Bayer
indemnizará a víctimas del glifosato con 11.000 millones de
dólares.
por
Medardo Ávila Vázquez
La
corporación Bayer declaró esta semana que destina 10.900 millones
de dólares para indemnizar a particulares que la demandan por haber
sido dañados con la exposición al glifosato. Con este acuerdo
espera cerrar el 75 % de las quejas aunque le quedan casi 30.000
demandantes que no aceptaron el arreglo y seguirán litigando en los
tribunales de Estados Unidos. En 2019 Bayer compró a su empresa
rival Monsanto por 63.000 millones de dólares y desde entonces ha
visto transferidas todas las demandas en su contra y ahora pretende
cerrarlas o al menos achicarlas, destinando esta descomunal cifra,
quizás la más elevada de la historia destinada por una
multinacional para indemnizar daños a la salud generados por sus
productos, aunque Bayer nunca manifestó la intención de abandonar
la comercialización del tóxico herbicida ni de retirarlo del
mercado.
En
los juicios que se vinieron ventilando quedó expuesto el corrupto
sistema que utilizó Monsanto para ocultar los datos de toxicidad del
glifosato y lograr la aprobación de las entidades regulatorias.
Increíblemente,
en nuestro país el agronegocio y su prensa vocera siguen negando las
características tóxicas de la molécula hoy de Bayer, mientras su
utilización no deja de aumentar generando nuevas y crecientes
exposiciones para lxs argentinxs.
El
herbicida del cáncer
Glifosato
es un herbicida muy potente, un mata yuyos general como dice la
empresa. Bloquea una vía metabólica de síntesis de proteínas
esencial para las plantas, salvo las plantas transgénicas a las que
se les ha generado una vía metabólica alternativa por
bioingeniería. Se utiliza para limpiar los predios de yuyos
(malezas) y que todos los nutrientes de la tierra, el sol y el agua
de la lluvia queden disponibles solo para el cultivo de soja o de
maíz, y también se utiliza en plantíos no transgénicos, antes de
sembrar, para desmalezar químicamente los predios y antes de
cultivar, para que el cultivo muera rápido cuando ya está maduro y
poder cosecharlo (desecante).
El
problema que no consideraban los ingenieros (tal vez si los gerentes)
es que las plantas se van adaptando al químico y este pierde su
potencia herbicida, situación que demanda aumentar las dosis de
aplicación y mezclarlo con otras sustancias más tóxicas aun.
Cuando se comenzó a utilizar en 1996 se aplicaban 3 litros de Round
Up por año y por hectárea y ahora para lograr los mismos efectos se
necesitan 12 o más litros en la misma hectárea y mezclarlo con 2.4D
o paraquad. Esto garantiza mayores ventas año a año para la
industria de estos venenos y también dosis crecientes de exposición
para las poblaciones vecinas.
En
2018 se aplicaron 500 millones de litros de agrotóxicos en este
país, 325 millones de litros de glifosato. Esto significa una carga
de exposición de 7,4 litros por argentinx por año, pero en los
pueblos fumigados donde se concentran las aplicaciones esta carga
llega a los 80 litros por persona por año y son las poblaciones con
más impacto en la salud.
Mi
situación particular chocó con el glifosato cuando siendo
Subsecretario de Salud de la Ciudad de Córdoba me encontré con que
Barrio Ituzaingo, en el límite de la ciudad con el campo, tenía 200
enfermos de cáncer, cuando según nuestra prevalencia debía tener
solo 48. Allí descubrimos que la población estaba expuesta al
glifosato que se aplicaba en los campos vecinos, que la deriva los
alcazaba irremediablemente, que no se disolvía al tocar el suelo
como decía la propaganda de Monsanto y que dos meses después aun lo
podíamos medir. Lo más grave es que no era “atóxico”, como
repetían como loros sus agrónomos cooptados y revendedores. Las
tasas de hipotiroidismo, asma, malformaciones congénitas y abortos
espontáneos eran entre 2 y 3 veces mayores a las esperadas. El
conflicto en este barrio se prolongó porque los “productores”
ignoraban nuestras ordenanzas de prohibición de fumigaciones y
seguían con las mismas prácticas. Finalmente tuvimos que
denunciarlos penalmente y, en un juicio ejemplar, logramos que se los
condene por poner en peligro la salud pública.
Desde
la Universidad Nacional de Córdoba pudimos continuar investigando
los efectos de la exposición del glifosato en la salud. En Monte
Maíz, un pueblo de la zona núcleo sojera, pudimos medir carga de
exposiciones, incidencia de enfermedades y niveles de contaminación
ambiental que se resumen en dos publicaciones ya concretadas en
publicaciones norteamericanas, unas sobre cáncer y otra sobre
abortos y malformaciones, pronto se publicará otra sobre asma.
Nuestros mismos hallazgos los verifica la Universidad Nacional de
Rosario en relevamientos realizados en más de 30 pueblos fumigados.
Pero
además la Agencia Internacional de Investigaciones sobre cáncer
(IARC) de la OMS reconoce su carácter cancerígeno. La IARC realizó
una extensa revisión de los trabajos independientes de la industria,
de 1.000 estudios sobre glifosato en 2014. Seleccionó 200, 20 de
ellos son papers de investigadores argentinos de nuestro sistema
científico público, entre ellos uno del doctor Andrés Carrasco
quien fue duramente perseguido y denostado por los doctores Barañao
y Salvarezza, autoridades del CONICET. El Ministro de Ciencia de los
dos anteriores gobiernos decía que glifosato es igual al agua con
sal y que se puede beber sin riesgos. Estos estudios argentinos
demuestran que produce daño genético en ratas, induciendo la
generación de células mutantes que se convierten en cáncer si no
son eliminadas. Ese daño genético es el que explica también los
abortos espontáneos o la mayor frecuencia de recién nacidos
malformados. Nuestros investigadores también demostraron que las
personas que viven en zonas fumigadas tienen el mismo nivel de daño
genético que el que sufren las ratas en sus experimentos, sin
necesidad de inyectarles el glifosato, porque lo adquieren del
ambiente contaminado.
Lxs
humanxs necesitamos tres fuentes de provisión para poder vivir. La
primera es el aire que respiramos, que debe ser puro y libre de
contaminantes. En cinco pueblos de Córdoba medimos glifosato en agua
que recogimos de la lluvia, todos tenían el agrotóxico. En Barrio
Ituzaingo llovía con 65 microgramos de glifosato por litro de agua,
el estudio norteamericano de referencia había encontrado como máximo
2 microgramos. Cuando llueve con glifosato es porque el aire de la
atmósfera está cargado del veneno. Después de 30 mm de lluvia ya
no se recupera más, porque se limpió todo el aire de debajo de las
nubes. Esto demuestra la enorme contaminación que generan las
fumigaciones y cómo son una mentira las Buenas Prácticas Agrícolas
que nos quieren hacer creer que el agrotóxico aplicado queda en el
predio y no se mueve por todo el ambiente.
Otra
fuente vital es el agua. Desgraciadamente, los estudios de
contaminación de los pozos de agua subterránea de Pergamino
realizados por la Justicia Federal el año pasado muestran que las
napas de provisión se cargan con los agrotóxicos que se aplican en
la superficie. Niños, mujeres embarazadas y ancianos -toda la
población- toman esa agua, se bañan y cocinan con ella. Esta
situación no es exclusiva de Pergamino. Los estudios más recientes
de agua potable de fuente subterránea en Buenos Aires demuestran su
presencia.
La
última provisión cotidiana de lxs humanxs son los alimentos. Con el
sistema de agricultura actual la contaminación es general. En
Alemania, las cervezas de primeras marcas dan positivo para glifosato
al igual que los vinos de California y las formulas infantiles
lácteas en Estados Unidos.
Las
agencias de control ambiental EPA norteamericana y EFSA europea
siguen considerando al glifosato como no peligroso y se sustentan en
los trabajos de bioseguridad presentados por Monsanto. Muchos de
ellos son secretos y con serios conflictos de intereses. Además la
EFSA en la última renovación se sustentó en el informe de la
agencia alemana, que directamente no consideró los estudios de
científicos independientes (universitarios). Sólo utilizó los que
presento Bayer/Monsanto.
Mercado
mundial de alimentos
No
hay mercado más apetecible para los monopolios que el de los
alimentos. Todos los habitantes del planeta pretenden comer todos los
días, y en lo posible más de una vez. Controlar ese mercado es un
viejo anhelo del capital y ahora está más cerca de concretarse.
El
agronegocio proclama que su objetivo es alimentar a un mundo con
hambre. Un mundo con 7.000 millones de habitantes que, para la OMS en
2010, tenía 900 millones de personas con hambre y también 2.300
millones de personas obesas, porque la publicidad incita a comer
comida chatarra sin limitación. Pero la Agencia de la Agricultura y
la Alimentación de la ONU, FAO, informa que desde 1987 no faltan
alimentos para toda la población planetaria y que desde entonces es
más rápida la producción de alimentos que la reproducción de la
población. La FAO también informa que se descarta, se tira a la
basura sin consumir, un tercio de los alimentos producidos en un año,
principalmente en los países ricos. Los datos son contundentes, el
hambre del mundo no se debe a falta de alimentos. Hay suficientes,
pero se distribuyen según la capacidad de pagar y no según las
necesidades de la población, según su derecho.
Monsanto
era el principal jugador del agronegocio en este mercado mundial a
comienzos del siglo. Hegemonizaba el mercado de semillas
transgénicas, que eran la llave del mercado y su elemento más
dinámico. Pero la falacia ecológica los llevo a la quiebra y se los
comió Bayer. Las semillas no fueron lo más dinámico del mercado,
ese rol lo realizaron los agrotóxicos, cuyo consumo y la dependencia
de los agricultores de su utilización, dispararon las ventas en
menos de una década. Bayer, dueña de una cartera de agrotóxicos
muy amplia, se convirtió en el jugador estratégico del mercado
absorbiendo a Monsanto.
Ahora
Bayer se plantea pagar los daños como hicieron las tabacaleras hace
30 años y continuar con el negocio, colocando en el membrete que sus
productos son cancerígenos, como actualmente tienen las etiquetas de
cigarrillos, pero continuará en el mismo camino. El problema es que,
a diferencia de los cigarrillos, no se daña solamente o
preferencialmente el fumador. Aquí con los agrotóxicos dañamos al
ambiente, a los vecinos y se contaminan los alimentos. Se requieren
Estados activos, que no sólo nos protejan del coronavirus.
Neuronas
Las
neuronas son las células esenciales de nuestro cerebro y lxs humanxs
tenemos casi 100.000 millones, la mayor cantidad entre todas las
especies; están casi todas ya reproducidas al nacer, pero durante
los dos primeros años de vida se produce su maduración y sobre todo
su interconexión y de este proceso van a depender nuestras
capacidades intelectuales y afectivas. Esa interconexión se
constituye por lo que se denomina formación de sinapsis, crecimiento
dendrítico y ramificación neuronal. Es un proceso complicado y
central en la formación del cerebro humano. La doctora Silvana Rosso
del CONICET y la UNRosario demostró en 2016 la neurotoxicidad del
glifosato, en cultivo de neuronas expuestas a cantidades mínimas del
herbicida. Esta neurotoxicidad se expresa en que las neuronas
crecieron con bajísima crecimiento dendrítico (poca interconexión),
como se observa en las imágenes, comparando con las neuronas de
control (sin glifosato); lo que implica un serio riesgo para el
desarrollo intelectual pudiendo generar trastornos del espectro
autista.
Un
año después, la revista científica médica número uno del mundo,
British Medical Journal, publicó un extenso estudio de
casos/controles de la Universidad de California donde se comparan
3.000 niños con trastorno autista y/o discapacidad intelectual
apareados con 30.000 niños de condiciones comparables pero sanos. El
resultado fue que la exposición prenatal de la madre a glifosato
generaba un 30 % más de riesgo autista y si continuaba el primer año
el impacto era un 50 % mayor. Este estudio poblacional confirmaba los
hallazgos de la doctora Rosso en el cerebro en desarrollo.
Más
allá de que Bayer pague sus juicios, no queremos más riesgos
neurotóxicos para los hijos de nuestro pueblo. Es urgente instaurar
una política de reducción de uso de agrotoxícos hasta su
eliminación total, como ya se está haciendo en otros países, y
avanzar en una transición agroecológica.
Medardo
Ávila Vázquez, Red de Médicos de Pueblos Fumigados
Fuente:
Medardo Ávila Vázquez, El cerebro del glifosato, 5 julio 2020, El Cohete a la Luna.
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