Lino Pizzolon es biólogo, docente jubilado de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. A la luz, o sobre las cenizas, de los recientes incendios en la Comarca Andina, nos propusimos entrevistarlo para conocer un poco más en torno al impacto de las forestaciones de coníferas a nivel socio ambiental en la región.
por Ulises Crauchuk
En Chubut, como buena parte de la Patagonia, las plantaciones avanzaron desde los 60 y 70 como parte de una política estatal de desarrollo de la industria maderera. Zonas enteras de bosque nativo cordillerano fueron entregadas a empresas forestales que luego de la tala raza del mismo sembraron pino oregon, ellioti y otras especies maderables de rápido crecimiento. Una vez implantado el bosque, siguió el cercamiento y expulsión de los pobladores nativos, mapuche y criollos, en función del derecho de explotación del aéreo que les concediera el Estado provincial.
Hoy por hoy el descontrol y abandono de estas plantaciones salta a la vista, con innumerables juicios por los derechos de explotación de las extintas empresas forestales y la propagación de los mismos. Desde fines de los noventa se extendió la plantación de una nueva especie, el pino ponderosa, de más rápido crecimiento, y propagación pero de muy baja calidad como madera pero útil para la elaboración de pasta de celulosa. En la actualidad constituye el 96 % de las plantaciones en la provincia.
Las plantaciones avanzan con el apoyo de la ley 25080 de promoción forestal, y toda una serie de políticas enfocadas al desarrollo del sector, pero ¿Qué implicancias tiene para el medio ambiente?
Desde La Izquierda Diario entrevistamos a Lino Pizzolon, biólogo magister en ecología del agua y desde el año pasado viene investigando el crecimiento de lo que ha dado en llamar “megapinería”
¿Cuál es el impacto ecosistémico de las plantaciones de pinos en el suelo, el agua y la fauna?
Hay un consumo enorme de agua, que he visto con mis propios ojos en Esquel donde se han secado manantiales en lugares donde se han implantado pinos. En un viaje a Collaique, a principios de 2020 quedé profundamente impactado del impacto de las plantaciones donde el pino ha reemplazado completamente al bosque nativo. Ahí me di cuenta de que cuando hablan acá de un millón de hectáreas, se está apuntando a ese desastre.
El año pasado publiqué “Bienvenido a pinolandia”, un proceso de invasión indetenible, porque se están reproduciendo mucho más velozmente que en su lugar de origen. Estudios comparativos de cuencas con y sin pinos, de hasta 200 000 hectareas, se ha demostrado que disminuyen entre un 40% y un 60% el caudal de los ríos y es peor en años secos donde se las arreglan para llegar hasta las napas del subsuelo.
El otro tema es que tienen sustancias alelopáticas, que impiden el crecimiento de cualquier otra planta. Por ello más que bosques, son desiertos verdes, porque no crece nada. Todo lo que hay en el bosque nativo desaparece.
Y además, son combustible puro. Llega el fuego a un pinar y es como que revienta todo. Plantar pinos es preparar catástrofes cada vez peores, ya que suman al calentamiento global el combustible para incendios.
¿Qué implica el concepto de megapinería y en qué momento comienza ser un modelo productivo?
No lo había pensado como concepto, pero el tema es en referencia a la dimensión que se le quiere dar. Porque viene asociado a la invasión de tierras para la siembra. Benetton no ha parado de sembrar en toda la pandemia, es el principal forestador. Hablamos de megapineria porque quieren llegar de las 100000 has actuales a un millón, y algunos hablan de dos millones.
El tema del fuego también tiene que ver con la resistencia de las semillas. A lo largo de la ruta 40 se ven los renovales de las zonas incendiadas en años anteriores. Crecen apretados y son más peligrosos aun, por ello casi se incendia El Hoyo. Hay que sacarlos ahora que son chiquitos.
Usted habla de una tercera ola de deforestación ¿Qué relación tiene esto con el desarrollo de los REDD+ y los MDL en la patagonía?
Todas las plantaciones están subsidiadas, son compensaciones por la emisión de dióxido de carbono. Nadie puede creer que las 110 000 has de Benetton son para madera, probablemente sea parte del negocio de la pasta de celulosa, como descubrí en una entrevista que dio a La Nación en 2016.
Es una estafa a nivel brutal porque gigantes como Nestlé, necesitan seguir la producción industrial de alimento y a su vez han firmado el compromiso de reducir las emisiones. Eso no funciona. Inventaron esa palabra “servicios ecosistémicos” por la que millones de hectáreas de bosques son implantadas para compensar la contaminación de grandes corporaciones como ENI o Shell.
El Ministerio de Ambiente informó sobre una nueva categorización de especies exóticas invasoras donde 11 especies de pinos son categorizados como permitidos en función del aporte a la producción en la misma línea está planteada la modificación de la ley de bosques ¿Qué implicancias tiene el proyecto de modificación de la ley de bosques en este esquema?
Es una perversión completa, hablan de servicios ecosistémicos y no de funciones ecosistémicas, donde lo que prima es claramente un criterio económico sobre la naturaleza. Es una maquina echada a rodar.
Hace un tiempo en EES usted decía “Visite la Patagonia antes de que desaparezca”, hablando del secuestro del paisaje de algún modo pareciera que sin apelar al aspecto productivo, del bosque como capital turístico, no hay posibilidad de lograr impactar en los sectores de poder. Al mismo tiempo, el avance de la lógica productivista, ha llevado a la mercantilización de la naturaleza como parte de las medidas de mitigación post Kyoto ¿Defender al bosque como un valor en sí mismo, por su función ambiental, implica una lógica anticapitalista?
Es una máquina que no se va a parar hasta que haya un colapso muy grande. Capitalismo de izquierda o de derecha están todos en la misma. Hay que profundizar todo lo que tiene que ver con agricultura familiar, no grandes industrias para producir alimentos.
El problema que tenemos es que Argentina tiene el 86 % de la población en ciudades de más de 2000 habitantes, y el resto del territorio está vacío. En Chubut a cada habitante le tocarían 40 has si dividiéramos la tierra entre toda la población.
Hay que llamar la atención sobre la presión internacional que viene habiendo con este tema, porque se está queriendo imponer aquí el modelo de Chile y llevarla a Córdoba y otros lugares del país, mientras no se pare la maquinaria del “desarrollo”, de la sociedad de consumo donde tenemos productos que dan la vuelta cuatro veces al mundo hasta llegar a su destino, mientras sigamos en esta locura no aprendemos.
Fuente:
Ulises Crauchuk @ulisescrauchuk, Megapinería. La pata ¿verde? del extractivismo, 19 mayo 2021, La Izquierda Diario.
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