domingo, 20 de noviembre de 2022

A 5 años del evento radiactivo en el edificio del reactor de Embalse


La Autoridad Regulatoria Nuclear manipuló la información con el objeto de ocultar la contaminación radiactiva de más de 500 trabajadores en la Central Nuclear Embalse.

por Cristian Basualdo │ ilustración Ana Rosa Feldman y Suárez

El 17 de noviembre de 2017, un escape de agua pesada dentro del edificio del reactor de la Central Nuclear Embalse, contaminó radiactivamente a más de medio millar de trabajadores y puso en evidencia la precariedad con la que se realizó la extensión de vida del viejo reactor CANDU. Le propongo al lector un repaso de los hechos que demostrará la manipulación de la información por parte de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) con el objeto de ocultar el evento radiactivo.

A las 10:30 horas de aquel 17 de noviembre, personal de radioprotección detectó elevadas concentraciones de tritio en el aire del edificio del reactor. Nucleoeléctrica procedió a suspender las tareas que se ejecutaban en ese momento dentro del edificio, evacuando al personal y aumentando el caudal de ventilación, como acciones inmediatas. A los trabajadores contaminados se le prescribió un tratamiento médico elemental, que consistió en la ingesta de un diurético para una más rápida eliminación del tritio por orina. El tritio es el isótopo radiactivo del hidrógeno.

La ARN notificó públicamente el evento 7 meses después, en la sección “Informes sobre sucesos notificados” de su página web. De esta manera, salió a perseguir la noticia después que saliera a la luz durante un debate en la Universidad de California de Santa Cruz, llevado a cabo el 20 de mayo de 2018.

El organismo regulador dijo que se trató de “una dispersión de humedad de agua pesada en la zona controlada del edificio del reactor, durante la realización de maniobras de secado y barrido de cañerías con aire comprimido”, y que “la errónea alineación de válvulas movilizó inadvertidamente el aire en tramos de cañerías que no estaba previsto secar, y que tenían humedad de agua pesada con cierta concentración de tritio”.

2 años después del evento radiactivo, en cumplimiento de la Convención sobre Seguridad Nuclear, la ARN presentó una versión de los hechos más cercana a la realidad (Ver: Unexpected high concentration of tritium in the reactor building, Octavo Informe, Anexo V, página 6). A continuación, una simple comparación entre lo informado por la ARN al público argentino y lo informado a los técnicos internacionales.

Una cubierta de plástico en lugar de una pieza metálica. En el Octavo Informe, la ARN dejó asentado que “la causa fue la ventilación de tritio a través de una brida de tubería abierta que sólo tenía una tapa de plástico, que se rompió debido a la sobrepresión generada por una válvula mal cerrada del sistema de extracción de aire de Calandria”, advirtiendo a continuación que “esta tubería requería una brida ciega (blank flange) por procedimiento”. Puesto en mis términos: la tubería debió tener un cierre metálico que hubiera evitado la dispersión de tritio.

A continuación, la ARN cita las otras causas: “un análisis inadecuado antes de cambiar la configuración de la inyección de aire”, y “no se realizó ningún informe previo al trabajo y tampoco se informó al departamento de protección radiológica para el monitoreo de tritio”.

Se ocultaron las dosis recibidas por los trabajadores. La ARN le dijo al público argentino que “para 5 trabajadores se estimaron de manera conservativa valores superiores a los 5 milisievert (mSv) en la dosis producida por el decaimiento del tritio incorporado”. Por su parte, Nucleoeléctrica le dijo a La Voz del Interior que no fue necesario informar del evento a la población y que tampoco “implicó la afectación a los empleados de la planta”.

En el Octavo Informe, la ARN precisó que “522 trabajadores recibieron dosis de tritio superiores a 0.27 mSv, 5 de ellos superaron los 5 mSv y un trabajador recibió 10 mSv. El evento es significativo porque resultó en una dosis de tritio para muchos trabajadores y un trabajador recibió una dosis de 10 mSv”.

De los 21000 milisievert-hora (mSv-H) previstos como dosis colectiva para toda la extensión de vida, el evento que nos ocupa implicó unos 700 mSv, que quedaron en los cuerpos de trabajadores subcontratados ―en su gran mayoría―, que cobran menores salarios y no tienen continuidad laboral, se van una vez terminado su trabajo, llevándose consigo los isótopos radiactivos incorporados, las dosis recibidas, y cualquier problema de salud posterior que pudiera dejar un rastro epidemiológico.

Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa, con la información asimétrica sobre los riesgos radiactivos, la ARN evitó que los medios de comunicación hablaran de más de 500 trabajadores contaminados.

El sistema de monitoreo de tritio estaba desconectado. Al público argentino la ARN le dijo que “luego del análisis del evento se iniciaron medidas correctivas y también preventivas como la instalación de un sistema de monitoreo permanente de tritio en el edificio del reactor”. Se trató de una estrategia comunicacional típica de la industria nuclear luego de un accidente: anunciar la incorporación de tecnología para evitarlo en el futuro, como parte de las “lecciones aprendidas”.

En el Octavo Informe consta que la ARN indicó a Nucleoeléctrica que “vuelva a instalar el sistema de monitoreo continuo de tritio en el edificio reactor”, entre las acciones correctivas. No hace falta una inteligencia por encima de la media para darse cuenta de que no es lo mismo para un organismo regulador recomendar “instalar un sistema de monitoreo” que “volver a instalarlo”, porque en este último caso ya debía estar funcionando al momento del escape. Efectivamente, la ARN ocultó al público argentino que estaban desconectados los medidores automáticos de tritio, que hubieran advertido oportunamente el aumento de la radiactividad en el aire dentro del edificio del reactor.

Hay una moraleja en esta historia: no hay que confiar demasiado en los programas de optimización de dosis de Nucleoeléctrica, que tenía previsto medidas que no se cumplieron― para reducción de dosis debida a contaminantes del aire, tales como “mantener un monitoreo del aire permanente del edificio del reactor” (Ver: Programa ALARA para Proyecto Extensión de Vida, hoja 9).

Por otra parte, la Norma ARN 3.1.1. Exposición ocupacional en reactores nucleares de potencia, establece que “ningún trabajador debe estar expuesto a concentraciones de radionucleidos en aire superiores a 1/10 DAC. En los locales donde estos valores de concentración puedan detectarse, deben preverse dispositivos para monitoreo y medios de protección adecuados”. Para recibir una dosis de 10 mSv la Concentración Derivada en Aire (DAC) debió superar por mucho el límite establecido por la Norma ARN 3.1.1. La instalación de un dispositivo de monitoreo continuo era una obligación de Nucleoeléctrica, y la ARN en lugar de sugerirlo después del evento, en tanto organismo de control, debió iniciar un sumario administrativo e implementar las penalidades correspondientes.

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