Decenas de miles de toneladas de residuos radiactivos de la minería del uranio fueron abandonadas hace 40 años por la Comisión Nacional de Energía Atómica, en las cercanías del Paso Berwyn, en la margen derecha del río Chubut.
por Cristian Basualdo
PASO BERWYN, Chubut.- Un cartel amarillo advierte: “Área Restringida” y “Prohibido el Acceso”, a pesar de su deterioro se alcanza a leer: “Comisión Nacional de Energía Atómica”. El cartel está detrás de un alambrado que delimita parte de un predio yermo, de unas 8 hectáreas, ubicado a la vera de la Ruta Provincial Nº 12, donde se distinguen unos promontorios artificiales que esconden, debajo de unos centímetros de ripio, decenas de miles de toneladas de residuos radiactivos generados por la minería del uranio.
Haciendo un poco de historia, en la década de 1960 la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) desembarcó en la localidad de Sarmiento, al sur de la provincia del Chubut, luego mudó sus oficinas a Trelew porque había comenzado a explorar la Sierra de Pichiñán, aproximadamente en el centro geográfico provincial, mediante estudios geológicos y radimétricos que le suministraron las primeras informaciones del que luego denominó distrito uranífero Pichiñán. El autoabastecimiento de los combustibles nucleares fue la consigna enarbolada por la CNEA durante sus primeras cuatro décadas de actividad.
A comienzos de 1976, la CNEA licitó una planta de concentración de uranio (en los pliegos figuraba como Planta Química), cerca del paso Berwyn, a unos mil metros del río Chubut. En junio del mismo año, la empresa Quórum comenzó el montaje de un galpón de chapa para alojar las instalaciones electromecánicas, además de unas casillas para los operarios. La planta comenzó a operar al año siguiente, procesando el mineral de dos explotaciones de uranio a cielo abierto: Los Adobes y Cerro Cóndor. La lixiviación se realizaba con ácido sulfúrico, que decantaba en una cisterna (conocida como los piletones), después, el líquido se bombeaba a la planta para continuar el proceso con filtros y columnas de resinas. En la documentación oficial figura con los siguientes nombres: Complejo Minero Fabril Pichiñán, Complejo Minero Fabril Los Adobes, Planta Los Adobes o Fábrica Los Adobes.
En la Memoria Anual de 1978 de la Comisión Nacional de Energía Atómica, pg. 10, figura esta imagen con la leyenda: Interior de la Fábrica Los Adobes (Chubut). |
La minería del uranio produce grandes cantidades de residuos sin pensar en el futuro o en el ambiente, tales como roca estéril, minerales de baja ley, agua de mina, y lodos de precipitación. Especialmente peligrosas son las colas de mineral, como se denomina al material del cual se ha extraído la mayor cantidad posible del uranio que contenía. Según datos de la CNEA, alrededor del 15% de la radiactividad original del mineral pasa al concentrado de uranio y, una vez que los radionucleidos de corta vida han decaído, el 70% de la radiactividad original del mineral permanece en las colas, que contienen casi toda la actividad proveniente del decaimiento del uranio-238: torio-230 y radio-226, el que a su vez decae produciendo radón-222. El torio-230 es una fuente de producción de radiactividad a largo plazo. Las colas contienen además metales pesados que están presentes en el mineral, tales como plomo, vanadio, cobre, cinc, y cromo, además de otros compuestos adicionados durante el proceso, tales como amonio, nitrato y solventes. La dispersión de las colas mediante el viento o el agua, o por disolución, puede trasladar partículas con radiactividad y otros compuestos tóxicos a cuerpos de agua superficiales o subterráneos que constituyen fuentes de agua potable, a los suelos, a la cadena trófica y a los alimentos.
El Complejo Minero Fabril Pichiñán cerró en 1981, tan solo 4 años después de su puesta en marcha. En la documentación de la CNEA consta que se extrajeron 90.198 toneladas de mineral del yacimiento Los Adobes para obtener 108 toneladas de uranio, y del yacimiento Cerro Cóndor se extrajeron 57.340 toneladas de mineral para obtener 45 toneladas de uranio. Una vez finalizadas las operaciones mineras, la cantera Cerro Cóndor fue abandonada y está como quedó, luego de su explotación. La cantera Los Adobes fue parcialmente rellenada en 1998. El complejo fue desmantelado, en el predio quedaron las fundaciones del galpón, las plateas, y lo más peligroso: 85.000 toneladas de las pilas de lixiviación, las cisternas de lixiviación, el dique de colas y 60.000 toneladas en la escombrera de desechos sólidos.
Imagen satelital del ex Complejo Minero Fabril Pichiñán, arriba en color verde se distinguen los menadros del río Chubut. Crédito: Fernando Berdugo. |
Para tener una idea de la improvisación de los funcionarios del átomo, basta con señalar que los predios en cuestión son propiedades privadas. La CNEA paga una indemnización al propietario cada vez que se efectúan trabajos de algún tipo en los yacimientos, en concepto de daños y perjuicios. Por el terreno donde están localizadas las colas del procesamiento, la CNEA paga una suma anual en concepto de alquiler del mismo.
El centro poblado más cercano es Paso de Indios (2079 habitantes en 2010), ubicado 26 kilómetros al sur del complejo. En 1993, murieron en la zona 4 personas en circunstancias extrañas, según las autopsias 2 de ellas presentaban cuadros de cristalización pulmonar, propios de una intoxicación con hexafluoruro de uranio.
La Mina Nuclear Cerro Solo
Las perforaciones exploratorias que realizó la CNEA siguiendo los niveles aflorantes del yacimiento Los Adobes, atravesaron los primeros niveles mineralizados del yacimiento Cerro Solo. En la década de 1990, la CNEA cerró el resto de las minas de uranio que explotaba en el país. A su vez, realizó estudios más detallados del distrito uranífero Pichiñán, Cerro Solo se convirtió en el gran yacimiento de la CNEA, que lo denominó Mina Nuclear Cerro Solo.
En 1995, la actualización del código de minería puso a los minerales nucleares en la categoría de concesibles. Los funcionarios del átomo se adaptaron rápidamente a la nueva normalidad: “tiraron por la ventana” la consigna del autoabastecimiento de minerales nucleares, y se dedicaron a negociar con las empresas privadas la información geológica sistematizada por la CNEA hasta ese momento.
Crédito: Pablo Lada. |
Javier Rodríguez Pardo, fundador del Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH), señaló la colusión de la CNEA con las mineras. Los galpones de la Planta Los Adobes eran utilizados para clasificar las muestras testigo de las perforaciones. En 1997, una consultora privada completó el estudio de prefactibilidad de Cerro Solo, pagado por la CNEA. En 1999, la CNEA licitó -sin éxito- 4.600 toneladas de uranio de este yacimiento.
Desde 2003 está prohibida la minería metalífera en Chubut (Ley XVII-Nº68, antes Ley 5001). Esto no parece ser un obstáculo para la multinacional canadiense Blue Sky Uranium, que ofrece a los potenciales inversores proyectos en el distrito uranífero Pichiñán, tales como Cerro Parva, Tierras Coloradas y Sierra Colonia. La multinacional cuenta entre sus asesores con un ex geólogo de la CNEA, Jorge Berizzo, al que se le atribuye un papel destacado en el descubrimiento de los yacimientos Cerro Cóndor y Cerro Solo.
Si la CNEA se tomara las leyes en serio, debería recuperar los sitios afectados por la minería del uranio (Ley N° 25.018, Artículo 11). Pero los funcionarios del átomo nunca estuvieron dispuestos a gastar un peso en los pasivos ambientales que dejaron atrás sus aventuras radiactivas, por el contrario, los utilizaron como excusa para lucrar con un crédito del Banco Mundial. Así nació el Proyecto de Restitución Ambiental de la Minería del Uranio (PRAMU), originalmente previsto con una duración de 7 años, para remediar 8 sitios, a un costo de 30 millones de dólares. 16 años después, el PRAMU remedió 1 sitio (Malargüe).
El 10 de enero de 2021, Pablo Lada, integrante del MACH, visitó las ruinas del Complejo Minero Fabril Pichiñán, y filmó un video en el que se puede ver el mismo estado de abandono de siempre. Los promontorios con residuos radiactivos son un testimonio material de la carga que representa la energía nuclear para las generaciones futuras.
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