La región de Caminiaga tiene poca recurrencia de incendios. Las llamas fueron poderosas porque afectaron ecosistemas con mucha carga de combustibles.
por Lucas Viano
El fuego parece una mala costumbre para las Sierras de Córdoba. Entre 1987 y 2018, el 57,9 por ciento de las Sierras fueron afectadas por incendios. En esos 31 años, 9.210 focos devastaron más de 1,6 millones de hectáreas.
Muchos sectores recibieron varias veces las llamas, según un relevamiento del Instituto Gulich, que depende de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
El 21 por ciento de las Sierras (585.861 hectáreas) se quemó una vez; un 9,5 por ciento (264.126 hectáras), en dos oportunidades, y un 3,2% (89.966 ha), tres veces. Además, 44.996 hectáreas quedaron bajo las llamas en cuatro o más oportunidades durante los 31 años analizados.
La región de Caminiaga, que sufrió los incendios de los últimos días, tenía poca recurrencia de fuego. Incluso algunos sectores no habían recibido las llamas en 30 años.
“Es una zona que se quemó entre una y dos veces durante estas décadas, por eso tenía mucha carga de combustible y las llamas fueron gigantes. Había matorrales y arbustales de más de dos metros de altura. La recurrencia es baja comparada con otras zonas que se quemaron hasta seis veces”, explica Nicolás Mari, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) en Cruz del Eje.
Y detalla que esa sería una de las razones detrás de la magnitud que adquirieron estos últimos incendios. La otra razón es la sequía generalizada que está teniendo la provincia, sumada a algunas heladas en esa región que secan aun más el material combustible.
Mari entiende que la baja recurrencia del fuego en el sector se debe a que son zonas alejadas con poca actividad humana y con baja densidad poblacional. Tampoco es una región turística.
Sin embargo, advierte: “Dos fuegos en 30 años es mucho para un ecosistema. Y más de tres ya traspasa un umbral en el que es difícil que se recupere”.
Una zona con poco fuego
Mal acostumbrados
Laura Cavallero, investigadora de Conicet en el Inta de Villa Dolores, coincide: “La cartografía de incendios en Córdoba muestra lugares con hasta siete incendios en 30 años. Por eso, uno o dos incendios parecen pocos, pero es una frecuencia alta. El mapa hace perder la referencia”.
Y después brinda un ejemplo: “Pensemos en un árbol que plantamos en nuestro jardín. Lo regamos, cuidamos de que no lo ataque ninguna plaga y de que tampoco tenga animales que se lo quieran comer, como ocurre en la naturaleza. En 15 años tendremos un buen árbol, pero todavía no tendrá un tronco de esos que no podemos abrazar”.
Y agrega: “El bosque nativo debe tener esos árboles de troncos grandes que están colonizados con líquenes. Pero si el sector sufre un incendio para 15 años, el bosque no se recupera”.
Cavallero explica que los incendios han sido parte de los disturbios naturales de las Sierras. “Pero el gran efecto del hombre es que está modificando las frecuencias. Nunca se dio con tanta recurrencia y se irá acentuando en un escenario de cambio climático”, asegura.
Pastizales y arbustales tienen mayor tolerancia al fuego porque se recuperan más rápido. Pero la bióloga explica que el fuego descontrolado en estos ecosistemas pone en riesgo un bosque cercano porque aumenta la temperatura en el sector y las llamas ganan altura.
Cómo mirar el mapa
Para Cavallero, hay que mirar los dos extremos del mapa de frecuencia de incendios. “En las áreas que no se quemaron, hay que tomar medidas para vigilarlas. Probablemente sean los últimos bosques bien conservados que tiene la provincia”, señala.
Y explica que lo mejor es actuar sobre el entorno porque es difícil que el fuego se inicie en el bosque. “No tiene tanto combustible fino, porque hay mucha sombra y el pasto no crece”, detalla.
Pero también hay que mirar las áreas con mucha recurrencia de incendios. “Hay que analizar por qué están tan afectadas y tomar medidas para que esa alta frecuencia no se extienda”, explica.
Y detalla que a veces los cortafuegos no son la solución. “Los cortafuegos sirven si se realizan de manera planificada a una mayor escala y se mantienen para que no crezcan pasturas que se incendian fácilmente”, ejemplifica.
Efectos del fuego sobre el bosque serrano
Materia orgánica. La capa superficial del suelo, o humus, es cinco veces más delgada en sitios incendiados.
Vegetación. En un predio donde el incendio ocurrió hace dos años, hay un 10 por ciento menos de especies vegetales que en uno sin quemar. A los nueve años, la reducción de especies es del 50 por ciento.
Aves. Un predio que padeció seis incendios en 10 años tenía el 41,5 por ciento de especies de aves de las que se contabilizaron en otro predio aledaño, pero sin rastros de fuego en décadas. También se redujo la cantidad de ejemplares. Se pasó de 350 aves a 114.
Reptiles. En un predio incendiado hace 14 años, la cantidad de lagartijas había disminuido en un 80 por ciento al compararlo con una zona vecina sin incendios.
Mamíferos. Algunos mamíferos son atrapados por las llamas. Y muchos de los que logran escapar no vuelven. El bosque quemado favorece a especies de medianas a pequeñas y de hábitos generalistas, como como maras, conejos y vizcachas.
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Fuente:
Lucas Viano, Incendios en el norte: la zona afectada casi no había recibido fuego en 30 años, 9 octubre 2021, La Voz del Interior.
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