El nuevo libro del prestigioso investigador ahonda en una creencia que se extiende entre las grandes fortunas de Silicon Valley: “Para ellos, el futuro de la tecnología consiste en una sola cosa: escapar del resto de nosotros”.
Por Carlos del Castillo
Cuando uno habla con tecnólogos capaces de explicar Silicon Valley desde fuera, todos coinciden en que los trabajadores del valle tienen una ideología propia que no es tan común fuera de él. “Conciben las computadoras como el futuro inevitable de la humanidad, casi como una religión”, explicaba a elDiario.es un científico experto en computación que trabaja para DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de EEUU.
Douglas Rushkoff es uno de los principales teóricos del mundo sobre Cultura Digital. Uno de aquellos investigadores que se acercó a Internet en sus primerísimas etapas y vio un abismo de posibilidades que entonces empezaba a conocerse como ciberespacio. Autor del profético lema “Programa o sé programado” en 2010, profesor de la Universidad de Nueva York y uno de los diez intelectuales más influyentes del mundo según el MIT, ha pasado los últimos cinco años estudiando una nueva corriente ideológica que ha surgido dentro de ese pensamiento típico del valle. Una corriente que ha denominado “la Mentalidad”.
“La Mentalidad”, cuenta en esta entrevista con elDiario.es, se da especialmente entre los multimillonarios que han hecho fortuna en la meca de la tecnología y que ahora buscan nuevos propósitos para ese capital: “Para ellos, el futuro de la tecnología consiste en una sola cosa: escapar del resto de nosotros”.
Explicar “la Mentalidad” y cómo esta guía los pasos de esos magnates es la tesis principal de su nuevo libro, La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos (Capitán Swing), que sale a la venta en castellano este lunes. En él, Rushkoff (Nueva York, 1961), avisa que “los milmillonarios tecnológicos saben que sus negocios están llevando al mundo al colapso y quieren usar la tecnología para huir del resto de nosotros”.
“Antes, estas personas inundaban el mundo con planes de negocio descabelladamente optimistas basados en cómo la tecnología podría beneficiar a la sociedad humana. Ahora han reducido el progreso tecnológico a un videojuego que uno de ellos gana cuando encuentra la escotilla de salida”, explica. Para Rushkoff, los cohetes de Elon Musk o Jeff Bezos, el metaverso de Mark Zuckerberg o las mansiones-fortaleza en lugares recónditos como la que se ha construido Peter Thiel en Nueva Zelanda son ejemplos de esos intentos.
“Como la trama de una superproducción de Marvel, la propia estructura de la Mentalidad requiere un desenlace. Todo debe resolverse con un uno o un cero, un vencedor o un perdedor, los que se salvan o los que se condenan. Las catástrofes reales e inminentes, desde la emergencia climática hasta las migraciones masivas, sustentan el mito, ofreciendo a estos aspirantes a superhéroes la oportunidad de representar la apoteosis en su propia vida. Y ello porque la Mentalidad también incluye la certeza cuasi religiosa —y tan peculiar de Silicon Valley— de que sus acólitos podrán desarrollar una tecnología que de algún modo rompa las leyes de la física, la economía y la moral para ofrecerles algo aún mejor que una forma de salvar el mundo: un medio de escapar del apocalipsis que ellos mismos han creado”, describe Rushkoff.
La reunión
Todo empezó con una reunión en 2018. “Me invitan a dar muchas charlas sobre tecnología digital, y normalmente las mejor pagadas son con gente de negocios. Buscan pistas sobre dónde poner el ojo para sus inversiones”, explica el académico en entrevista con elDiario.es.
“Pero, este evento era diferente. Pensé que me habían llamado para dar mi charla normal sobre la tecnología digital, que por lo general soy yo tratando de decirle a la gente de negocios que no sea tan perversa. Que tengan modelos de negocio más responsables porque eso es mejor para sus clientes, o eviten los sistemas de vigilancia y control. Trato de mostrarles que hay otras maneras de hacer dinero con la tecnología digital además de explotar a la gente y extraer valor de sus datos, transmitirles algo de esa emoción del primer Internet. Pero este evento resultó ser para clientes muy ricos de uno de los principales fondos de cobertura, que había organizado una especie de encuentro de fin de semana”, rememora.
“Yo era como uno de los entretenimientos, una actividad opcional que se les había ofrecido para pasar el tiempo. Había un jugador profesional de golf, un masajista... Tenían un menú con un horario y podían elegir lo que querían hacer. Cinco de los invitados decidieron que querían pasar una hora con Douglas Rushkoff para hablar del futuro de la tecnología, como una de esas sesiones de Reddit de 'Pregúntame lo que quieras'. Así que la organización contactó conmigo”, continúa.
Milmillonarios o no, la reunión empezó con las preguntas que cualquiera haría a un académico como Rushkoff. “Empezaron con preguntas clásicas, como qué creo que va a pasar con el bitcoin o qué es mejor, realidad virtual o realidad aumentada. Pero hubo un momento en que uno de ellos sacó una carpeta, me mostró los planos para un búnker por si llega el apocalipsis, que él llamó ‘el evento’, y me preguntó: ¿Dónde es mejor que ponga mi búnker? ¿Alaska o Nueva Zelanda?”.
A partir de entonces el tono de la conversación cambió y sus interlocutores mostraron una cara nueva para el investigador. Denominaban a ese suceso catastrófico “el evento”. “Empezaron a interesarse mucho por este tipo de preguntas, acerca del suministro de agua en el búnker, en qué áreas del planeta hará demasiado calor, dónde habrá radiación. Solo para tomarles un poco el pelo, les cuestioné sobre que quién iba a proteger su búnker de nosotros, los que nos quedásemos fuera y necesitáramos su comida. Respondieron: ‘Oh, no te preocupes. Tenemos guardias. Tenemos acuerdos con un grupo de Navy Seals [un cuerpo de élite de operaciones especiales de la Marina de EEUU] para que nos protejan”.
Rushkoff explica que fue entonces cuando se dio cuenta de que esa conversación iba en serio. “Lo que de verdad querían saber era qué tecnologías podrían ser más útiles en caso de que llegara 'el evento'. Hablaron de implantes cerebrales, producción de energía, etc. Comprendí que lo que les interesaba era cómo aislarse del colapso al que saben que están llevando al mundo”.
“La Mentalidad”
El académico, que no esconde su tendencia marxista, escribió un artículo sobre lo que había ocurrido en su avión de vuelta a Nueva York y lo publicó nada más aterrizar. El texto dio la vuelta al mundo. Personas que conocían la existencia de esa corriente escapista contactaron con él y empezaron a darle más detalles de lo que se estaba moviendo. Incluso representantes de agencias que se habían especializado en construir ese tipo de mega-búnkeres para las personas más importantes del mundo le ofrecieron acuerdos para que promocionara sus productos en próximas reuniones como aquella.
No hubo más charlas así para Rushkoff. Cree que tampoco para otros expertos. “Desde que escribí el primer artículo creo que la mayoría de ellos han entendido que esa vía no va a funcionar. No pueden aislarse en comunidades tan pequeñas. Es lo que intenté explicarles: la única forma de escapar a esa catástrofe que temen es evitar que suceda. Pero no están siguiendo ese camino. Ya no piensan en búnkeres, pero no trabajan para evitar que el mundo (incluidos ellos) sufra. Siguen intentando escapar”, explica.
Así surgió la voluntad de analizar “La Mentalidad”, que describe como “un cientificismo acérrimamente ateo y materialista, además de la fe en la tecnología como método de resolución de problemas; la adhesión a los sesgos del código digital; la concepción de las relaciones humanas como fenómenos mercantiles; el miedo a la naturaleza y a las mujeres; la necesidad de ver las propias aportaciones como innovaciones absolutamente únicas y sin precedentes, y el impulso de neutralizar lo desconocido dominándolo y desvitalizándolo”.
A lo largo del libro, Rushkoff conversa con otros académicos y expertos sobre “la Mentalidad” e invita al lector a mirar las promesas de los multimillonarios tecnológicos desde ese prisma. A su vez, pide tener cuidado con una variante bienintencionada de ella, que defiende que problemas como el cambio climático pueden solucionarse invirtiendo grandes sumas en tecnologías que mitiguen los problemas de las que nos han traído hasta aquí.
“Sentía la necesidad de hacernos conscientes de que estamos al final de una historia de seiscientos años, que comenzó en el Renacimiento cuando decidimos que la ciencia podría controlar la naturaleza y que el dinero podría controlar a la gente. Eso ya no está funcionando. El tecnosolucionismo no nos va sacar de aquí porque se basa en los mismos problemas. Ellos piensan en construir una máquina que vaya en la parte trasera de un camión y capture el carbono. O que cada uno tenga su propia impresora 3D para reducir los desperdicios. Pero esas máquinas se basan en las mismas tierras raras que se extraen en África por niños en condiciones penosas. O en plástico y por tanto petróleo”, recalca en la entrevista.
Ciudades desde cero
Tras la publicación del libro de Rushkoff ha salido a la luz un nuevo proyecto que parece un eco de lo que el investigador describe en él. A finales de agosto una empresa llamada Flannery Asociados reveló que ha comprado cientos de parcelas del condado de Solano, entre San Francisco y Sacramento (capital del Estado de California) para levantar una nueva ciudad de la nada.
Los Flanneries, como les conocen los vecinos, habían estado cinco años comprando tierras sin revelar para qué las querían. La gran acumulación de terreno y la alarma social generada les ha obligado a revelar sus planes que, según han explicado, consisten en construir una urbe totalmente sostenible, movida por completo por energías renovables y diseñada para potenciar el transporte público o el aprovechamiento del agua.
“Existen varios de estos proyectos y muestran muy bien en qué consiste el problema. El sueño de los profesionales de la tecnología es construir una civilización ex-nihilo [de la nada]. Hacer borrón y cuenta nueva para empezar desde cero. Es la misma fantasía. Ellos quieren construir una colonia en Marte, pero se han dado cuenta de que será demasiado difícil, incluso poniendo todo su capital y toda la tecnología digital a su servicio. Pero lo que sí pueden hacer es comprar esta tierra en California y echar a la gente que había allí para construir su plan de ciudad privada perfecta. Usar el capital para construir”, contesta Rushkoff al ser preguntado por el proyecto.
“Empezar desde cero en una comunidad nueva no es la forma natural en la que se desarrollan las cosas. Esa es la manera en la que surgió Las Vegas, las nuevas ciudades de Dubái y Emiratos Árabes, o esa construcción de cientos de kilómetros en línea recta que prepara Arabia Saudí. Ellos creen que pueden planificar mejor que la naturaleza. Tienen este tipo de ideas constantemente, creen que es como jugar a Sim City y que tienen el capital para hacerlo. Es una fantasía, no se dan cuenta de que el mundo es mucho más complejo que eso, pero está arraigado en lo más profundo de su mentalidad”, concluye.
Fuente:
Carlos del Castillo, Douglas Rushkoff: “Los milmillonarios tecnológicos saben que están llevando el mundo al colapso y quieren escapar”, 17 septiembre 2023, elDiario.es
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