Silvia
Wolansky. Ingeniera Civil y ex docente de la UNL, es fuente de
referencia en materia de gestión de riesgos, un concepto que ancló
fuerte en la Santa Fe inundada de 2003 y vuelve a estar presente en
medio de una amenaza invisible y global: el Covid-19.
Riesgo,
percepción del riesgo, mitigación, vulnerabilidad, son todos
términos que, salvo para quienes estaban preparados para hacer
frente a una catástrofe, resultaron todo un aprendizaje a partir de
abril de 2003. Y hoy, en el contexto de la pandemia por Covid-19,
vuelven a integrar el vocabulario cotidiano de los medios y de buena
parte de la comunidad.
Silvia
Wolansky, Ingeniera Civil y ex docente de la Universidad Nacional del
Litoral aporta conceptos valiosos para interpretar los cambios que se
produjeron a partir de entonces, y, si lo hubiera, algún punto en
común entre aquella experiencia local y ésta, mundial y por eso
también propia.
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¿Qué cambió en la ciudad a partir de la inundación de 2003, tanto
en el conocimiento del riesgo como en la estrategias para hacer
frente a una catástrofe?
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Aunque tuvieron que pasar casi 10 años y una nueva inundación
catastrófica en el año 2007, el cambio más significativo se
produjo a nivel gubernamental, con la implementación de una política
de Estado a través de la creación, en el municipio de Santa Fe, del
Sistema Municipal de Gestión de Riesgos, en línea con el enfoque
que ya se estaba imponiendo en el mundo, que promueve el conocimiento
de los riesgos, la adopción de estrategias de prevención y
mitigación de eventuales impactos y la preparación para afrontar
las emergencias, como superación de la mera respuesta cuando el
desastre ya se ha producido, que era la visión hasta entonces
imperante.
La
Gestión de Riesgos de Desastre implica una organización para el
abordaje integral de la problemática, a través de un Comité donde
están articuladas todas las áreas de gobierno vinculadas a los
aspectos que determinan la existencia del riesgo: estructurales,
sociales, culturales, económicos, ambientales, entre otros.
Eso
condujo a la implementación de medidas tendientes a reforzar la
infraestructura (recrecimiento y/o conservaciones de obras de
defensa, ampliación de la red de drenaje y estaciones de bombeo
acordes a nuevos parámetros hidrológicos, conformación de
reservorios para retardar el escurrimiento del agua hacia el cauce de
los ríos, construcción de viviendas para trasladar a las familias
asentadas en zonas inundables), mejorar la percepción del riesgo por
parte de la sociedad (campañas de información, acciones de
capacitación y apoyo para la inclusión del tema en educación),
introducir en el planificación urbana criterios de ocupación de las
zonas inundables), fortalecer la preparación (definición de puntos
de encuentros y responsables de evacuación por zonas, preparación
de espacios de albergue, protocolos de actuación según el nivel de
riesgo), entre otras estrategias puntuales.
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¿Considera que hay una mayor comprensión de la comunidad (sociedad,
medios, política) de lo que significa el riesgo como era entonces
vivir en una ciudad rodeada de ríos?
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Evaluar la comprensión de la comunidad es complejo, porque depende
de muchos aspectos que determinan el nivel de riesgo aceptable para
la misma, que no sólo depende de la percepción del riesgo de cada
individuo que la integra. En general las personas tienden a
subestimar el riesgo o pensar que “es para los demás” (esa
creencia casi mágica de que “a mí no me va a afectar”). Y eso
determina situaciones como las que han podido observarse en la zona
de la Costa (Colastiné, San José del Rincón, Arroyo Leyes), donde
la población creció en forma exponencial, en parte a causa de la no
percepción del riesgo -en el caso de las áreas protegidas por
terraplenes- o la aceptación del mismo -en el caso de las que no
cuentan con ellos, pero lo demandan-. No se puede desconocer que esta
actitud está también impulsada por condiciones económicas que les
impiden acceder a otras opciones de residencia.
En
cuanto a los medios, es frecuente que sólo se ocupen de los riesgos
cuando alguno se manifiesta, sin contribuir a consolidar una mayor
percepción social en épocas normales. Finalmente, para que una
política de Estado alcance los objetivos que la impulsaron, debe
perdurar y fortalecerse en el tiempo, lo cual depende de que los
sucesivos gobiernos la sostengan y profundicen. Esto no está
garantizado.
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¿La academia también cambió su enfoque, es decir, se incorporó a
otras carreras el tema hídrico?
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Más que tema hídrico, lo que debería incorporarse es la temática
de Gestión de Riesgos de Desastres, ya que este es un enfoque
multidisciplinar que atraviesa a todas las especialidades, porque en
el proceso de gestión se requiere generar y/o disponer de
normativas, organizaciones, conocimiento de riesgos determinados por
una diversidad de amenazas y condiciones de vulnerabilidad, adoptar
medidas estructurales (obras) y no estructurales (educación,
capacitación), considerar cuestiones ambientales, de planeamiento
territorial, entre otras. Esto hasta ahora no se ha logrado.
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¿Qué encuentra en común entre aquella catástrofe y la pandemia
por covid-19?
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En principio, ambos pueden considerase riesgos manifestados, siendo
los impactos que producen lo que permiten categorizarlos como
emergencia, desastre o catástrofe. La existencia de un Sistema de
Gestión de Riesgos permite un abordaje integral y racional de
cualquiera de ellos, puesto que demanda la conformación de una
organización y la elaboración de normativas, tales como un plan de
actuación ante emergencias, aplicable a cualquier riesgo, y planes
de contingencia, que son los específicos de cada uno de ellos. Pero
ni la organización ni los planes existen en ninguna de las
jurisdicciones, a pesar de hay normativas que lo contemplan, como en
Nación y ciudad de Santa Fe.
Considero
que ambas experiencias deberían lograr que se comprenda la
importancia de estar mejor preparados, es decir, poner en marcha
procesos de gestión de riesgos sólidos y articulados entre las
jurisdicciones, que definan quiénes, cómo, cuándo y dónde deben
actuar antes situaciones de emergencia concretas.
Fuente:
La importancia de estar preparados, 29 abril 2020, El Litoral. Consultado 30 abril 2020.
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