La
pérdida de bosque sigue siendo, en medio de la pandemia, uno de los
principales problemas ambientales en Latinoamérica. La Amazonía
peruana, el Chocó ecuatoriano y los bosques secos colombianos
enfrentan grandes presiones por ganadería, minería, tala,
agricultura y acaparamiento de tierras. Existen iniciativas para la
restauración de bosques y la conservación de selvas intactas, pero
son esfuerzos que se quedan cortos si no se reducen las tasas de
deforestación. La conciencia como consumidor y la educación
ambiental son piezas claves para generar un cambio.
por
Antonio Paz y Mongabay Latam
“Los
bosques tropicales son la fuente más grande de biodiversidad.
Plantas, mamíferos, insectos, hongos, etc. tienen más presencia
aquí que en cualquier otro ecosistema continental en el mundo”,
dice Varun Swamy, ecólogo indio que lleva más de 15 años
trabajando en la selva tropical peruana.
La
importancia de estos bosques es destacada constantemente, sin
embargo, día tras día también se habla de las grandes amenazas que
enfrentan. Según datos del último reporte de la Plataforma
Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos
(IPBES), publicado el año pasado, entre 1980 y 2000 se devastaron
100 millones de hectáreas de bosques tropicales en todo el mundo, y
42 millones de ellas desaparecieron en América Latina.
La
pandemia del COVID-19 también hizo que durante los primeros meses
del año se hablara cada vez más de la relación del humano con los
bosques y cómo las presiones a estos ecosistemas tienen un vínculo
con la llegada de nuevos virus que antes permanecían en equilibrio en las selvas.
Con
los inicios de las cuarentenas en cada país se pensaba que la
naturaleza podría descansar. Sin embargo, en muchos casos ha
ocurrido todo lo contrario. “Las presiones se han incrementado por
la falta de control. Por ejemplo, en la Amazonía se disminuyó la
capacidad de reacción estatal con la llegada de la pandemia. Los
ilegales de la madera y la minería tienen más facilidades para
destruir”, comenta Candido Pastor, director regional de Pueblos
Indígenas y Comunidades Locales de Conservación Internacional.
Peligro
en los bosques húmedos y secos de Colombia
El
Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales
(Ideam) reportó que la deforestación en 2018 se ubicó en 197 159
hectáreas, un 10 % menos que la reportada en 2017 (219 973
hectáreas). El 70 % de la pérdida de bosque de 2018 se concentró en la Amazonía (aproximadamente 138 000 hectáreas) y aunque todavía
no se tiene la cifra oficial para 2019, con base en los informes
trimestrales emitidos por la entidad, esta podría alcanzar unas 73
000.
Las
cifras positivas de 2019 contrastan con los resultados preliminares del monitoreo de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo
Sostenible (FCDS) que muestran un cambio abrupto en 2020 con 75 000
hectáreas deforestadas en la Amazonía solo entre enero y el 15 de
abril de 2020. En otras palabras, en menos de cuatro meses ya se
superó el bosque perdido durante todo 2019 en la región amazónica
colombiana.
“Hay
una deforestación a gran escala, sobre todo en la parte alta de la
cuenca amazónica y no se ven acciones contundentes del Estado para
controlarla”, indica Juan Manuel Posada, profesor e investigador de
la Universidad del Rosario. Posada menciona que entre los principales
motores de esa pérdida de bosque están el narcotráfico, los grupos
guerrilleros no desmovilizados que han dicho abiertamente que los
campesinos tienen derecho a deforestar, e intereses de acaparamiento
y especulación de tierras.
Miguel
Pacheco, coordinador de Recursos Naturales y Medios de Vida de WWF
Colombia, asegura que la pandemia ha influido en la acelerada
deforestación colombiana aunque resalta que no es la principal
causa. “Uno de los datos que teníamos era que se había reducido
el presupuesto para los sobrevuelos de control sobre la Amazonía,
destinándolos a la atención de la emergencia sanitaria. Los
ilegales aprovechan esta situación para avanzar con sus procesos de
deforestación”, asegura.
Pero
los bosques amazónicos no son los únicos en riesgo, los bosques
secos tropicales en Colombia han sido destruidos a tasas alarmantes
durante siglos, al punto que hoy solo queda un 8 % de este ecosistema
en el país, distribuido principalmente en los valles de los ríos
Cauca y Magdalena, la costa Caribe y los llanos orientales.
Roy
González, investigador del Instituto Alexander von Humboldt que
lleva varios años estudiando los bosques secos, asegura que cada
hectárea tiene un valor único para su conservación pues en
Colombia solo se conservan aproximadamente 220 000 hectáreas de
bosque maduro y cerca de 800 000 “en estados sucesionales tempranos
y secundarios”. Para el investigador, las problemáticas que más
preocupan, y sobre las que hay que actuar ya, son: el incremento y
propagación en los regímenes de incendios, la prolongación de la
sequía y la falta de iniciativas para restauración.
Además
de su dramática reducción, conservar lo que queda implica grandes
retos. “Como son fragmentos tan reducidos y dispersos por todo el
territorio, detectar sus cambios o procesos deforestación se hace
aún más complicado. Tenemos que profundizar en el monitoreo y la
implementación de acciones para la gestión de este ecosistema, no
solo como respuesta a la deforestación, sino también frente a la
intensificación de los fenómenos de sequía e incremento en los
regímenes de fuego, que son importantes impulsores de cambio”,
comenta González.
El
investigador del Instituto Humboldt destaca que es importante que el
país camine con pasos firmes hacia la conservación de áreas
actuales y restauración de áreas degradadas, no solo de este
ecosistema sino de todos los están contenidos en el territorio
nacional. “Solo así podemos conservar la invaluable biodiversidad
que tenemos”, destaca.
Queda
muy poco del Chocó ecuatoriano
Walter
Palacios es un científico ecuatoriano, investigador asociado al
Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio) y ha trabajado durante
más de 30 años con bosques tropicales en su país. Para él, como
para muchos investigadores de América Latina, la situación de estos
ecosistemas es complicada. “La deforestación hoy es el problema
ambiental más importante que tiene Ecuador”, dice.
Desde
hace casi una década el Ministerio del Ambiente se responsabilizó
de la cuantificación de pérdida de bosques en el país, pero no se
publican reportes periódicos sobre cómo avanza el tema. Aún así,
con base en investigaciones académicas, Palacios estima que la
pérdida de bosques naturales en Ecuador está en alrededor de 90 000
hectáreas por año. “Para el país es una cifra muy alta porque ya
hemos perdido cerca del 50 % de nuestros bosques naturales. Es
bastante preocupante”, resalta.
De
acuerdo con Palacios, una sola hectárea de bosque tiene alrededor de
500 árboles mayores de 10 cm de diámetro y al multiplicar por 90
000 hectáreas da como resultado 45 millones de árboles que
desaparecen cada año. Los bosques que más se pierden en Ecuador son
los del Chocó biogeográfico, donde se dan muchas actividades
extractivas, entre ellas la minería de oro.
En
el caso de Esmeraldas, la provincia norteña que limita con Colombia
y donde se encuentra la mayoría del Chocó que tiene Ecuador, ha
sido sometida a una conversión intensiva de bosques, “a cultivos
de subsistencia y monocultivos, principalmente palma. Por 60 años ha
sido la provincia que ha proveído la mayor cantidad de madera en
Ecuador y hoy sigue siendo la número uno”, dice Palacios.
Para
el investigador ecuatoriano, el término deforestación ha perdido
validez pues la gente no es consciente de lo que significa
destrucción total del bosque, “es borrarlo y convertirlo a
cualquier otra cosa”, enfatiza Palacios. A esto se suma que, según
el experto, no se ha sabido socializar adecuadamente este problema.
Actualmente,
se ha conocido de una nueva carretera en el Parque Yasuní, al
parecer construida por la industria petrolera. “El problema es lo
que viene después. En esas carreteras entran las madereras, los
colonos y luego terminar por convertir el bosque”, dice y agrega
que todo esto es preocupante pues “el mayor patrimonio de nuestros
países andinos es la biodiversidad y al perder esos bosques perdemos
nuestra mayor riqueza y potencial de desarrollo”. La situación se
vuelve más alarmante pues hace pocos días se conoció que el
Ministerio del Ambiente cesó el contrato de cerca de 600 guardaparques y técnicos en medio de la crisis sanitaria y económica
debido al COVID-19.
Analizando
la salud de los bosques peruanos
“Una
cancha de fútbol en la Amazonía peruana puede contener más
especies de árboles que todo Norteamérica. Cada hectárea de bosque
amazónico perdido resulta en una pérdida de biodiversidad mucho más
alta que la de cualquier otro ecosistema terrestre”, dice Varun
Swamy, ecólogo indio que trabaja en la selva tropical de Perú.
Swamy
menciona que los bosques tropicales son grandes captadores de dióxido
de carbono y si se pierde esa función, la concentración de este gas
en la atmósfera aumentará y acelerará más el calentamiento global
y el cambio climático. También recuerda que los bosques tienen una
función muy importante en la lluvia pues encima del dosel amazónico
corre un “río aéreo” creado por la transpiración de los
árboles.
Si
esos motivos no son suficientes, el ecólogo considera otro tipo de
beneficios que pueden parecer más cercanos a las personas como el
uso de las plantas domesticadas que vienen de estos bosques y su
contribución a la elaboración de medicinas.
Para
el científico, si se compara a la Amazonía peruana con la
brasileña, la primera está mejor. Aún así, tiene amenazas muy
serias que han resultado en altas tasas de deforestación en los
últimos 20 años. La principal es la minería de oro ilegal, aunque
también hay que considerar la legal, que está destruyendo la selva,
convirtiéndola en desiertos y pozos en el sur del país,
principalmente en la región de Madre de Dios. También hay otros
problemas como la construcción de carreteras que abren el bosque a
otras actividades como la agricultura y la extracción de madera.
Miguel
Pacheco es el coordinador de Recursos Naturales y Medios de Vida de
WWF Colombia pero es peruano. Asegura que ambos países tienen
similitudes en cuanto a los motores de deforestación, pero que en
Perú no está la variable de conflicto armado. “En Perú se
registran aproximadamente 150 000 hectáreas de pérdida de bosque al
año, un poco menos que en Colombia pero con procesos muy similares
como la ganadería. Por otro lado se está dando un incremento en los
cultivos agroindustriales de palma”, comenta y coincide con Swamy
al citar el caso de Madre de Dios con el oro ilegal y el “lavado de
dinero para grupos narcotraficantes”.
Otro
tema que llama la atención del investigador Varun Swamy es que con
un sobrevuelo o una imagen satelital se puede pasar por un bosque que
parece totalmente intacto, que tiene su dosel y no ha sido talado;
pero podría no tener fauna nativa, en especial animales grandes que
tienen funciones ecológicas muy importantes por su interacción con
la vegetación.
a
principal interacción es la dispersión de semillas, “los animales
llevan las semillas de un árbol reproductivo lejos allí porque hay
enemigos naturales: insectos, roedores, hongos, microorganismos que
depredan todo de esa especie. Para mantener la diversidad se necesita
la dispersión y existen pocos animales que la hacen de manera
efectiva”, comenta Swamy. Según el investigador, algunos de los
animales más eficientes son los primates grandes como el mono araña,
que es casi 100 % frugívoro y está constantemente comiendo y
defecando. También está el tapir, el dispersador terrestre más
importante de frutos carnosos en la región.
El
problema es que la cacería está disminuyendo sus poblaciones y por
eso, el trabajo actual del investigador y de otros colegas en
regiones tropicales es tratar de entender cuál es el efecto de la
ausencia de este servicio de dispersión, cuáles son los efectos de
perder la fauna nativa de los bosques (defaunación).
Si
la composición de los bosques cambia, a pesar de que no se vean
zonas transformadas es posible que, por ejemplo, la capacidad de
captura de carbono disminuya o que permanezca pero sea más lenta, lo
que finalmente trae consecuencias en fenómenos globales como el
cambio climático. Swamy aún no tiene conclusiones al respecto, pero
varios de sus resultados preliminares sugieren que hay cambios
representativos.
¿Qué
se puede hacer?
En
medio de un panorama que sigue siendo preocupante para los bosques
tropicales hay varias iniciativas en Latinoamérica que buscan formas
más rápidas y eficientes de restaurar las zonas deforestadas y
conservar las que aún están intactas.
Trabajar
con las comunidades que habitan en los bosques es una alternativa.
Por ejemplo, WWF Colombia trabaja desde 2016 con campesinos en los
departamentos de Guaviare y Caquetá, cercanos al arco de
deforestación del parque nacional Chiribiquete, donde están
demostrando que a partir de procesos de concientización se puede
reducir la deforestación.
Otro
llamado es a ser mejores consumidores. “Todos de alguna forma
estamos afectando los bosques con nuestras decisiones. Por ejemplo,
se puede estar incentivando la pérdida de bosque cuando no
exploramos de dónde viene la madera que compramos. Lo mismo con el
consumo de carne y otros productos agrícolas”, afirma Varun Swamy
e insiste en que “es muy importante educarse”.
Candido
Pastor, director regional de Pueblos Indígenas y Comunidades Locales
de Conservación Internacional, destaca que las mejores estrategias
para cuidar de territorios como la Amazonía son las áreas
protegidas y las tierras indígenas, que juntas representan el 40 %
de ese bioma. “Ellos [los indígenas] están pagando el costo de la
conservación y la humanidad no lo está reconociendo”, asegura
Pastor.
Finalmente,
el directivo de Conservación Internacional reconoce que el COVID-19
está tocando la conciencia de la gente debido a la relación que hay
entre los bosques, las actividades no sostenibles y el paso del virus
a los humanos, “pero la sensibilidad de las personas puede cambiar
fácilmente. Si el próximo mes tenemos algún otro incidente,
posiblemente se olviden de la relación medio ambiente - humanidad
cuando estamos acercándonos a un punto de no retorno”.
Nota
del editor: Mongabay Latam recibe fondos de la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza de los Países Bajos (UICN NL)
para desarrollar una serie de artículos de investigación sobre la
situación de los jaguares en Latinoamérica. Las decisiones
editoriales se toman de manera independiente y no sobre la base del
apoyo de los donantes.
Fuente:
Antonio Paz, Mongabay Latam, Día Internacional de los Bosques Tropicales: los impactos de una deforestación que nunca paró, 26 junio 2020, EFEverde. Consultado 26 junio 2020.
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