Este es un artículo de opinión de Alexandra Peek y Philippe Benoit, investigadores adjuntos del Centro de Política Energética Global de la estadounidense Universidad de Columbia.
WASHINGTON - Se estima que 2400 millones de personas carecen actualmente de acceso a combustibles limpios para cocinar, y la mayoría depende de la biomasa (leña, carbón vegetal o estiércol) para satisfacer las necesidades de cocción en los hogares. Esto supone solo un ligero descenso con respecto a 2017, cuando 2500 millones de personas carecían de acceso a combustibles limpios para cocinar.
De los que siguen careciendo de este acceso, la mayoría -23 millones- viven en el África subsahariana, seguidos de 490 millones en la India.
Mientras que en India la población sin acceso disminuyó en 30 % entre 2010 y 2020, en África se ha producido un aumento de más de 50 % durante el mismo período, debido al aumento del número de pobres, las tibias políticas gubernamentales para abordar este problema y los problemas generales de la pobreza.
Es probable que estas cifras se mantengan persistentemente altas, en torno a los 2200 millones, durante la próxima década, repartidos aproximadamente entre India y otras partes de Asia en desarrollo, por un lado, y el África subsahariana, por otro.
Detrás de estas cifras se esconden las personas que producen la biomasa que alimenta la mayor parte de este uso energético: a menudo son las mujeres y las niñas las encargadas de esta labor.
En este artículo, los autores explican por qué es importante considerar a estas mujeres y niñas -potencialmente el mayor segmento de la mano de obra energética actual y en un futuro previsible- como productoras y trabajadoras.
Al entenderlas como una formidable fuerza de trabajo de productores de biomasa, sus conocimientos y experiencia pueden servir de base para los esfuerzos en curso de electrificación, alternativas limpias para cocinar, derechos de género y alivio de la pobreza en general.
También es igualmente importante reconocer a esta mano de obra para mejorar sus condiciones laborales en el camino hacia la construcción de una mano de obra energética más inclusiva en el camino hacia las emisiones netas cero.
Mientras que el 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, el que promueve una energía limpia y asequible, llama la atención sobre la necesidad de eliminar el uso de técnicas de cocina no limpias que matan a millones de personas cada año, las condiciones laborales en las que las mujeres trabajan hoy para producir biomasa también merecen una mayor atención.
Como informó recientemente el Banco Mundial, «en la mayor parte del África subsahariana y en algunas zonas de China, las mujeres son las principales recolectoras de leña», lo que también ocurre en zonas del sur de Asia.
Se trata de un trabajo que requiere mucho tiempo y esfuerzo físico, que puede implicar «recoger y transportar cargas de leña que pesan hasta 25-50 kilogramos» y puede «llevar hasta 20 o más horas a la semana».
Tamaño de esta mano de obra
¿Cuántas mujeres trabajan en este sector? Una estimación preliminar, basada en datos sobre el número de hogares que dependen de la biomasa para cocinar y la tasa de participación de las mujeres en este trabajo, sitúa la cifra en más de 300 millones.
En general, aunque existen datos fiables sobre la falta de acceso a una cocina limpia, la dependencia de la biomasa y las tendencias de deforestación, hay un hueco en el conocimiento sobre la fuerza (humana) que se necesita para producir biomasa.
Esta laguna puede deberse a la forma en que las cuestiones relacionadas con la biomasa se debaten a menudo en el contexto del ODS 7.
Por ejemplo, los datos sobre la falta de acceso a cocinas limpias sirven principalmente de base a las soluciones para cambiar las normas de cocción y las vías de electrificación, así como a los esfuerzos para evitar la necesidad de que las mujeres trabajen en la producción de biomasa, mientras que los datos sobre la dependencia de la biomasa alimentan los esfuerzos de conservación y uso de la tierra.
Sin embargo, estos esfuerzos tienden a pasar por alto a las mujeres como mano de obra energética, a pesar de que en el África subsahariana, India, partes de China y América Latina, las mujeres y las niñas recogen y fabrican la biomasa necesaria para alimentar a sus hogares, incluida la calefacción.
Las organizaciones centradas en la paridad de género, como SEforAll, se acercan más al reconocimiento del trabajo de estas mujeres y niñas, pero también ellas enmarcan sus esfuerzos en la línea de las iniciativas de cocina limpia más que en las condiciones o los derechos laborales.
Por ejemplo, la investigación sobre el número de horas dedicadas a recoger leña y preparar comidas se utiliza para hablar de los roles culturales y de género que conducen a desventajas sistémicas para las mujeres y las niñas.
Un eslabón perdido en todas estas narrativas y marcos es la comprensión del tamaño y la importancia de esta mano de obra y cómo podría informar las diferentes estrategias.
Adoptar una narrativa de trabajadora-productora
Calcular el número de mujeres y niñas en su calidad de productoras de biomasa replantea la percepción de ellas como consumidoras pasivas (es decir, cocineras) a autoproductoras activas del sector energético doméstico. Este marco puede reforzar los esfuerzos mencionados anteriormente de las siguientes maneras:
En primer lugar, replantea la cuestión de la biomasa, que deja de pertenecer exclusivamente a la iniciativa de la cocina limpia, y la sitúa más ampliamente en el contexto de los derechos de los trabajadores.
A pesar de las numerosas campañas de cocina limpia, las mujeres y niñas pobres seguirán produciendo biomasa para sus familias en un futuro previsible. Por importante que sea universalizar el acceso a tecnologías limpias para cocinar, ¿qué se puede hacer mientras tanto por quienes producen su propia energía?
Por ejemplo, podrían ser soluciones como crear puestos de leña en zonas más accesibles para reducir los tiempos de recogida, o desarrollar arneses más ergonómicos para transportar la leña y reducir la carga física del trabajo. Además, ¿se pueden crear más oportunidades de generación de ingresos para ayudar a reducir la pobreza de estas mujeres y niñas?
En segundo lugar, informa a las políticas sobre la creación de una mano de obra energética integradora.
Reconocer que ya existe mano de obra femenina en el sector de la energía en todo el mundo en desarrollo tiene implicaciones para las políticas de mano de obra que rigen la transición energética. Por ejemplo, en lo que respecta a la capacidad de aprovechar esta mano de obra existente, ¿se aplica a esta mano de obra la recualificación como a los mineros del carbón?
Además, al centrarse en la mejora de las condiciones laborales de las mujeres y niñas productoras de biomasa, este marco se cruza con el ODS 5, el de la igualdad de género, destinado a lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas.
Organizaciones como Clean Cooking Alliance, que tienen como objetivo «aumentar el papel de las mujeres en el sector de la cocina limpia» y recopilar datos sobre el número de horas necesarias para la producción de biomasa, podrían beneficiarse de este marco.
En tercer lugar, la investigación que incluye intencionadamente a grupos desatendidos e infrarrepresentados en los datos puede servir de base a las políticas para una transición energética justa.
Captar el número de mujeres y niñas que producen biomasa puede conducir a importantes descubrimientos para mejorar sus vidas al tiempo que se informa sobre la transición energética.
Por ejemplo, las encuestas y el trabajo de campo para recopilar la cantidad de productores de biomasa también podrían utilizarse para hacer un seguimiento del consumo de energía y las tendencias de producción que informan los esfuerzos de electrificación.
Muchos recolectores de biomasa viven en los márgenes o en zonas rurales, y la investigación orientada a sus necesidades energéticas puede informar, por ejemplo, los proyectos descentralizados de energías renovables y ayudar a anticipar sus pautas de consumo.
Esta mano de obra energética incluye a algunas de las personas más pobres del mundo (mujeres, niñas y personas de color), lo que explica en parte por qué su trabajo y sus condiciones laborales han recibido relativamente menos atención.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y otras investigaciones sitúan al mundo en un plazo muy ajustado para reducir las emisiones. Los marcos existentes para lograr una transición energética limpia pueden reforzarse mediante enfoques que reconozcan y admitan el papel de los productores de energía de biomasa, que son millones de mujeres y niñas.
Alexandra Peek es investigadora adjunta del Centro de Política Energética Global de la estadounidense Universidad de Columbia.
Philippe Benoit es investigador adjunto del mismo Centro de Política Energética Global y director de investigación de la plataforma Global Infrastructure Analytics y Sustainability 2050 (Análisis de infraestructura global y sostenibilidad 2050).
T: MF / ED: EG
Fuente:
Mujeres invisibles en la energía: millones de productoras domésticas de biomasa, 13 julio 2023, Inter Press Service.
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