gobierno a militarizar la zona.

Pero la resistencia francesa no es la única. En Canadá hay oposición contra un cementerio nuclear de alta radioactividad en el lago Huron, un lago que limita al norte y al este con la provincia de Ontario, Canadá, y al oeste con el estado norteamericano de Míchigan. La frontera internacional se desarrolla según la columna vertebral del lago.

El lobby nuclear canadiense lleva años presionando por verter residuos radioactivos en la zona de los Grandes Lagos. En la frontera norte, en Ontario, se halla la central nuclear más grande del mundo con 9 reactores, así como varios poblados nativos que serían los principales afectados.

Durante años, varios grupos ecologistas se han opuesto a esta propuesta, y ya cuentan con apoyo legislativo. Se ha presentado en el Congreso estadounidense una resolución bicameral propuesta por demócratas y republicanos de Míchigan, que se opone al vertido de residuos radioactivos en la zona de los Grandes Lagos. Durante años hubo oposición a los intereses de la industria nuclear canadiense.

El 31 de enero de 2020, la muy cercana Nación Saugeen Ojibwe (“anfitriones” de Bruce) votaron por el NO en un referéndum por la oferta de 150 millones de dólares de la compañía energética canadiense Generation. La empresa esperaba que aceptaran acoger para siempre los residuos de los 20 reactores de la provincia.

Desde su fundación en 2007, Beyond Nuclear también se ha opuesto. (Fuente Beyond Nuclear)


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