martes, 7 de julio de 2020

La identificación de uno de los 43 estudiantes de Ayotzinapa tumba la versión histórica del PRI


La fiscalía halla restos de Christian Rodríguez cerca de Iguala, en un lugar que los responsables de la investigación durante el Gobierno de Peña Nieto descartaron.

por Pablo Ferri

Desdeñada por las familias de los 43, sus abogados y los equipos independientes de investigación que han estudiado el caso Ayotzinapa desde 2014, la versión de lo ocurrido que dio el Gobierno del PRI ha quedado definitivamente sepultada. La ciencia ha acabado de desbaratar la narrativa que pretendió imponer el Gobierno de Enrique Peña Nieto hace ya casi seis años. Los estudiantes no murieron asesinados en el basurero de Cocula, al menos no todos. Este martes, la fiscalía especial del caso ha revelado que uno de los restos hallados en noviembre pasado, en un lugar diferente del basurero, perteneció en vida a Christián Alfonso Rodríguez, uno de los 43.

Pasadas las 14.00, hora de Ciudad de México, Omar Gómez Trejo, titular de la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa, ha informado del hallazgo en un mensaje virtual divulgado a través de las cuentas de redes sociales de la Fiscalía General de la República. “Esta identificación rompe con la narrativa de una mentira que cerró posibilidades de buscar. Hoy les decimos a las familias que la búsqueda de sus hijos seguirá”, ha dicho.

Mientras esto sucedía, las familias de los 43 se reunían con el subsecretario de Derechos Humanos de la secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, en Ciudad de México. Encinas les ha informado del hallazgo, aunque muchos ya sabían algo, pues la fiscalía de Gómez comunicó a los padres de Rodríguez su identificación hace unos días. Después de la reunión, Encinas, que preside la comisión de investigación auspiciada por el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho: “La identificación del estudiante genera las condiciones para esclarecer los hechos de esa lamentable noche”.

El fiscal Gómez ha explicado que el resto óseo identificado fue hallado en noviembre en un paraje conocido como barranca de la carnicería, que se encuentra a 800 metros del basurero de Cocula. En diciembre de 2014, varias unidades de la extinta Procuraduría General de la República, PGR, entonces dirigida por Jesús Murillo Karam, rastrearon el lugar, pero no encontraron nada. Entonces, las investigaciones del caso las encabezaba el titular de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR, Tomás Zerón, hoy prófugo de la justicia.

El ataque contra los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa ocurrió entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en el municipio de Iguala, en el Estado de Guerrero. Un grupo de alumnos llegaron en la tarde del 26 a Iguala. Su versión siempre ha sido que viajaron al municipio a llevarse varios autobuses de línea, para un posterior viaje que querían hacer de la escuela a la Ciudad de México. Los estudiantes tomaron por la fuerza varios vehículos y buscaron la salida de Iguala, de vuelta a la escuela, como a tres horas de distancia.

Pero en la salida, un grupo de criminales coludidos con policías de Iguala y otros municipios cercanos les atacaron. Fue en varios puntos, porque los autobuses que habían tomado los estudiantes siguieron rutas de salida distintas. Los atacantes les cerraron el paso en una calle cerca del anillo periférico, la avenida que rodea Iguala. También les interceptaron junto al Palacio de Justicia.

Fue una cacería. El contubernio criminal-policial atacó a balazos a los estudiantes, como si fuera un ejército invasor y los estudiantes solo pudieron correr. Algunos quedaron muertos en Iguala, como Julio César Mondragón, asesinado a golpes durante la madrugada. Su cuerpo apareció en un camino rural a las afueras del municipio al día siguiente.

En total, seis personas murieron esa noche en Iguala durante el ataque. Los criminales desaparecieron además a 43 estudiantes, entre ellos a Christian Rodríguez, que entonces tenía 19 años. No está claro de dónde se llevaron los criminales al muchacho, si de la calle cercana al periférico o del entorno del Palacio de Justicia. Ni siquiera la investigación que hizo la Comisión Nacional de Derechos Humanos, mucho más exhaustiva que la que presentó en su día la PGR, logró establecer el lugar de donde se llevaron al joven.

Rodríguez es el tercer estudiante identificado hasta hoy. En 2014 y 2015, el mismo laboratorio que ha analizado sus restos, radicado en la Universidad de Innsbruck, Austria, identificó a otros dos estudiantes. Primero, en 2014, a Alexander Mora y luego, en septiembre de 2015, a Jhosivani Guerrero. En ambos casos, sus restos aparecieron, según el equipo que entonces lideraba Tomás Zerón, en el río San Juan, muy cercano al basurero donde, dijeron, habían asesinado y quemado a los estudiantes.

A medida que el ataque contra los estudiantes se convertía en una tormenta política para el Gobierno de Peña Nieto, la PGR intervino el caso y desplazó a la fiscalía estatal. Fue en octubre de 2014. Los investigadores detuvieron e interrogaron a decenas de personas, entre ellas presuntos integrantes de Guerreros Unidos, el grupo criminal que había coordinado el ataque. Los avances fueron rápidos y en noviembre, el procurador Murillo Karam apareció ante los medios para dar cuenta de los resultados.

Murillo explicó que el ataque contra los estudiantes había sido ordenado por Guerreros Unidos, para “defender su territorio”. Según su versión, este grupo criminal pensó que los estudiantes eran en realidad integrantes de un grupo contrario o que, al menos, camuflaban a integrantes de un grupo contrario. A partir de las declaraciones de varios detenidos, Murillo contó que policías coludidos con Guerreros Unidos condujeron a los estudiantes al basurero de Cocula, no muy lejos de Iguala. Allí, los criminales mataron a los supervivientes de los ataques previos, juntaron los cadáveres en una pira y les prendieron fuego. Luego, los mismos criminales habrían recogido los restos, los habrían triturado y colocado en bolsas de plástico y luego los habrían tirado al río San Juán.

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