sábado, 28 de agosto de 2021

El parque Ansenuza se extiende por toda la provincia, y más

El río Suquía, fuertemente contaminado por los vertidos cloacales, industriales y agrícolas, también forma parte de Mar Chiquita. La laguna ofrece sus beneficios más allá de la región.

por Lucas Viano

Es probable que la mayoría de los cordobeses nunca hayan visitado Mar Chiquita. Aun así, lograron impactar este ecosistema o la laguna los afectó de algún modo.

El sobrepastoreo y los incendios en las sierras cordobesas o la restauración de los bosques de tabaquillos en Los Gigantes impactan en el parque nacional Ansenuza, que los gobiernos de Córdoba y de la Nación decidieron crear.

El daño que les hacemos a los ríos Cosquín o San Antonio también repercute en el final de la cuenca del Suquía, la cual termina en Mar Chiquita. Ni hablar de lo que sucede con el lago San Roque, uno de los espejos de agua más contaminados de Argentina.

Lejos de mejorar, aguas abajo el problema empeora. La contaminación de la ciudad de Córdoba impacta de lleno en el Suquía. Muchas veces la planta de Bajo Grande expulsa el mismo caudal que trae el Suquía, pero de efluentes cloacales con escaso tratamiento. Es tan mala la calidad del agua de este río luego de Bajo Grande que los científicos casi no encuentran peces.

A su vez, tanto el Suquía como el Xanaes (también desemboca en Ansenuza) reciben las derivas de agroquímicos que se aplican en los campos de la región pampeana. Según un estudio científico, el Suquía sería el río pampeano más contaminado con plaguicidas.

Impactos desde el norte

Todos esos impactos humanos se magnifican en el río Dulce, el cual representa el 80 por ciento del caudal de agua que recibe Mar Chiquita. Este río nace en las cumbres calchaquíes salteñas y en la sierra de Aconquija, entre Catamarca y Tucumán.

En su momento, se detectaron vertidos residuales de la industria azucarera tucumana en esta cuenca y también de la mina La Alumbrera, de Catamarca. El río recibe asimismo la presión de los campos fumigados de Santiago del Estero, y los embalses sobre este efluente amenazan la salud de los bañados del río Dulce y de Mar Chiquita.

Mimos de laguna

Mientras nosotros la castigamos, la laguna nos mima con sus paisajes y con una biodiversidad única en el mundo. También suaviza el clima de la región. “Si la laguna se secara, el área se transformaría en un gran salar, lo que provocaría grandes variaciones de temperatura. Eso afectaría la producción agrícola y el bienestar humano”, recuerda Enrique Bucher, uno de los biólogos que más conocen la región.

Además, en su fondo “marino” hay carbono retenido, que, de lo contrario, estaría formando el dióxido de carbono responsable del cambio climático. En sus barros también están todos los contaminantes que llegan de los ríos tributarios. No están en nuestros pulmones ni en nuestro estómago o piel.

Sin embargo, cada tanto la laguna reparte algunos cachetazos ásperos y salados. Son las nubes de sal, un fenómeno raro que ocurre en temporada seca y con viento. Por lo general, estas nubes viajan hacia el sur de la provincia, pero también vuelan hacia el norte y han llegado hasta Salta.

La creación de este parque es un hito para la conservación de la biodiversidad en Córdoba y una oportunidad para que esa región impulse el turismo sustentable.

Pero también debería ser el primer paso para comprender que no alcanza con crear parques y reservas para cuidar el ambiente. Y que el ecologismo no sólo sirve para cuidar a flamencos y a corzuelas. Los seres humanos somos parte de la naturaleza. Cuidarla mejorará nuestra calidad de vida. Pero si la corrompemos, nos estaremos condenando.


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Fuente:

Lucas Viano, El parque Ansenuza se extiende por toda la provincia, y más, 26 agosto 2021, La Voz del Interior.

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