A horas de renunciar como ministra, Batakis, siguiendo instrucciones del presidente, revalidó deuda con China por 5.000 millones de dólares para continuar la construcción de las dos represas en Santa Cruz.
por Juan Vernieri
El crédito otorgado por un conjunto de tres bancos chinos, se encontraba caído desde 2020, por falta de pago de la primera cuota, y los bancos no enviaban más fondos a la Argentina.
Argentina, con las reservas del Banco Central en extrema debilidad, acrecienta su deuda con China, pretende comprensión en el FMI y que el Club de París acepte una nueva refinanciación de una deuda cercana a los 2.500 millones de dólares.
El Gobierno, al parecer, no tiene un plan que contemple en simultáneo sus problemas locales y los hechos geopolíticos que suceden en el mundo. Alberto Fernández aún espera que en la Casa Blanca confirmen la fecha de su visita oficial a Washington. Biden no encontrará estratégico para su propia agenda doméstica y mundial, recibir a un jefe de Estado que mantiene política de sobreendeudamiento con China.
El ministro Massa está por viajar a Estados Unidos y Francia con el objetivo de explicar su programa económico. Su posición política sobre China será la pregunta cantada en el FMI, y especialmente en la Secretaria del Tesoro y en el Club de París.
Pero yendo a lo que preocupa, Nucleoeléctrica Argentina SA el 1 de febrero suscribió un contrato por el cual se compra un reactor Hualong One de más de 1.000 MW a instalar en Lima, denominado Atucha III. El convenio quedó sujeto a que los bancos chinos proporcionen el 85 % de los 8.500 millones de dólares que cuesta. Apenas suscrito el contrato, Argentina inició conversaciones para aumentar la financiación al 100 %. Aun no se sabe si finalmente los bancos aportarán la financiación.
China no se encuentra suficientemente defendida de la pandemia y debe acudir a la paralización. La actividad empresarial y de consumo de la segunda economía más grande del mundo se ha visto obstaculizada por la política de “cero covid” de Pekín.
Esta política frente a la pandemia genera una crisis que se suma al reciente desplome del sector inmobiliario, que casi provocó la quiebra de uno de los mayores constructores del país, China Evergrande, que el año pasado incumplió su deuda de US$ 300.000 millones. Los compradores de viviendas chinos han dejado de pagar las hipotecas de los apartamentos inacabados. No hay prácticamente nuevos créditos bancarios para viviendas.
La superposición de estas dos crisis, ocasionan balances deficitarios en los bancos.
La política sanitaria china ha incluido repetidos confinamientos y continuas restricciones han afectado los ingresos de las personas y de las empresas, así como el ahorro y la inversión. La población no quiere gastar dinero por temor a ser obligados a hacer cuarentena por el Covid y quedarse sin ingresos. Miles han dejado de pagar sus hipotecas, una medida radical para China, donde ningún tipo de disidencia es tolerada. Los ciudadanos manifiestan que no les importan las represiones violentas que pueda tener el gobierno. Muchos de los hoy morosos podrían seguir pagando sus créditos, pero están optando por no hacerlo, para así presionar por la culminación y entrega de sus viviendas.
Decenas de miles de viviendas inconclusas. Los préstamos afectados por esta protesta, ascienden a alrededor de US$ 220.000 millones, según estimaciones de consultoras. Algunos analistas dicen que el monto podría ser mayor. El diario económico Financial Times informó recientemente que China emitió deuda por US$ 148.000 millones para ayudar a los promotores inmobiliarios, y Bloomberg informó que los titulares de hipotecas podrían ser eximidos de tener que pagarlas, sin que ello afecte a su récord crediticio. Increíble, ¿no?
A esta crítica situación, se le suma la sequía que también embarga a China. Las consecuencias se sienten en varias provincias, donde los habitantes sufren apagones eléctricos y varias factorías han tenido que reducir y detener su producción. Hay aumento del desempleo y recortes salariales. A las causales internas de esta extrema coyuntura, se suman causales externas, como la falta de pago de créditos otorgados a otras naciones que, tal vez por culpa del covid, o por defectos de administración, no están satisfaciendo compromisos, como es el caso de Argentina con el crédito para las presas de Santa Cruz.
Sri Lanka de 22 millones de habitantes, se benefició de un torrente de créditos destinados a grandes obras de infraestructuras, salpicados de sospechas de corrupción, y se endeudó de forma masiva para superar años de déficits presupuestarios y comerciales. Desde hace meses, la población padece una grave escasez de alimentos, combustibles y medicamentos.
En 2017, Sri Lanka fue incapaz de pagar una deuda de 1.400 millones de dólares contraída con Pekín para la construcción del puerto en aguas profundas de Hambantota. El puerto, situado en la vía marítima Este-Oeste más utilizada del mundo, debía impulsar la actividad industrial, pero, tal vez por mala administración, registró pérdidas por 300 millones de dólares en seis años. Al final, China obligó al país a cederle el puerto a una empresa china por 99 años.
El gobierno griego, se vio obligado a vender a China su puerto de El Pireo, junto a otros activos públicos, a raíz de no poder satisfacer deudas con China.
Argentina debe tener muy presente como actúa China en caso de incumplimientos. (“Cuando las barbas de tus vecinos veas afeitar, pon las tuyas en remojo”).
Sin entrar a considerar lo inconveniente de la compra del Hualong One, frente a esta crisis china sucintamente descrita y a la debilidad financiera argentina, se impone este interrogante:
Los bancos chinos ¿financiarán las obras de Atucha III?
Esta incertidumbre la puso de manifiesto el presidente de Nucleoeléctrica Argentina SA, firmante del contrato con China por la compra del reactor, ingeniero Antúnez cuando dijo: “Nos falta cerrar el financiamiento del proyecto en medio de esta tempestad financiera que estamos viviendo, cosa que es, más o menos equivalente a tratar de pintar el barco en medio de un huracán”.
Antunez vacila, se comenta que ha recomendado al gobierno no iniciar la obra. “Nuestra impresión es que, o se cierra el financiamiento completo con China (100 %) como es el caso de las represas del sur, o es mejor esperar a mejores tiempos” dijo Antúnez. Incluso hizo referencia a Atucha II cuya construcción demoró una eternidad: el contrato se firmó el 9 de mayo de 1980 y entró en servicio en el segundo semestre de 2014, más de 34 años.
El contrato con China se suscribió el 1 de febrero y establece un plazo de 9 meses para cerrar las condiciones de financiamiento y la provisión de tecnología para la fabricación del combustible por parte de nuestro país. Estos 9 meses se cumplen el próximo 1 de noviembre. Parece difícil que estén resueltas las dos condiciones y pueda iniciarse de obra en diciembre como estaba previsto.
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