por
Matías Calderón
No
ha sido un tiempo fácil para nadie. Es la frase que se repite en
cada barrio de la ciudad de Córdoba. Y la historia no es diferente
para los habitantes de los barrios El Sauce, La Toma y El Tropezón.
En
ese sector de la zona oeste de la Capital, la fundación La Morera
tiene un amplio y sostenido trabajo. La irrupción de la pandemia por
coronavirus obligó a dar un golpe de timón en sus acciones
sociales. Esto hizo que los esfuerzos se volcasen a la construcción
de 50 huertas comunitarias para la provisión de alimentos.
Ezequiel
Kowalski habita la villa El Tropezón. El joven contó que la huerta
familiar surgió de la campaña “Flor de laburo”. “Quiero ser
claro: esto surgió para atender la emergencia de comunidades
periféricas que transitan problemas sociales, económicos,
ambientales y alimentarios”, expresó.
En
primera persona, explicó que su experiencia en la creación de una
de las huertas le permitió ver el alimento que consume. “Se me
viene la cara de la ‘doña’ de villa El Sauce que me dijo que
ahora es huertera. Estaba con el rastrillo y la tierra con escombros.
Ahora ahí hay lechuga, acelga, unos ‘oréganos’. Nos merecemos
una luz de esperanza”, comentó.
Para
Ezequiel, esta práctica ayuda a cambiar la vida y la mentalidad de
la gente. “Un mismo ‘don’ me miraba sonriente y me pedía que
viera la lechuga que sacaba de su tierra. Son minúsculos granos de
arena para que el día de mañana nazca ‘un día mejor’”,
pidió.
Para
él, este gran número de tierras cultivadas puede ser el origen de
un cambio. “Se empieza a crear un sistema alimentario de la
barriada, del ‘rancherío’, y eso se agradece mucho”, explicó,
pensando en el hambre que azota la zona en la que vive.
El
titular de la fundación La Morera, Gonzalo Montiel, explicó que el
origen de las huertas es un proyecto ideado durante una época
anterior a la pandemia. “‘Flor de laburo’ tiene un año y medio
de desarrollo. Nació por una iniciativa de un grupo de mujeres de
barrio El Tropezón y de Villa El Sauce. En ese momento, surgió la
idea de un vivero para vender plantas y hacerlas crecer, con el apoyo
del Centro de Extensión Universitaria de la Universidad Provincial
de Córdoba y de la empresa Molvento”, rememoró.
La
iniciativa fue mutando y se fueron incorporando, ante el agravamiento
de la crisis económica, los hombres y los varones jóvenes. Al
momento de pensar cuáles eran esos plantines con más circulación
en el mercado, surgió un nombre ancestral: la peperina.
“Fuimos
con los jóvenes a los sitios de donde históricamente sacaron la
peperina para vender, allá en el monte, en una zona retirada de
Carlos Paz. Recuperamos la historia de la planta, la importancia que
siempre tuvo para las familias más postergadas”, relató Montiel.
El
asunto derivó a un proyecto que involucró al sector empresarial, al
estatal y a la ONG. “Molvento puso la tierra, un sistema de riego,
y el año pasado cosechamos mil plantas de peperina. Es la plantación
más importante en Córdoba. Y además no dejamos de producir flores
y plantas de huerta”, destacó el referente.
Pero,
cuando comenzaba el año, el Gobierno nacional dictó el decreto de
aislamiento social. El trabajo informal, como la venta ambulante de
peperina, no tuvo cabida y el hambre no tardó en instalarse en las
tres barriadas.
“Nuestra
lógica fue: ya que no se puede vender, vamos a juntar fondos para
garantizar un refuerzo alimentario de la gente que trabajaba
vendiendo peperina. En grupos de dos, que haya continuidad en la
producción de plantines”, comentó Montiel.
En
poco tiempo, La Morera agregó un refuerzo educativo a la entrega de
alimentos. Y comenzó a promover la creación de huertas.
“Buscamos
generar pequeñas huertas familiares para recuperar la experiencia de
gente que ha plantado y tiene conocimiento de trabajar la tierra. En
la actualidad, ya se crearon 50”, contó entusiasmado.
Fuente:
Matías Calderón, “Flor de laburo”: la red de 50 quintas que cura el hambre, 14 junio 2020, La Voz del Interior. Consultado 19 junio 2020.
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