La búsqueda del desarrollo de la energía nuclear en el Reino debería hacer saltar las alarmas.
Por Henry Sokolski
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
El programa nuclear de Irán, el petróleo y los derechos humanos han dominado el vocabulario de la Casa Blanca de Biden y sus relaciones con Oriente Medio. Pero hay un tema que el presidente Biden siempre decide no exponer ante el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman Al Saud: el interés del reino por la energía nuclear y la preocupación por la proliferación de armas nucleares que conlleva. Sólo unas semanas antes de la visita de Biden el verano pasado, Riad invitó a Corea del Sur, Rusia y China a presentar una oferta para la construcción de dos grandes reactores de energía. En esa oferta, la Korea Electric Power Company (KEPCO) es la más probable ganadora. KEPCO ya ha construido cuatro reactores para el vecino de Riad, los Emiratos Árabes Unidos, y es el único proveedor que ha puesto en marcha un reactor de potencia de diseño propio en Oriente Medio. Corea del Sur es también el único gobierno que proporciona una financiación fiable y generosa, sin ataduras políticas, algo que ni Moscú ni Pekín pueden afirmar de forma creíble.
Y además, está esto: cualquier venta coreana estaría amparada por un generoso acuerdo de cooperación nuclear de 2011 entre Corea del Sur y Riad, que autoriza explícitamente a los saudíes a enriquecer el uranio que puedan recibir de Seúl. Según el acuerdo, Riad podría enriquecer este material hasta en un 20%, sin tener que obtener el consentimiento previo de Seúl.
Esto debería hacer saltar las alarmas.
¿Quieren los saudíes una bomba?
En 2018, el príncipe heredero Mohammed Bin Salman anunció que “si Irán desarrollara una bomba nuclear, le seguiríamos el juego lo antes posible.” Como para demostrarlo, a finales de 2020, se filtró la noticia de que los saudíes han estado trabajando en secreto con los chinos para extraer y procesar el mineral de uranio saudí. Estos son pasos hacia el enriquecimiento de uranio - y un posible programa de armas nucleares. A diferencia de los Emiratos, que renunciaron legalmente a enriquecer uranio o reprocesar el combustible gastado para separar el plutonio, el Reino insiste en conservar su “derecho” a enriquecer. Además, a diferencia de la mayoría de los miembros del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Arabia Saudí se niega a permitir inspecciones intrusivas que podrían ayudar al OIEA a encontrar actividades encubiertas relacionadas con las armas nucleares, si es que existen, en virtud de una adenda de inspecciones nucleares conocida como Protocolo Adicional.
El programa de enriquecimiento de Arabia Saudí y su negativa a adoptar el Protocolo Adicional, junto con una posible venta permisiva de reactores por parte de Corea del Sur, podría suponer un problema. En la actualidad, Corea del Sur fabrica sus conjuntos de combustible nuclear con uranio importado, que procede principalmente de Australia. Este mineral está controlado por la política de exportación de uranio de Australia, que exige que el uranio sea supervisado por el OIEA y que los materiales derivados de él no se vuelvan a transferir a un tercer país sin obtener antes el consentimiento de Australia. Sin embargo, si Seúl decide pasar el uranio australiano a Riad, los saudíes son libres de enriquecerlo hasta un 20% en cualquier momento sin tener que obtener la aprobación de nadie. Además, Riad podría proceder a enriquecer este material sin tener que aceptar inspecciones intrusivas del OIEA en virtud del Protocolo Adicional, lo que facilitaría que Riad enriqueciera más del 20 por ciento de uranio 235 sin que nadie lo supiera.
¿Puede Washington bloquear la exportación de reactores?
En Washington, la industria nuclear estadounidense está comprensiblemente enfadada porque Riad excluyó a Westinghouse de la licitación de los reactores saudíes. Mientras tanto, los funcionarios del Departamento de Estado dicen que KEPCO no puede vender a Riad su reactor APR-1400 porque incorpora tecnología nuclear estadounidense que es propiedad de Westinghouse. KEPCO, insisten, tendría que obtener primero la aprobación del Departamento de Energía de EE.UU. en virtud de los controles de transferencia de tecnología intangible de EE.UU. (conocidos como autorizaciones de la Parte 810). Este requisito, argumentan, da a Washington la influencia que necesita para imponer condiciones de no proliferación a la exportación de reactores de Corea del Sur a Riad.
El presidente estadounidense Biden siempre ha optado por no mostrar el más reciente interés del Reino por la energía nuclear. Esto suena bien. Pero hay una trampa. Los funcionarios surcoreanos insisten en que su diseño APR-1400, que utiliza un paquete de datos de Combustion Engineering que ahora posee Westinghouse, es totalmente autóctono. Centrarse en la cuestión de la autoridad para la transferencia de tecnología también plantea una pregunta mayor: ¿Necesita la República de Corea la bendición de Washington para empezar a enriquecer uranio por sí misma o para transferir la tecnología de enriquecimiento a otros países, como Arabia Saudí?
La respuesta corta es no.
Corea del Sur siempre ha sido libre de enriquecer uranio y transferir tecnología de enriquecimiento de uranio a otros países siempre que el uranio que enriqueciera o la tecnología de enriquecimiento que enviara no fueran de origen estadounidense. El veto de Estados Unidos sobre el enriquecimiento surcoreano sólo se aplica al uranio que procede de Estados Unidos. Como he sabido por una entrevista reciente a los dos principales negociadores del acuerdo de cooperación nuclear civil entre Estados Unidos y la República de Corea de 2015, Seúl siempre ha sabido esto. Sin embargo, Corea del Sur pidió que Washington le concediera explícitamente la autoridad para enriquecer uranio en el acuerdo de 2015, algo que Washington aún no ha concedido. Según los negociadores, los funcionarios surcoreanos preferían tener el permiso político de Washington para hacerlo, aunque no lo necesitaran legalmente.
Corea del Sur y Estados Unidos tienen una opción
La anterior administración de Corea del Sur, bajo el mandato del presidente Moon Jae-in, anunció en 2021 que Corea del Sur no exportaría reactores a países que aún no hubieran acordado adoptar el Protocolo Adicional del OIEA. ¿Mantendrá este compromiso el presidente Yoon Suk-yeol? ¿O revertirá Yoon esta política en su esfuerzo por asegurar la venta de reactores a Riad? Del mismo modo, ¿cuál es el compromiso de la Administración Biden para impedir que Arabia Saudí enriquezca uranio y reprocese el combustible de los reactores usados? Las administraciones anteriores han tratado de mantener a Riad alejada de esas actividades. ¿Mantendrá Washington los pies en el fuego de Seúl y Arabia Saudí en este asunto o el deseo de la administración de cerrar filas con Corea del Sur y Arabia Saudí dejará de lado estas preocupaciones sobre la no proliferación? Cualquiera que esté interesado en evitar una mayor propagación de las armas nucleares en Oriente Medio debería conocer las respuestas.
Henry Sokolski, Centro de Educación en Política de No Proliferación
Traducción de Raúl Sánchez Saura
Fuente:
Henry Sokolski, El camino saudí hacia las armas nucleares, 17 julio 2023, El Salto Diario.
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