El
aumento acelerado de la temperatura media de la Tierra produce graves
consecuencias ambientales y sociales. Por eso, son cada vez más las
universidades del país que se suman a aportar información y
estudiar la temática.
por
Paula Costanzo
El
cambio climático se convirtió en una de las mayores preocupaciones
de las organizaciones ambientales internacionales. Si bien a lo largo
de la historia de la Tierra hubo diversos procesos de cambio
climático, el calentamiento global actual está fuertemente
relacionado con la acción humana y la emisión de gases de efecto
invernadero, según explicó el Quinto Informe de Evaluación del
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
(IPCC).
El
aumento acelerado de la temperatura media de la Tierra produce graves
consecuencias, como la suba del nivel del mar, el cambio en las
precipitaciones, la expansión de los desiertos subtropicales, las
olas de calor, las fuertes nevadas y la extinción de especies. Todo
esto tendría también una repercusión social: se estima que para
2050 habrá 500 mil migrantes ambientales, es decir, personas que
deberán desplazarse de sus territorios por las condiciones
climáticas. En este escenario mundial complejo, las universidades
nacionales argentinas cumplen un rol importante en investigar el
cambio climático y plantear posibles soluciones.
Plantarse
frente al cambio
La
Universidad Nacional de Villa María (UNVM) creó en 2019 el
Observatorio Regional de Cambio Climático (ORCC), con el objetivo de
“analizar eventos meteorológicos de carácter extremo, generar
estudios locales sobre posibles fluctuaciones del clima y publicar
informes de interés para la región”.
Según
señaló uno de sus fundadores, el licenciado en Educación Ambiental
y docente de la Licenciatura en Ambiente y Energías Renovables, Luis
Enrique Tuninetti, el ORCC tiene dos ejes de trabajo: “Por un lado,
tenemos a un grupo de profesores y alumnos que van a las escuelas
primarias y secundarias a ejercer educación ambiental para dar a
conocer este fenómeno mundial. Por el otro, queremos investigar la
zona de Villa María para verificar si hay o no algún registro de
cambio climático”.
El
paso siguiente de la investigación será pensar estrategias de
adaptación y mitigación para la región. Es decir, pensar de qué
manera la zona podría adecuarse a los efectos nocivos del cambio
climático y, a su vez, cómo podría contribuir en bajar las
emisiones de gases de efecto invernadero.
Tuninetti
resaltó que desde el ORCC buscan “aportar algo para la zona” de
Villa María, que sirva también como “información de base” para
los estudios de organismos nacionales e internacionales.
En
ese sentido, el ingeniero agrónomo, docente de la UNVM y fundador
del ORCC, Fernando Primo Forgioni, destacó la importancia de abordar
la problemática del cambio climático desde una mirada local. “Si
bien están muy buenos los pronósticos que se hacen a nivel mundial
o latinoamericano, el clima tiene la particularidad de que no se
comporta en todos lados igual. Además, al haber muy pocos estudios
de pequeña escala, se dificulta mucho hacer una mejor adaptación”,
explicó.
La
trayectoria en el tema les permitió a Tuninetti y Primo Forgioni ser
convocados por el IPCC, el máximo organismo internacional que
estudia el cambio climático, para colaborar en la elaboración del
Sexto Informe de Evaluación. El IPCC es un órgano de científicos
creado por la ONU, que periódicamente emite documentos para informar
la situación climática del planeta, indicar cuáles son los
potenciales impactos y sugerir medidas al respecto.
“Nuestra
función es rever el informe que ya está previamente redactado. Lo
leemos y podemos hacer una crítica al respecto o aportar alguna
bibliografía anexa que nos parezca interesante para que los
científicos que están trabajando en la realización lo puedan ver”,
detalló el licenciado en Educación Ambiental. El ingeniero
agrónomo, en tanto, resaltó que la convocatoria les permitió “dar
a conocer aspectos del cambio climático desde una mirada local y lo
regional, que de otros modos no se evaluarían”.
Primo
Forgioni consideró la convocatoria como “un sueño hecho
realidad”, mientras que Tuninetti destacó que la participación
como revisores les sirvió para “aprender a trabajar en otros
ámbitos” en los cuales no estaban acostumbrados. “Creo que lo
principal, más que el aporte que pudimos a hacer nosotros al IPCC,
fue el aporte que nos hicieron ellos a nosotros, porque trabajamos
con investigadores de primer nivel. Hemos hecho relaciones
interinstitucionales con gente de mucho peso, por lo que en realidad,
los que salimos ganando en este proceso fuimos nosotros”, resaltó
Tuninetti.
El
ingeniero agrónomo destacó que en este proceso pudieron ponerse en
contacto con investigadores del CONICET y del Centro de Investigación
del Mar y la Atmósfera (CIMA) de la Universidad de Buenos Aires
(UBA), que desde hace años estudian el cambio climático. El
objetivo que tienen es comenzar a trabajar en red.
La
etapa de revisión del Quinto Informe ya comenzó, pero los
villamarienses no están autorizados para adelantar el contenido. De
todas maneras, Tuninetti afirmó que “el escenario es muy complejo
a nivel internacional y latinoamericano”, por lo que “los
sectores políticos y económicos deberán tomar acciones
contundentes” para frenar el cambio climático.
“Desde
mi punto de vista, estamos lejos de poder decir que vamos a
solucionar este problema a mediano plazo. De seguir así, el
escenario sería mucho más pesimista que el que estamos trabajando”,
lamentó.
Un
inventario de emisiones
Otra
de las casas de estudio que realiza su aporte para la investigación
del cambio climático es la Universidad Tecnológica Nacional (UTN)
Regional Mendoza. El Grupo de Estudios Atmosféricos y Ambientales
(GEAA) creó un inventario de las emisiones atmosféricas que hay en
la Argentina, que tiene en cuenta la generación de gases de efecto
invernadero.
La
investigación fue dividida en tres etapas: primero se concentró en
las emisiones vehiculares, luego en las emisiones provenientes de
todo el consumo energético, y por último, en las emisiones propias
de la actividad agrícola-ganadera. Las tres fases fueron plasmadas
en un atlas georreferenciado.
El
estudio reveló que las actividades que más gases de efecto
invernadero generan en el país son la producción de energía, con
el 53 por ciento, y la agricultura, con el 39.
Analizado
geográficamente, el mayor grado de emisiones se genera en las zonas
rurales o periféricas del país, aunque las zonas urbanas también
tienen un amplio grado de responsabilidad: son las principales
consumidoras, y a su vez, emiten estos gases a través de actividades
como el transporte o el consumo de energía en las viviendas.
Según
explicó el docente de la UTN y director de GEAA, Enrique Puliafito,
la Argentina se encuentra “en la media mundial” de emisiones de
gases de efecto invernadero, como son el metano, el dióxido de
carbono y el óxido nitroso.
El
investigador consideró que para reducir estas emisiones, es
necesario que las personas “se replanteen el consumo” y eviten la
compra de productos innecesarios. “Por ejemplo, Estados Unidos
tiene un consumo de diez a doce veces mayor que un argentino medio.
Yo no me imagino consumiendo diez veces más de lo que ya consumo.
Creo que es una cuestión de conducta”, advirtió.
El
grupo de investigación espera que el inventario de emisiones sea
utilizado en la elaboración de modelos globales de cambio climático.
En ese sentido, Puliafito resaltó que su objetivo es que “la base
de datos quede a disposición de cualquier usuario internacional”
que lo necesite, como puede ser el IPCC.
La
Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) también realiza su aporte
para mejorar el estudio del cambio climático. El docente del
Departamento de Física e investigador del CONICET Manuel Pulido
desarrolla desde 2004 técnicas de asimilación de datos, que
permiten combinar y relacionar la abundante cantidad de información
disponible acerca de mediciones atmosféricas.
“Existen
muy diversos instrumentos que están midiendo el estado de la
atmósfera y mil millones de variables que se están estimando
permanentemente. Esto es un problema enorme desde el punto de vista
computacional. Es necesario combinar muy rápido todas esas
mediciones que se están realizando, procesarlas y dar la mejor
estimación del estado de la atmósfera. Esto permite mejorar el
estudio del cambio climático y también realizar mejores
pronósticos”, explicó Pulido al Suplemento Universidad.
El
docente de la UNNE señaló que las técnicas de asimilación
trabajan “en la generación de un dato lo más preciso posible”
acerca del estado de la atmósfera, y esta información es utilizada
luego para el estudio de diversas áreas, como puede ser el cambio
climático.
Las
técnicas de asimilación de datos utilizan la inteligencia
artificial y “usan las incertezas de cada fuente de información
para tratar de mejorar la estimación” del estado de la atmósfera.
Es decir, “tratan de predecir el estado de la manera más precisa
posible a través del conocimiento de los errores de cada una de las
observaciones”.
El
rol de las universidades
Pulido
advirtió que Argentina “necesita mucho el desarrollo de la
investigación sobre cambio climático”. “Lo que sucede es que
tenemos muy concentrado el estudio sobre la temática en muy pocos
lugares, principalmente en Buenos Aires. Es muy importante que
empiece a haber investigaciones sobre esta área en distintos
centros, para poder colaborar en el desarrollo de cuestiones
regionales”, destacó.
Tuninetti,
el docente de la UNVM, coincidió en la importancia de que las
universidades estudien el cambio climático, que es “el gran
problema a resolver a nivel internacional”. “El sistema
universitario debe tenerlo como línea prioritaria de investigación
y trabajo para ayudar a los políticos a que toman las decisiones
acordes a datos certeros”, señaló.
Primo
Forgioni, por su parte, consideró que el estudio sobre el tema “se
tiene que repetir en todas las universidades del país, sean grandes
como la UBA, o pequeñas como la de Villa María”.
Fuente:
Paula Costanzo, Las universidades contra el cambio climático, 9 abril 2020, Página/12.
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