Este
es un artículo de opinión de Fernando Valladares, profesor de
Investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global,
del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), en España.
por
Fernando Valladares
MADRID,
3 abr 2020 (IPS) - Sumidos en un confinamiento y en una crisis
sanitaria sin precedentes, nos afanamos en encontrar fármacos y
vacunas para la covid-19. Estudiamos el funcionamiento del virus y su
ciclo vital, valorando las distintas hipótesis sobre su origen. Pero
lo que resulta indiscutible es que son nuestros hábitos y
comportamientos los que nos ponen en peligro. Porque detrás de esta
pandemia está la destrucción de la naturaleza.
No
hay sistema sanitario ni fuerzas de seguridad de ningún estado que
pueda brindarnos la protección que nos brinda la naturaleza. Una
naturaleza que, eso sí, sea rica en especies y que funcione bien.
La
biodiversidad, escudo ante los virus
Hace
quince años se aportaron las primeras indicaciones científicas
sobre la función protectora de la biodiversidad. Gracias a efectos
como la dilución de la carga vírica y la amortiguación del contagio, la biodiversidad es una inmensa y eficaz barrera para las
zoonosis.
Se
ha visto en multitud de casos prácticos, desde la gripe aviar a la
enfermedad de Lyme, que han ido corroborando y reforzando los
primeros estudios teóricos y las primeras simulaciones
epidemiológicas.
Cada
día comprendemos mejor el origen de la actual pandemia. Los estudios
moleculares permiten desentrañar algunos de los pasos claves en esta
zoonosis: originada muy probablemente en los murciélagos, pasó en
algún momento a los pangolines y de estos al ser humano.
El
SARS-CoV-2 ha coevolucionado largo tiempo con el murciélago de forma
que cuando este está sano, la carga vírica es mínima. Sin embargo,
en estados de estrés, como cuando se le persigue, caza y manipula,
el sistema inmune del animal se deprime y la carga vírica se
dispara.
Les
ocurre algo similar a los demás hospedadores como el pangolín,
objeto de caza y tráfico ilegal en muchas regiones de Asia y de
África. Es en esa situación, con el hospedador inmunodeprimido
alcanzando una alta carga vírica, cuando el virus resulta más
peligroso para el sur humano.
Así
nos protege la naturaleza
Una
naturaleza sana, de ecosistemas funcionales y ricos en especies nos
protege de una manera muy amplia ante infecciones por patógenos. No
solo a través de la biodiversidad.
Por
ejemplo, la naturaleza puede frenar el polvo del desierto y reducir
la contaminación atmosférica, dos vehículos que propagan virus y
que acentúan los síntomas respiratorios en los pacientes afectados
por la covid-19.
Cuando
incorporamos el cambio climático en la ecuación, la naturaleza
tiene menos margen para atenuar impactos y proteger nuestra salud.
Este fenómeno global no solo lleva a muchos bosques a flaquear en su función de sumideros de carbono, sino que los hace más propensos a
incendios de grandes dimensiones, como los ocurridos recientemente en
Australia.
El humo afectó a 80 % de la población del país. Pero el problema no
lo tuvieron solo los australianos. Como ocurre ahora con la pandemia,
el humo recorrió rápidamente el planeta.
No
hay organización nacional o internacional que pueda prevenir que el
humo de los incendios llegue a las principales ciudades del mundo en 10 días, acentuando sus problemas de contaminación. Del mismo modo,
no hay industria ni empresa capaz de reducir los gases con efecto
invernadero en la medida en que lo hacen los bosques tropicales.
Las
funciones que una naturaleza sana hace por nosotros, entre ellas la
de protegernos de zoonosis, son impagables.
Globalización
y migraciones climáticas
Buena
parte del problema con las zoonosis actuales es la globalización,
que implica rápidos y masivos movimientos de la población humana.
Por eso, las medidas más eficaces y urgentes que se han tomado han
sido relacionadas con la limitación a los movimientos de personas.
Pero
quizá se nos olvida que el cambio climático lleva décadas
amplificando movimientos migratorios a gran escala en diversas
regiones del planeta. El fenómeno no solo dispara migraciones de
regiones africanas o tropicales a Europa o Estados Unidos, sino que
también las dispara dentro de estas zonas. Ya ocurre en Europa.
Los
movimientos provocados por causas ambientales generan, a su vez,
graves problemas naturales, sociales y sanitarios.
La
crisis climática sigue ahí
El
confinamiento puede servirnos para aprender y reflexionar sobre el día después. Últimamente escuchamos el mantra de que todos
nuestros esfuerzos ahora servirán para recuperar la normalidad
pronto.
Pero
¿qué normalidad? ¿La que nos trajo aquí? ¿La normalidad que
favorece pandemias, que destruye ecosistemas, que provoca el cambio
climático, que genera desigualdad social y se basa en un modelo económico insostenible?
En
China vuelven ya a quemar carbón para generar energía, y más que
antes si puede ser, porque su objetivo es relanzar la economía sin
reparar en costes ambientales.
La
pandemia nos muestra con crudeza cuan sensibles somos a un medio
natural que no funcione bien. La situación actual debería servir de
ensayo para repensar una gran crisis que nos está esperando, que no
cesa y que es aún más compleja de gestionar y atajar que la
pandemia del coronavirus: la del cambio climático.
Los
políticos no se ponen de acuerdo en las cumbres mundiales del clima,
pero cada uno en su país y a su manera acaba convergiendo en
relanzar una y otra vez la economía al modo tradicional.
Si
vamos a trabajar en no volver a esa normalidad inviable, sino a una
nueva normalidad más en equilibrio con la naturaleza y sostenible en
el tiempo, es necesario cuestionar profundamente el marco social y económico en el que nos movemos.
Nadie
querrá sufrir otra pandemia en unos meses. Una pandemia que, según
la Organización Mundial de la Salud (OMS, puede ser mucho más letal
que la del coronavirus.
En
la ecuación de la biosfera, el Homo sapiens no puede acaparar una
cuota tan grande de recursos ni generar cambios ambientales a una
tasa tan superior a la velocidad de regeneración y recuperación de
los ecosistemas.
Será
solo mediante la mirada común de todos, expertos y no expertos,
economistas, biólogos, médicos, matemáticos y sociólogos, como
abordaremos un día después realmente diferente y con esperanzas
fundadas de no caer en otro confinamiento a los pocos meses de salir
de este.
Este
artículo fue publicado originalmente por The Conversation.
RV:
EG
Fuente:
Fernando Valladares, Si no sanamos el clima, volveremos a enfermar, 3 abril 2020, Inter Press Service.
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