En
tan solo un par de semanas, esta medida de seguridad ha resultado
letal para una más de docena de defensores en Honduras, Brasil y
Colombia.
por
Judit Alonso
Una
decena de líderes sociales y activistas han sido asesinados en las
últimas semanas, a pesar de que, en numerosos países de América
Latina, al igual que el resto del mundo, viven en cuarentena. La
actual situación de crisis sanitaria mundial, que golpea desde hace
semanas al planeta, está causando estragos a los líderes sociales y
activistas en América Latina. El confinamiento, una acción para
prevenir el contagio del temido virus COVID-19, está siendo un arma
de doble filo para ellos.
La
Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras denunció
el asesinato de la defensora Iris Argentina Álvarez, que pertenecía
una cooperativa campesina que recuperó tierras propiedad del Estado
para la siembra de productos de consumo básico. Por otro lado, en la
Amazonía brasileña, Zezico Guajajara, indígena que ejercía de
"Guardián", una peligrosa tarea que consiste en patrullar
el bosque, capturar a los madereros ilegales y expulsarlos, también
fue asesinado.
"El
Gobierno de Brasil ha promovido graves retrocesos de su legislación
ambiental que, además, ha acompañado con un discurso que ataca a
los defensores ambientales y su labor", dijo a DW Liliana Ávila,
Abogada Sénior del Programa de Derechos Humanos y Ambiente de
Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA).
Ávila
consideró que "la emergencia social generada por la COVID-19 no
soluciona los conflictos sociales y ambientales ni las debilidades
institucionales que pueden explicar el asesinado de líderes sociales
en América Latina". "Estos son problemas anteriores que no
se suspenden por la llegada de una pandemia", subrayó.
Levi
Sucre, Coordinador General de la Alianza Mesoamericana de Pueblos y
Bosques (AMPB), recordó que en Centroamérica los asesinatos de
líderes indígenas se han incrementado en la última década.
Actualmente, "muchos actores, que disputan tierras y recursos
naturales de los pueblos indígenas, encuentran un espacio donde el
Gobierno y la población está buscando cómo resguardarse del
coronavirus y no están atendiendo este tipo violencia", dijo a
DW. En este contexto de pandemia se "atacan a líderes que
terminan en crímenes como el caso del pueblo Mayagna de Nicaragua, o
acorralamiento a comunidades indígenas para que no luchen por sus
tierras, como es el caso de China Kicha en Costa Rica", lamentó.
Colombia,
en el punto de mira
"Los
asesinos no descansan y menos se quedan en casa. Al contrario, parece
que las estructuras criminales, grupos neoparamilitares y disidencias
de las FARC aprovechan la situación del coronavirus y siguen matando
a líderes sociales, especialmente en las zonas alejadas del país",
lamentó a DW Stefan Peters, director de CAPAZ, Instituto
Colombo-Alemán para la Paz.
En
este país, al menos seis líderes han sido asesinados en los últimos
días. "La COVID-19 ha hecho una sombra perfecta a la violencia
en Colombia porque la atención mediática está en la pandemia y no
se está prestando atención a los territorios", dijo a DW
Sirley Muñoz del Programa Somos Defensores. Así apuntó que los
datos recogidos durante este primer trimestre "es una cifra muy
alta" respecto a los mismos datos del año pasado en el mismo
periodo. Igualmente, lamentó que la situación se haya agravado con
la cuarentena, ya que los defensores están asentados en un lugar de
manera permanente y "no pueden circular libremente por el
territorio". De este modo, "los líderes son fácilmente
identificables", lamentó.
Para
Peters, esta situación es una muestra de que "las políticas y
las estrategias de protección por parte del Gobierno no son
suficientes ni adecuadas". De este modo, criticó que estas
"muchas veces llegan tarde" y cuentan con "pocas
posibilidades de participación de las personas amenazadas en la
asignación de las medidas de protección".
No
obstante, la abogada de AIDA recordó que "los Estados tienen
obligaciones de derechos humanos que son impostergables aún en
estados de emergencia", refiriéndose a la protección de la
vida. "La pandemia no es una excusa para que los Estados se
desentiendan de ese compromiso", aseguró. Por este motivo, el
director alemán apuntó que, en el caso colombiano, "no es
suficiente lamentar los hechos, el Estado tiene que actuar".
Esta
actuación pasa por evitar los conflictos sociales y ambientales en
los proyectos. "Avanzar en un proyecto sin analizar los impactos
ambientales, sociales y de género que puede provocar conflictos que,
a su vez, ponen en alto riesgo a los líderes sociales", explicó
Ávila. De este modo, abogó por abrir "escenarios reales de
información y participación en la toma de decisiones de los asuntos
públicos" en los que estos puedan intervenir.
Así,
calificó el Acuerdo de Escazú "como un instrumento muy
importante para promover la democracia ambiental en el continente".
Además de mejorar el acceso a la información a partir de éste,
Ávila indicó qué otras medidas deben llevar a cabo los Estados
para conseguir la protección efectiva los defensores: fortalecer sus
programas de protección y apoyar los planes de protección de las
comunidades y defensores en riesgo.
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Fuente:
Judit Alonso, Sin tregua durante la pandemia: asesinatos de defensores en Latinoamérica no cesan en cuarentena, 9 abril 2020, Deutsche Welle.
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