Por Mario Mazzitelli
El vaciamiento espiritual de la Patria.
“Serás lo que debas ser o si no, no serás nada”. José de San Martín. “Ser o no ser”, esa es la cuestión esencial a cualquier Pueblo, Nación o Estado.
¿Querríamos ser “Argentina…la joya más preciada de la Corona Británica”? ¿Una estrella en la bandera de los EEUU? ¿Un súbdito de otras potencias? ¿Un grupo de habitantes que deambula sin rumbo y sin destino, buscando la forma de sobrevivir?
¿O queremos estar orgullosos de nuestra Argentina. Sentir que hay una fuerza moral que nos empuja a la libertad, al progreso, a la solidaridad. A ser alguien en el mundo. Reconocidos por la apertura a todos los seres humanos de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino. A ejercer el dominio soberano sobre todos los bienes naturales constitutivos de nuestra Patria: la tierra, el agua, la flora, la fauna, los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de litio, el carbón y el gas, las demás fuentes naturales de energía, el suelo, el subsuelo, el espacio aéreo, el espectro radioeléctrico, el mar, la plataforma marítima, las islas y los archipiélagos emergentes como pertenencias imprescriptibles e inalienables del Pueblo Argentino; y administrarlos “con propósitos sanos y acciones eficientes”?
Creo que la mayoría responderíamos afirmativamente al segundo interrogante. Sin desconocer que una franja importante de nativos se encuadra mejor en el marco de las primeras preguntas.
Unos y otros
“Ser o no ser, esa es la cuestión”. Alguien dijo: “Seamos un alma, lo demás vendrá por añadidura”. Podríamos agregar: “Seamos un sentimiento, una emoción, una pasión de amor por la Patria, por nuestro Pueblo y por la Humanidad, lo demás vendrá por añadidura”.
Hay una lucha perpetua entre Ser una Nación o un espacio geo-político subalterno; subyugado a intereses privados nativos y/o extranjeros.
Dos grandes alianzas pugnan en uno u otro sentido. Unas veces en forma abierta, otra encubierta. A veces con claridad y otras en un contexto de oscuridad y confusión. Pero hay rasgos que distinguen una de otra.
Para unos sobran viejos, sobran niños, sobran pobres, sobran indios…Los otros pugnan porque seamos más habitantes; porque aquí no sobra nadie.
Para unos el dinero y el consumo son todo. Acumular riquezas individuales hasta el infinito lo consideran un derecho inalienable. No contemplan personas ni ambiente. Los otros piensan que los bienes y servicios deben guardar alguna proporción con el buen vivir individual, social y ambiental. Y la distribución debe permitir erradicar la pobreza, para alcanzar un piso de bienestar para todos.
Malvinas
Para unos las Malvinas son un patrimonio discutible y enajenable. Podrían cederlas por vacunas, para pagar deuda externa o para disminuir el gasto en el presupuesto nacional. Para los otros son parte de nuestra integridad territorial. Por eso rechaza el colonialismo violento del Reino Unido y sostiene que las Malvinas son argentinas.
Los enemigos pretenden que decaiga la moral patriótica. La des-malvinización no fue ni es un proceso natural, sino manipulado. Han trabajado para debilitar nuestro espíritu, confundirnos, ubicarnos en la situación de incapaces para auto-gobernarnos (Dornbush-FMI-2002), intentan diseñar el sentido común de un pueblo débil.
Quedó demostrado en Mendoza en el estadio de futbol Malvinas Argentinas, donde las imágenes de la bandera patria y de las Malvinas, en los laterales de la pantalla electrónica, fueron tapadas para no herir la sensibilidad del Reino Unido. El escándalo que se configuraba era de semejante magnitud que tuvieron que destaparlas. Pero una vez más quedaba demostrada la carencia de espíritu patriota, por lo menos en unos sectores importantes de la dirigencia.
Realzar lo propio, “no es para mal de ninguno, sino para bien de todos”.
Cuando nombramos a los próceres de la independencia, a nuestros héroes, a los grandes constructores de nuestra nacionalidad, a nuestros premios Nobel, a la cantidad de figuras que trascendieron la escena de la Patria para transformarse en referencias mundiales; el pecho y el corazón se llenan de orgullo y la energía se multiplica.
En cambio, cuando denostamos a nuestros compatriotas con una mirada ácida, una crítica destructiva o el fatalismo sobre un país fallido; baja la autoestima, cunde el desaliento y nos sentimos inferiores. Sin misión. Vacíos.
Si nos vaciaran el alma, como otrora hicieron con el espíritu patriótico de las empresas públicas para poder quedárselas a precio vil, habríamos perdido el destino de grandeza solidaria con el que nació la Patria. Hay que luchar. Son tantas causas nobles por las que pelear, que quedarían vacías si no tuviéramos Patria.
Yo me quedo con las palabras de José Ingenieros: “Sólo es patriota el que ama a sus conciudadanos, los educa, los alienta, los dignifica, los honra; el que lucha por el bienestar de su pueblo, sacrificándose por emanciparlo de todos los yugos; el que cree que la patria no es la celda del esclavo, sino el solar del hombre libre. Nadie tiene derecho de invocar la patria mientras no pruebe que ha contribuido con obras a honrarla y engrandecerla. Convertirla en instrumento de facción, de clase o de partido, es empequeñecerle. No es patriotismo el que de tiempo en tiempo chisporrotea en adjetivos, sino el que trabaja de manera constante para la dicha o la gloria común”.
Para la dicha o la gloria común. Ese es un buen destino colectivo.
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