España. Hace
67 días que Alberto y Joaquín permanecen sepultados en el vertedero
de un millón de metros cúbicos en el que trabajaban.
por
Pablo Ordaz y Juan Navarro
El
concejal Juan Mari Uriarte aparca su coche frente al hospital
psiquiátrico de Zaldibar, un lujoso balneario del siglo XIX donde el
27 de julio de 1923 se inauguró “un manicomio con diez locas
llevadas de Bermeo y alguna de Valladolid”, según publicó
entonces La Gaceta del Norte. Con sus 3.000 habitantes, su polígono
industrial y su buen nivel de vida, el municipio vizcaíno de
Zaldibar, que en euskera significa “el valle de los caballos”, es
uno de esos lugares tranquilos que solo salen en las noticias si algo
malo ocurre. A las 16.01 horas del 6 de febrero, el vertedero situado
en una de sus laderas colapsó y un millón de metros cúbicos de
residuos se deslizaron hacia la autopista que une Bilbao y San
Sebastián. Dos trabajadores, Alberto Sololuze, de 62 años, y
Joaquín Beltrán, de 53, quedaron sepultados.
-Al
poco de ocurrir el accidente -explica el concejal Uriarte al borde de
las lágrimas-, la mujer de Alberto se dirigió a mí en un tono casi
de súplica y me dijo: “Juan Mari, encuéntrame a mi marido”.
Aquella imagen se me representa día y noche. No logro olvidar la
cara de dolor de Nati. Su tragedia, su pena. Es muy duro sentir esta
impotencia y no poder hacer nada.
Desde
entonces han pasado 67 días, y aún no se ha encontrado ni rastro de
los cuerpos de Alberto y Joaquín. El hallazgo, el pasado domingo,
del vehículo de Sololuze ha traído un poco de esperanza, pero la
brecha abierta en la escombrera ha provocado también otras heridas que tardarán en cicatrizar. A la conmoción por el accidente se
añadió enseguida la alarma ante la posible toxicidad del humo que
desprendían los fuegos desatados sobre toneladas de residuos con
restos de amianto. Además del enfado por la lentitud de las autoridades en reaccionar -el lehendakari Iñigo Urkullu tardó seis
días en visitar la zona- e incluso la preocupación por que la gran
tragedia de la pandemia pudiese conllevar el olvido del accidente de
Zaldibar.
Para
evitarlo, los familiares de los trabajadores desaparecidos se
encargaron desde el principio de señalar los fallos que, a su
juicio, se estaban cometiendo en la operación de rescate. Xisco
Beltrán, hermano de Joaquín y trabajador de la empresa familiar,
censura que se empleara un helicóptero traído desde Cantabria para
arrojar agua sobre las llamas: “Avisamos de que estaba ardiendo
metano, que se apaga compactándolo con tierra. Lo que hace el agua
es reavivarlo porque le da oxígeno”. Un informe posterior de Medio
Ambiente admitió que el uso del helicóptero “no dio resultados
positivos”, pero el Gobierno vasco defiende su gestión alegando
que las labores de búsqueda no se han parado en ningún momento a
pesar del estado de alarma, que se ha encargado un informe pericial a
tres expertos para saber qué provocó realmente el colapso de la
escombrera y que dedicará todos los recursos necesarios -por el
momento casi siete millones de euros, que asumirá después la
empresa gerente del vertedero- para encontrar a Alberto y Joaquín.
La
ausencia de resultados también ha provocado la división política
en una localidad gobernada desde las últimas elecciones municipales
por un alcalde del PNV con el apoyo del Partido Socialista de
Euskadi. “Bildu estuvo ocho años al frente de la alcaldía”,
explican Juan Mari Uriarte, del PNV, y José Caro, del PSE, “y
ahora nos culpan a nosotros, que llevamos unos meses, de que todo
está mal con respecto al vertedero. Si todo estaba tan mal, ¿por
qué no lo denunciaron? Bildu utiliza el vertedero como arma
arrojadiza, y lo peor es que lo hacen a su estilo: calumniando,
insultando…”.
Los
familiares de Alberto Sololuze y de Joaquín Beltrán se mueven entre
la esperanza y la resignación: “O aparecen en un mes o no
aparecerán nunca. Podrían estar prensados en un terreno compactado,
y tampoco hay capacidad para revisar toda el área”. Marta Álvarez,
cuñada de Beltrán, expresa con voz cansada que la familia vive el
proceso de búsqueda “hundida y abatida, sin fuerzas para nada”.
Prefieren seguir cautos y no hacerse ilusiones ante esta “montaña
rusa” de terribles emociones: “Cada día que pasa el puñal se
clava más”. Tras el hallazgo del vehículo de Sololuze, los
informativos de EiTB entrevistaron a Naia, una de sus tres hijos
adolescentes: “Es una señal de que se están acercando. Tenemos la
esperanza de que cada vez quede menos para que lo encuentren. Sería
un descanso muy grande. Tendríamos la posibilidad de poderlo
despedir. Ya por lo menos estaría aquí. No entre basura”.
Fuente:
Pablo Ordaz, Juan Navarro, La doble tragedia de Zaldibar, 12 abril 2020, El País.
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