BUENOS AIRES - “Hace años había mucha agua y crecía todo: papa, cebolla, sandía, melón… Entonces vendíamos frutas y verduras, pero ahora no alcanza ni para una huertita”, cuenta Olga González, una mujer de 54 años, madre de nueve hijos e integrante del pueblo indígena huarpe, que habita en el centro del oeste de Argentina.
Los huarpe son una de las 35 naciones originarias reconocidas en el país. Viven al pie de la Cordillera de los Andes, en las provincias de Mendoza y San Juan.
La comunidad de González, llamada San Antonio, es una de las que reside en Lagunas de Guanacache, un humedal de Mendoza cuya importancia internacional ha sido reconocida por la Convención Ramsar y que desde hace años sufre por la severa crisis hídrica de la región.
“Hemos hecho pozos de 13 metros o más profundidad, para buscar agua subterránea. Funcionaron un tiempo pero ahora ya no tienen agua. Se han secado”, agrega González en su diálogo con IPS por teléfono desde su localidad.
Ella revela que muchos hombres que criaban vacas, cabras u ovejas se han ido de la comunidad indígena, porque hay poco pasto para sostener la cría de animales.
Hoy González forma parte de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra Campesina y Territorial, una organización que pelea por los derechos de las comunidades indígenas y campesinas de Mendoza y busca soluciones para la escasez de agua.
Cae la nieve
Hace unos 10 años que en la región andina de Argentina nieva menos que los promedios históricos.
La nieve cordillerana -y no la lluvia- es el alimento de los ríos de la zona, que se están acostumbrado a un menor caudal. La crisis suele afrontarse echando mano al agua almacenada en los diques, pero esa solución se vuelve más difícil a medida que la sequía se extiende y el volumen de agua embalsada disminuye.
“Este año venía muy mal hasta julio. Pero hubo dos nevadas en agosto y, gracias a ellas, la situación pasó de catastrófica a grave”, comenta a IPS por teléfono el geógrafo Marcelo Guiraud, docente en la Universidad Nacional de Cuyo, con su campus en la ciudad de Mendoza, la capital provincial.
Guiraud explica que, desde que se llevan registros, hubo un año de sequía más intensa que los actuales, que fue 1968, pero nunca la situación se prolongó tanto.
“Desde 2010 estamos con una crisis hídrica seria en esta región. Estudios de los anillos de los árboles indican que en los últimos 600 años no hubo una sequía tan profunda”, afirma el especialista desde la ciudad de Mendoza.
Impacto en agricultura
La disponibilidad mínima de agua en los diques ha llevado a que las autoridades de la provincia de San Juan restringieran a comienzos de diciembre la circulación por los canales de riego y generó un serio conflicto con los agricultores, que dependen de ellos casi totalmente porque la provincia andina se caracteriza por la escasez de lluvias.
“La consecuencia del corte de agua para riego es que perdemos las cosechas y se genera más pobreza”, dice a IPS por teléfono el agricultor Eduardo Sánchez, productor orgánico de uvas para vino y para consumo, desde su finca de 20 hectáreas en el departamento (subdivisión provincial que agrupa a varios municipios) de Angaco, a 20 kilómetros de San Juan, la capital provincial.
Sánchez fue una de las decenas de productores que el 10 de diciembre participaron en un corte de la Ruta Nacional 20, cerca de la capital, para reclamarle al gobierno sanjuanino que restituya el agua a los canales de riego de esta provincia, que es en su mayor parte montañosa y tiene pocas tierras cultivables.
“San Juan necesita agua para producir alimentos. Sin agua no hay producción posible”, dijeron los miembros de la Asociación Argentina de Productores Autoconvocados (AAPA), en un comunicado en el que sostuvieron que el gobernador Sergio Uñac “olvida que la Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa el derecho de todos a una alimentación adecuada”.
Situación crítica
Silvia Mérida, funcionaria del Instituto Nacional del Agua (INA), organismo científico del gobierno nacional dedicado al aprovechamiento y la conservación del recurso, dice a IPS desde la capital sanjuanina que la situación es crítica, debido a que las escasez de nievas ya ha provocado diez años seguidos de caudales bajos.
“Los años anteriores suplimos la falencia con lo que estaba embalsado en los diques. Pero la sequía se ha alargado tanto que hoy los diques están con el mínimo operativo y no pueden producir energía, por lo que tampoco pueden abastecer el riego”, explica Mérida, quien es subgerente del Centro Regional de Aguas Subterráneas del INA, con sede en San Juan.
“Toda la vida en San Juan ha sobrado agua y entonces se derrochaba. Ahora tenemos que acostumbrarnos a tener un poquito menos cada año, porque esa es la tendencia. Pensamos que esto se debe al cambio climático”, agrega en su diálogo por teléfono.
La profunda sequía de 1968 -que todavía se recuerda en la región- duró hasta 1972. Entonces el gobierno sanjuanino hizo más de 8000 perforaciones para recurrir al agua subterránea. Pero luego mucho de esos pozos quedaron sin uso, por lo que hoy el gobierno de San Juan está viendo cuáles pueden recuperarse.
La falta de humedad, sin embargo, ha hecho que bajara el nivel de las aguas subterráneas, Uno de los que lo ha constatado es Daniel Lanthier, quien produce almendros, olivos, ciruelas y tiene un horno solar en el que hace dulces, en el departamento mendocino de Junín.
“Tengo un pozo de 45 metros de profundidad, pero se me fundieron los motores de la bomba porque quedaron trabajando en el aire, debido a que el nivel del agua bajó. Necesitamos que haya más nieve en la Cordillera para que se carguen las napas freáticas”, dice a IPS desde esa localidad.
Lanthier explica que, debido al cambio climático, muchos en la región andina creen que habrá que empezar a apostar por el agua de la lluvia y no de las nevadas. “Dicen que va a llover más y a nevar menos. En cualquier caso, la situación es muy difícil, especialmente para los productores más chicos. Esto deja mucha gente afuera de la agricultura”, plantea.
Una crisis que se extiende
Las provincias andinas de Argentina son, especialmente en el centro y el norte del occidente de este país del Cono Sur americano, montañosas y áridas, por lo que las actividades agropecuarias no son fáciles allí.
De todas maneras, el centro-este argentino, que es la zona productiva por excelencia, atraviesa desde 2020 también una crisis hídrica, debido a la escasez de lluvias que produjo una importante bajante del nivel de los ríos de la cuenca del Paraná, una de las más importantes de Sudamérica.
Dentro del área andina, en Mendoza se cultivan unas 350 000 hectáreas y en San Juan, 100 000, casi todas bajo riego. Los agricultores de estas dos provincias -productoras de más de 90 % de la vid para vino de Argentina- van a tener que pensar en hacer un uso más eficiente de los cultivos.
En eso está trabajando el Instituto Nacional de TecnologíaAgropecuaria (INTA), organismo técnico del Estado, a través de parcelas demostrativas de riego por goteo (con presurización, cosa que hoy no se utiliza) y ayuda a los productores para que midan el volumen de agua utilizada.
Claudio Galmarini, director regional del INTA en San Juan y Mendoza, explica a IPS que el escenario más optimista es que, en la próxima década, la crisis hídrica siga igual y no empeore.
“No sabemos si esta realidad responde a ciclos históricos o al cambio climático. Sí sabemos que esta situación va a traer conflictos, porque la prioridad es el consumo humano y, en Mendoza, 89 % del agua se destina a la agricultura”, analiza.
Galmarini sostiene que Argentina tendrá que copiar métodos de aprovechamiento del agua de países como Israel, aunque eso requiere inversiones importantes.
“La situación no es nueva pero se ha agravado mucho. Hoy ha crecido la conciencia de que este tema es prioritario. Ya está bien instalado en la sociedad que no podremos seguir si no hacemos un uso más eficiente del agua”, sentencia desde la ciudad de Mendoza.
ED: EG
Fuente:
Sequía castiga a comunidades y agricultores de los Andes argentinos, 16 diciembre 2021, Inter Press Service. Consultado 21 diciembre 2021.
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