Más
de cien ongs denuncian fumigaciones prohibidas. Más de cien
organizaciones campesinas y socioambientales apoyan los cuidados de
cuarentena, coinciden en la importancia de la salud por sobre los
negocios -como sucede con el coronavirus-, pero reclaman que se actúe
de forma similar ante los agrotóxicos.
por
Darío Aranda
“¿De
la pandemia del agronegocio quién nos cuida?”, es el título del
comunicado de más de cien organizaciones sociales, ambientales y
rurales que denuncian las fumigaciones con agrotóxicos. Santiago del
Estero, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires son algunas de las
provincias donde el agronegocio arrojó venenos sobre la población
durante la cuarentena. Por contrapartida, organizaciones de la
agricultura familiar-campesina se comprometieron a mantener la
producción y los precios durante la pandemia. En Misiones, la
organización Productores Independiente de Piray (PIP-UTT) donó 5000
kilos de alimentos en barrios populares.
“Mientras
millones de argentinos y argentinas nos quedamos en nuestras casas
para preservar nuestra salud ante la pandemia global, el agronegocio
continúa regando nuestros territorios con agrotóxicos que
comprometen la capacidad de nuestro organismo para hacer frente al
virus”, comienza el texto firmado por la Coordinadora Basta es
Basta (Entre Ríos), la Red Federal de Docentes por la Vida, las ONG
Naturaleza de Derechos y Acción por la Biodiversidad, el colectivo
de comunicación Huerquen, la Asamblea Río Cuarto Sin Agrotóxicos y
la Campaña Paren de Fumigar las Escuelas, entre otras.
Entre
las actividades “esenciales” y exceptuadas durante la cuarentena
figura “la producción agropecuaria”, donde no se diferenció
entre quiénes producen alimentos sanos, sin venenos, de los que
producen transgénicos para exportación.
Desde
el agronegocio, donde sobresale la Mesa de Enlace y Aapresid
(Asociación de Productores de Siembra Directa) comenzaron una
campaña publicitaria donde se muestran “preocupadas por la salud”:
ofrecen máquinas fumigadoras para combatir el dengue, regalan
silos-bolsa (plásticos gigantes donde acopian los granos) para
fabricar ropa de protección de hospitales y clínicas, productores
de Villa María (Córdoba) publicitaron la donación de maíz
transgénico en comedores comunitarios. La empresa cordobesa Porta
Hermanos, en juicio por contaminar y enfermar al barrio San Antonio,
publicita una campaña de donación de “alcohol en gel solidario”.
La Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), donde
participan todas las grandes empresas de agrotóxicos y transgénicos,
envió una gacetilla el 7 de abril, Día Mundial de la Salud, con un
llamado a lavarse las manos y cuidarse del coronavirus.
“Si
realmente queremos privilegiar la salud de la población, hay que
prohibir que nos sigan contaminando y enfermando con venenos, es
urgente cambiar el modelo agropecuario”, afirmó Eugenia Boccio,
una de las impulsoras del escrito. Forma parte del Colectivo Cultura
Orgánica de San Jorge (Santa Fe), ciudad que acumula denuncias y
luchas contras las fumigaciones. Llamó a tener una mirada amplía
frente a la pandemia: “Está muy bien aplaudir a los médicos, pero
sin los campesinos que producen alimentos no podemos vivir”.
La
Mesa Provincial de Agrotóxicos y Salud de Santiago del Estero
denunció en lo que va de la cuarentena fumigaciones en los
departamentos de Jiménez, Rivadavia, Ibarra, Belgrano, Río Hondo y
Pellegrini. Se repitieron casos en Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos
y Chaco. “Es la trágica cotidianidad de los pueblos fumigados,
donde se liberan cada año alrededor de 500 millones de litros de
agrotóxicos”, denunciaron las organizaciones y exigieron la
aplicación de la Ley 25.675, que establece el “principio
precautorio”: cuando hay riesgo de afectar la salud y el ambiente,
se deben tomar medidas de protección.
En
Argentina existes numerosas pruebas de los efectos de los
agrotóxicos. Desde las denuncias de los pueblos afectados (Madres de
Ituzaingó de Córdoba, vecinos de Avia Terai en Chaco y de San
Salvador en Entre Ríos, entre otros) hasta las pruebas científicas.
En la “Antología toxicológica del glifosato”, Eduardo Rossi
recopiló más de 830 trabajos científicos que confirman los efectos
en la salud y el ambiente del herbicida más famoso.
El
escrito de las organizaciones cita el libro “Transformaciones en
los modos de enfermar y morir en la región agroindustrial de
Argentina”, del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de
Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario. Sistematizaron
información de más de treinta relevamientos sanitarios en pueblos y
ciudades (en el marco de la materia Práctica Final), y dan cuenta de
las enfermedades que se repiten en los pueblos fumigados: abortos
espontáneos, malformaciones congénitas, enfermedades oncológicas,
problemas respiratorios y pulmonares.
“Sabemos
que toda crisis es una oportunidad. Mientras las organizaciones del
agronegocio la usan para lavarse la cara frente a la sociedad a la
que envenenan cotidianamente; quienes firmamos esta carta les pedimos
a nuestros gobernantes, una vez más, que defiendan nuestra salud”,
resalta el final del escrito. Afirman que es tiempo de impulsar la
agroecología, con alimentos sanos y a precios justos.
Como
muestra de ese otro modelo, Productores Independientes de Piray
(organización de El Dorado, Misiones, parte de la UTT) donó 5000
kilos de mandioca, poroto, maíz y frutas a familias humildes. En la
misma sintonía, cuatro organizaciones de la agricultura familiar
lanzaron la campaña “compromiso social de abastecimiento”, para
que no falten alimentos durante la pandemia. Consiste en mantener el
nivel de producción y a los mismos precios que estaban antes de la
cuarentena. Se trata de la UTT, el Movimiento Nacional Campesino
Indígena (MNCI-Somos Tierra), la Federación de Cooperativas
Federadas (Fecofe) y el Frente Nacional Campesino (FNC).
Fuente:
Darío Aranda, La pandemia de los agrotóxicos, 20 abril 2020, Página/12. Consultado 20 abril 2020.
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