“En
tiempos de crisis civilizatoria, de pandemias de miedos que paralizan
a muchos y enriquecen a algunos, contar con un espacio para publicar
los trabajos de quienes no aceptan transcribir los dictados del
sistema tecnocientífico que nos llevó a una situación de
inestabilidad genética tal que una mutación en un virus pone al
mundo en situación de guerra, es más que necesario”.
Así
se presenta Ciencia Digna, una publicación científica que desde
este 16 de junio será de libre acceso electrónico
(lintr.ee/uccsnal) y será presentada mediante un vivo por Facebook y
por el canal de Youtube de la UCCSNAL: Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina.
Este primer número cuenta con trabajos de uno de los inspiradores de
toda esta movida, el doctor Damián Verzeñassi, y también de Alicia
Massarini y Rafael Lajmanovich (Argentina), Elizabeth Bravo
(Ecuador), Marielle Pallau (Paraguay), Susana Martínez Hita (Perú),
entre tantos.
Algunos
de los artículos: “La instrumentalización de las leyes naturales
para la acumulación del capital. El caso de la biología molecular”,
“Del daño genético a la vida digna”, “Consecuencias del
modelo transgénico de cultivos resistente a herbicidas en Argentina:
¿es solo un problema de distancias?”, “¿Tecnociencia de mercado
o Ciencia Digna?”
La
fecha no es casual. El 16 de junio de 1946 nació el doctor Andrés
Carrasco, que en este extraño siglo 21 se transformó en una voz de
referencia del pensamiento crítico y científico. Falleció en mayo
de 2014. Un mes después, en Rosario, se consagró al 16 de junio
como el Día de la Ciencia Digna en homenaje a Carrasco. Y el mismo
día de 2015, también en el ámbito de la Facultad de Ciencias
Médicas de Rosario, nació la UNCCSNAL que en la revista, a través
de Verzeñassi, postula:
Una Ciencia que reconoce que NO es neutra, ni universal, ni objetiva.
Una Ciencia que asume su posicionamiento ideológico, ético y político como un punto de partida para pensar críticamente, incluso sus propias estructuras.
Una Ciencia que no se subordina al mercado, ni acepta las presiones de corporaciones, ni de gobiernos para pensar y/o actuar.
Una Ciencia que recupera la mirada integral de la Vida y acompaña y estimula el cuidado de la Naturaleza.
Una Ciencia que, en palabras de Andrés Carrasco, espera ser capaz de estar a la intemperie, para poder pensar “con una perspectiva que permita crear espacios donde el debate abra nuevas posibilidades, abra nuevos actores, incremente la participación”.
Hablar
de Carrasco no significa hablar del pasado sino de un presente con
manifestaciones como esta propia revista, e ideas y acciones para el
futuro.
Publicamos
entonces la nota realizada para la revista MU en 2010, en la que
Carrasco discute la idea del consenso como paradoja no-democrática.
Habla sobre obediencia y pensamiento crítico; cuestiona a las
corporaciones transgénicas y a la ciencia subordinada que se
comporta como en el shopping. Define las formas de control social,
las comunidades que abren caminos al defender sus territorios y su
salud, las violaciones a los derechos humanos que genera el modelo
productivo. Leer hoy sus argumentos es una invitación al debate
sobre políticas y depredaciones que se profundizaron desde entonces.
Sus acciones y sus ideas ponen a Carrasco en un lugar crucial para
cualquier idea que se quiera en el siglo 21 sobre una ciencia
genuina.
El
doctor Andrés Carrasco había sido presidente del CONICET, y fue el
investigador que en 2009 detectó los efectos del glifosato en su
laboratorio de la UBA, logrando una rara unidad. Al margen de toda
grieta, el gobierno y el sector del agronegocio (representados por el
ministro y ahora secretario Lino Barañao a través de Clarín y La
Nación) salieron a desmentir y desprestigiar las investigaciones que
se anticiparon a lo que es un debate mundial: los efectos de los
venenos que masivamente se utilizan para la producción de
transgénicos.
Pero
Carrasco cuestionó no solo el paquete tecnológico, sino todo un
estilo de pensamiento y de políticas. Por eso esta nota,
originalmente publicada en junio de 2010 (MU 35) bajo el título
Sobre chanchos y caranchos, es una invitación a pensar la
actualidad y el futuro.
Sobre
chanchos y caranchos
Andrés
Carrasco, científico. Sus investigaciones en embriología molecular
sobre las malformaciones y enfermedades que producen los herbicidas
usados en la soja, abrieron un debate acerca del actual modelo de
desarrollo y sus consecuencias que califica como “devastadoras”.
Carrasco analiza aquí el rol de la ciencia como forma de control
social, la diferencia entre crecimiento y desarrollo, el progresismo
que clona ideas de Cavallo, y la acción de las comunidades en
defensa de sus derechos. ¿A qué hay que temerle más: al conflicto
o al consenso?
por
Sergio Ciancaglini
El
doctor Andrés Carrasco tiene dos sedes de trabajo.
El
Laboratorio de Embriología Molecular de la Universidad de Buenos
Aires, donde sus experimentos con embriones anfibios confirmaron
algunos de los venenos del modelo sojero, y el Bar de Cao, bello
resabio de 1915 en el barrio de San Cristóbal, en el que suele
instalarse con netbook y celular, y donde aceptó conversar sobre
ciencia, modelos de producción, pensamiento crítico,
neodesarrollismo, minería, soja, tecnología, progresismo,
comunidades que se organizan, dependencia, democracia y futuro, entre
otros enigmas un tanto inexistentes en las agendas mediáticas y
políticas. Carrasco cree que esa propia inexistencia es un símbolo
de cómo opera el actual modelo, cosa que van experimentando hasta
los embriones anfibios.
Cierra
la netbook y menciona una palabra clonada al infinito en este
Bicentenario: “La palabra es emancipación. Pero es lo que está
pendiente: emanciparnos de modelos de pensamiento o epistemas que nos
convierten en imitadores, en subordinados a formas de pensamiento
único. El pensamiento crítico es el que deja de obedecer, el que
pone una duda: ¿el pensamiento único es el correcto, o lo están
imponiendo para que no pensemos de otra manera? Si compramos esa idea
de pensamiento único, que ya es un modelo civilizatorio, perdemos la
libertad de tomar decisiones sobre nuestra vida y nuestro futuro”.
No
te bañes en glifosato
Tiene
64 juveniles años recién cumplidos, es médico egresado de la UBA,
militó en el peronismo en los años 70 (“pero no en Montoneros,
teníamos críticas a las formas organizativas, las mismas que
plantearon más tarde muchos de sus integrantes”). Desde 1980 hasta
1990 desarrolló sus investigaciones en Suiza y Estados Unidos. En el
año 2000 estaba participando con muchos de sus antiguos compañeros
en el Frepaso, y el gobierno de la Alianza lo designó como
presidente del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas).
Más
recientemente, Nilda Garré lo nombró en el Ministerio de Defensa
como subsecretario de Ciencia y Tecnología, pero Carrasco decidió
renunciar luego de dar a conocer, en abril de 2009, sus
investigaciones en el Laboratorio de la UBA sobre los efectos del
glifosato (el herbicida atado a la producción de soja transgénica).
Había trabajado en embriones anfibios, y confirmó estudios que
venían realizándose en Francia. Detectó:
1)
En embriones inmersos en dosis 1.500 veces menores a las de las
fumigaciones: disminución del tamaño, alteraciones cefálicas con
reducciones de ojos y oídos, pérdida de células neuronales,
compromiso en la formación del cerebro. Sus conclusiones: “Podrían
indicar causas de malformaciones y deficiencias en la etapa adulta”.
2)
En embriones inyectados con dosis 300.000 veces inferiores a las de
las fumigaciones: malformaciones intestinales y cardíacas,
alteraciones en la formación de los cartílagos y huesos del cráneo,
incremento de la muerte celular programada.
El
informe afectó las células neuronales de quienes en el ámbito
oficial y privado defienden el modelo sojero, y Carrasco incluso
recibió amenazas. Renunció al Ministerio de Defensa: “Preferí no
mezclar a otras personas en el revuelo. Además mi filosofía es no
atornillarme a los cargos. Recomiendo públicamente a todos los
compañeros, o no, que tienen cargos públicos, que tengan una
profesión, un oficio, que no sea ser político, funcionario,
diputado. Para mí fue un honor tener cargos, pero soy médico,
investigador, y cuando he aceptado un nombramiento es con la
intención de hacer un aporte, pero sabiendo que volveré a lo mío.
Hay que preservar los grados de libertad de conciencia y trabajo”.
Sobre
los ecos de sus ensayos: “Es increíble que la reacción haya sido
por el informe, y no por los centenares de denuncias que venían
haciendo médicos rurales y vecinos de todo el país. Si yo no
hubiera llegado a esas conclusiones, ¿quién tendría razón? ¿El
que está en el laboratorio o el vecino que muestra lo que le pasa?
Vivimos en un sistema de negación. Cuestiones como éstas no se
estudian a propósito, para que no se conozca lo que provocan. Pero
el glifosato no es el centro del problema, ni Monsanto (la
multinacional sojera). Lo más grave, lo enfermo, es el modo de
producción actual que tiene un efecto perverso sobre el ambiente, la
salud humana y la sociedad”.
Magoya
y los nuevos ricos
El
científico en el bar de Cao. En 2012 Carrasco fue uno de los
fundadores del Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental de
lavaca.
Carrasco
habla de ciencia, o de formas de pararse ante la vida:
«La
tendencia de la comunidad científica argentina es ser legitimada por
el exterior. Es una comunidad subalterna, en el sentido de que está
subordinada a las lógicas de los grandes centros científicos. Es
bueno tener relaciones, no subordinación. Queremos ser del primer
mundo, y entonces creemos que hay que imitar al primer mundo, lo
seguimos. El verdadero primer mundo, en cambio, piensa en sus propias
necesidades, sus propios proyectos. No imita ni se subordina. Pero
para colmo esta comunidad no es consciente, o no reconoce ese
problema. Vive copiando formas y lógicas, hay un deslumbramiento por
las tecnologías. Es como el nuevo rico que va al shopping y quiere
comprarse todo para ser como otro».
¿Y
qué compra?
Paquetes
tecnológicos. Pero, primero, lo que compra es modos de pensar. La
dependencia es ideológica, siendo que hoy más que nunca el modelo
de desarrollo de un país depende del pensamiento y conocimiento que
sea capaz de generar. Más en un país dependiente como el nuestro.
No se trata de enfrentarse a países centrales, sino de tener
políticas de desarrollo científico y pensamiento propios.
¿Por
ejemplo?
Lo
primero es entender que la idea de ciencia neutral y universal no
puede creerla ni Magoya. Se usan esas clasificaciones para que todos
tengamos que hacer lo mismo. Pero es mentira. Cada estructura de
poder, histórica e ideológicamente, ha tenido su propio
pensamiento, objetivos, desarrollo científico tecnológico, de
acuerdo al perfil de Nación que dibuja para sí. El desarrollo
atómico de los norteamericanos no se debe a un proceso de evolución
científica determinado, sino a que querían tener la bomba atómica.
¿Y
en nuestro caso?
En
Argentina tenemos un modelo de producción que no es soberano. No lo
es en minería, en agricultura, en energía. Lo están decidiendo
otros. El factor nuevo es que por primera vez las instituciones
ligadas a la producción de conocimiento han sido incorporadas a esa
dependencia. La famosa resistencia de los sectores universitarios y
de pensamiento crítico, ha cedido. Se doblan sin romperse. Y al
doblarse ceden su autonomía en función de participar del festín de
pertenecer al primer mundo, adoptando un modelo de desarrollo
supuestamente exitoso pero diseñado no de acuerdo a nuestros
intereses, sino a intereses que nos perjudican. El CONICET, por
ejemplo, está jugando ese rol.
Cavallo
versión progre
¿Cómo
juega ese rol?
Esto
nunca lo dije, pero cuando dimos a conocer la investigación sobre el
glifosato, no se puede descartar que Aapresid (Asociación Argentina
de Productores en Siembra Directa, la cámara que nuclea a los
sojeros) haya apretado a determinados sectores del gobierno para que
el CONICET emitiera su famoso informe diciendo que no había ninguna
evidencia de que el glifosato tuviera que ver con la salud humana. A
pesar de que en el propio informe incluyen evidencias en contrario.
No es que defiendan al glifosato –que es una porquería-. Lo que
defienden es un instrumento esencial para este modelo de producción.
Atacar al glifosato era atacar a los paquetes tecnológicos, y eso es
cuestionar el modelo. Por eso el CONICET aparece con ese informe
vergonzoso, para cerrar el debate.
No
lo lograron.
¿Sabe
por qué no lo lograron? Porque los efectos de todo esto siguen
afectando a cantidad de personas, generando enfermedades de todo
tipo, y frente a eso las comunidades siguen moviéndose,
organizándose. Hay un estado colectivo de denuncias que obligan a
seguir discutiendo. Pero además fracasaron en ningunear o falsear
este tema porque son tontos. No se cierran los debates de manera
autoritaria, con sectores empresarios exigiendo que el gobierno
coopere con ellos en defensa del modelo de producción y con el
gobierno complaciéndolos. Lo que más me preocupa es que están
convencidos: piensan que esto es el desarrollo, y me consta que
ocurre en ese ámbito “progre”, digamos. Eso es la desaparición
de la actitud crítica del pensamiento científico.
¿Cuál
es la consecuencia?
Que
ahora, como nunca, hay una política de devastación del territorio,
se han lanzado como caranchos a llevarse riquezas energéticas,
mineras, del suelo y el agua. Es claramente un sistema depredador.
Por eso no discuto regalías o retenciones, porque sería ponerle
precio a la depredación. Lo que discuto es la lógica, que es
anterior a este gobierno, porque se plasma en la época de la
dictadura y fue avanzando según el momento. Pero lo que no veo es
que este gobierno esté con disposición para discutir estos temas.
Hay una criminalización local en las provincias a quienes se oponen
a estas cosas, y una legitimación de estos modos productivos que me
resultan una política neodesarrollista trasnochada.
¿Cómo
sería ese neodesarrollismo trasnochado?
La
idea de que mucha tecnología en ese marco de dependencia del que
hablábamos, va a traer mucha justicia, distribución… Me recuerda
la idea del “derrame” de Domingo Cavallo, pero más “progre”.
(La “teoría del derrame” indicaba que creando riqueza para
colmar a los sectores altos, algo de esto se derramaría sobre el
resto de la sociedad; finalmente se derramaron varias cosas, salvo la
riqueza). La diferencia es que con Cavallo todos salíamos a
protestar. Pero hoy ya es parte de una política. Mis colegas y
muchos compañeros están pensando así. Entonces aquel discurso de
Cavallo triunfó, perforó a esos ámbitos institucionales, se metió
dentro de las universidades que se han convertido en varios casos en
agentes de propaganda de esos paquetes tecnológicos, y privatizan el
conocimiento. No es que vienen a comprar las universidades, sino que
las ponen en función de las demandas privadas que nos van a llenar
de felicidad por desborde.
El
debate de fondo
Usted
estuvo en el gobierno. ¿Por qué ocurre eso con funcionarios que
dicen provenir de otra lógica, más crítica?
Buena
pregunta. El gobierno tiene cosas elogiables, algunos aspectos de
distribución de riqueza, política de derechos humanos, tendencia a
nacionalizar algunos puntos de la economía. Se me pueden pasar cosas
técnicas, pero intuitivamente estoy de acuerdo. El problema es que
todo eso tiene mucho de simbólico y fácil. Hay construcciones
disonantes. Se habla de derechos humanos, pero por otro lado no se
discute el modelo que está atacando esos derechos. Lo que me
pregunto es si las cosas que yo planteo como relativamente fáciles y
que uno ve como positivas, no están evitando la discusión de fondo:
de qué modo se está legitimando ese modelo de desarrollo. Es
equivalente a las cosas por las cuales peleamos en los 70. Antes era
lo ideológico, lo político. Nadie hablaba del agua y los recursos
naturales, salvo Perón. (En 1972 Juan Perón, aún en el exilio,
escribió un “Mensaje Solidario a los pueblos y gobiernos del
mundo”, donde denuncia el despilfarro de recursos naturales, la
contaminación ambiental ligada al empobrecimiento social, el
sometimiento tecnológico, la ausencia de políticas propias en los
países del Tercer Mundo, y varias cuestiones de premonitoria
actualidad pero fuera de la “agenda” de los 38 años
posteriores). Los conflictos de los próximos 20 años van a pasar
por esto que hoy se discute del tema medioambiental, aunque en
realidad se trata de toda esta cuestión aún más profunda que
estamos conversando. Entonces, con o sin progres, lo real es que si
mi pensamiento no es conflictivo con el pensamiento hegemónico,
estoy cooperando con él.
El
consenso
Carrasco
sigue fiel a su estilo de hacerse preguntas originales:
“¿Quién
dijo que hay que plantar 20 millones de hectáreas de soja para
darles de comer a los chanchos chinos? Por eso digo que no es un
problema de rentas, o de aplicarle el 80 por ciento de retenciones a
la soja. Por lo menos entendamos que esto no nos conviene como país.
Y pongamos equipos a trabajar para ver cómo hacer las cosas. Pero no
se hace, al menos mientras se siga creciendo, porque se confunde
‘crecimiento’ con ‘desarrollo’. Que ciertos grupos ganen más
no quiere decir que esté cambiando la base de la economía. Me
parece que el gobierno, con la capacidad que ha demostrado de
reordenar las agendas políticas, podría empezar con este tema. ¿Hay
voluntad para empezar?”
No
se la percibe demasiado.
Pero
ahí está el problema. Porque estos debates los resuelve el Estado,
o los resuelve la gente de otra manera. El conflicto no desaparece
por decreto. En Los Toldos con la soja, en Andalgalá con la minería,
las comunidades plantean el conflicto y el Estado les manda la
Gendarmería. No digo que sea el gobierno nacional, pero los
provinciales no están en conflicto con la Nación en esos temas, y a
nivel nacional que no me digan que no saben lo que está pasando.
Saben lo mismo o más que lo que sabemos usted y yo. Y mientras tanto
me sorprende mucho que la gente de esos lugares habla de genocidio. A
mí me cuesta usar esa palabra. Pero ellos sienten que está
desapareciendo no el cuerpo, sino lo que tienen y han construido como
seres humanos, se pone en tela de juicio su tierra, su lugar, su
economía, su cultura. En vez de ser matados físicamente, se sienten
matados en su dignidad porque los están saqueando. En esas cosas
noto las paradojas con la Ley de Medios.
¿Por
qué?
Porque
me parece bienvenida esa intención de romper las hegemonías de los
medios. Pero, ¿por qué lo hace el gobierno? ¿Kirchner le pega a
Magnetto (Héctor, ejecutivo del Grupo Clarín) por su poder
mediático, o porque además es socio de todos estos negocios? Porque
es Papel Prensa, pero Clarín y La Nación son Expoagro, son actores
concretos de estos negocios. No sentarse con Magnetto y sí con
Grobocopatel (Gustavo, llamado “el rey de la soja”) me parece una
contradicción. Se habla de la oligarquía, pero la oligarquía hoy
está desarmada arrendándole los campos a Grobocopatel. Entonces hay
algo que no pega.
El
doctor Carrasco considera que la ciencia está jugando un rol de
control social, de adormecimiento de los debates:
«Soy
un convencido de que la política es el lugar donde se resuelven los
conflictos y se negocian los intereses. Y la convivencia es un
conflicto permanente. Pero la tecnología, la ciencia, van intentando
ocupar el lugar de ‘la verdad’. Están muy cerca del lugar de la
religión: un pensamiento mágico, que cree que puede plantear cuál
es la verdad, en el terreno secular en lugar del religioso. Un nuevo
dogma, ahora representado por la ciencia, frente a la cual, como es
universal, neutral y objetiva, debe haber consenso».
¿Y
qué busca ese dogma científico?
El
control social. Cuando desaparece el conflicto, hay control social. Y
la herramienta es el consenso. Pero en realidad, todo avance o
retroceso en la historia es por la resolución de conflictos, no por
su eliminación y el consenso. Cuando se sustituyen las razones
políticas por razones tecnocráticas, también es control social. Yo
le tengo miedo a la palabra consenso. No puede haber consenso entre
una vaca y un carnicero. Si logro el consenso, mato el conflicto,
mato a la vaca, y alguien se hace cargo de dominar la situación.
Según
esta idea, hay una paradoja: cualquier noción genuina de democracia
peligra cuando lo que domina es el consenso.
Exacto.
Porque los avances van a existir en la medida en que existan y se
resuelvan conflictos. No hay que temerles. Al revés, yo puedo lograr
un consenso en el que la ciencia dice qué es la enfermedad, y genera
negocios para los grandes laboratorios transnacionales. O puedo
definir qué es normal y qué no -el caso de la homosexualidad
durante mucho tiempo, por ejemplo-, y diseñar perfiles, conductas,
personalidades. A través de los medios de comunicación se pueden
inventar peligros o estados de ánimo detrás de los cuales viene el
remedio salvador.
Carrasco
reconoce algo: “Si no hubieran existido las Madres de Ituzaingó en
Córdoba, denunciando la contaminación y las enfermedades, yo no me
hubiera puesto a investigar en el laboratorio. Lo más notable de
esta época es la cantidad de comunidades que entraron en estos
temas, arrastrando incluso a legisladores y fallos judiciales como
los que frenan y alejan las fumigaciones de los pueblos. Eso no
soluciona el problema, pero abre la discusión sobre el modo de
producción, sobre el rol de las empresas, sobre qué tipo de
desarrollo queremos. Y esas comunidades lo hacen apelando no sólo a
la racionalidad, sino también a sus derechos, al sentido común, a
la belleza del lugar en donde viven, y a la vida”.
Mientras
Carrasco experimenta con embriones, y las empresas con seres humanos,
queda propuesta una agenda para no temerle a los conflictos.
Fuente:
Ciencia más allá de la pandemia: la voz de Carrasco y una nueva publicación, 16 junio 2020, Lavaca.
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